viernes, 3 de septiembre de 2010

Síntomas

[Continuación de "Callejones, boinas y bohemios" y "Veintisiete escalones"]




La noche se me hacía pesada, miraba el reloj de la cocina nerviosa, tomaba un poleo, y miraba un artículo del periódico que hablaba sobre el acoso en las aulas.

-¡Mierda! Dije con voz cansada y llena de pesadumbre. -¿Cómo puedes ser tan manazas? Pregunté mirando al techo de mi piso

Con la distracción había tirado el poleo sobre el periódico.
Me llevé las manos a la cabeza, a pesar de la escasa luz de la habitación, me molestaba y no sé cuanto tiempo estaba ya observando a mi gata con la mirada perdida.
Levanté el brazo y miré la pulsera.

-¿Qué tienes tú que no puedo concentrarme? Pregunté retóricamente. -Nada, supongo. Respondí…

Suspiré, cerré los ojos y respiré hondo.

-Simplemente déjame dormir. Supliqué a la pulsera

Hacía varios días que no podía dormir, Copenhague no había cambiado nada, el tiempo seguía siendo el mismo, llovía, y continuaba trabajando en aquella cafetería.

-Quizá sólo sea malestar- Me repetí. –Quizá sólo sea una mala racha.

Bostece

-Vamos Zissy, es hora de ir a dormir otra vez.

Mi gata me siguió por el pasillo hasta llegar a la habitación, se subió en mi cama y se acurrucó en una esquina. Yo me tapé hasta arriba, deseando poder dormir algo antes de despertar. Pero no fue posible. Tenía como pesadillas, sueños raros que no lograba entender. Cada mañana sentía una mayor pesadez en el cuerpo. Hoy tenía que ir a trabajar, después del fin de semana que irónicamente más he aprovechado para descansar, hoy me tocaba ver al chico que en la misma mesa de siempre me esperaba leyendo esa revista rarita suya.

Llovía, no me importaba. Abrigada, salí a la calle, hacía frío, mucho frío y un viento que helaba tus ojos. Me picaba la nariz y la bufanda no me parecía lo suficientemente gruesa ni grande. El invierno estaba siendo duro y lo que no fuese tu casa o la cafetería, era cosa imposible, cualquier lugar era mejor que la calle.

-¡Buenos días! Dije ocultando mi cansancio lo mejor que pude.

Obviamente el lugar no me contestó, pero me sentí como en casa. Pronto me puse a encender las velas de incienso del fondo y las de la entrada, limpié la barra y sequé algún vaso aún mojado de ayer noche.

-¿Se puede? Dijo un señor de barba blanca y gafas que llevaba un maletín en la mano. Era viejo y tenía pinta de listo.

-Buenos días señor, que desea. Dije cordialmente. ¿Un descafeinado, tal vez?
-Pues sí, sí, póngame uno, señorita. ¿Cómo lo sabía?
-Intuición, supongo. Dije un tanto cortada.

Se sentó cerca de la ventana, le gustaba ver llover. Y quería relajarse antes de dar una convención en la Universidad de la ciudad sobre Antiguas civilizaciones.

-¿Cómo sé todo eso? Me pregunté extrañada.

Me toqué inconscientemente la cabeza, creía tener fiebre, me equivoqué, aún así sentía que la cabeza me ardía. Respiré hondo y me tranquilicé.
Al poco él entró al local, era la primera vez que no estaba antes que yo aquí.

-¡Hola! Saludé con efusividad.
-Em...hola. Saludó extrañado por mi reacción.
-¿Que vas a tomar?
-Póngame un capuccino, por favor.

Me apresuré a prepararlo, mientras, pensaba, noté el desconcierto y la duda en su persona.

-Toma. Sonreí.

Aquel chico con pintas de bohemio me miró con cara extraña, me observaba de arriba abajo, y confundido preguntó no con mucha confianza:

-Perdone, pero, ¿nos conocemos?

Mis ojos se abrieron como platos, de golpe sentí frío, mucho frío. Lo único que recuerdo fue golpearme en la cabeza y ver cómo caía al suelo lentamente.



3 comentarios:

  1. si se estaba tomando un poleo porqué se le cayó el café? o_O
    jaja

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  2. Todo tiene que ver con el lugar.. sí sí lo sé yo jajaja ;)

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  3. que bonita palabra la de continaucion :)

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Ecos del pasado