viernes, 28 de enero de 2011

En base dos

Ahora mismo hay dos opciones:

[1] Opción número uno. Aquella que tiene cualquier persona cegada y obcecada por una meta. La opción que la ira te impide ver bajo otra perspectiva que no sea puro impulso. La que no tiene izquierda o derecha y menos aún marcha atrás. Aquella, que quien la toma después suele arrepentirse (quizás). La opción que se toma en el momento, como una reacción oxidación-reducción, como ese sencillo principio, acción-reacción, como la típica frase de “a toda causa le sigue un efecto”. Opción que tomaré en el mañana más lejano o en mi amor más desesperado.

[2] Opción número dos. Aún la estoy por pensar… (No es verdad, es olvidarte directamente de ella)

Me gustan los retos…

jueves, 27 de enero de 2011

Ley de principios

Suena el despertador, todo esto se traduce al siguiente postulado:

“Todo cuerpo sometido a un sonido incesante a altas horas de la madrugada reacciona de forma proporcional a la suma de las horas que le hubiera gustado dormir”

Es por eso que cabreado y casi odiándome a mí mismo por existir esa mañana, pegué tal golpe al despertador que casi me lo cargo.

Me senté en la cama y me incorporé, tanteé con los pies las zapatillas y como no las encontraba avancé un poco, casualidad la mía que estaba por ahí cerca el maletín que, agotado, dejé la noche anterior, lo que se traduce como:

“Todo cuerpo sometido a un sueño constante y desacelerado choca contra cualquier otro cuerpo situado en un espacio”

Sí, menudo golpe, grito sordo el mío y dolor incesante en los dedos fríos de mis pies. Todo por no levantar una simple ventana que, por otro más simple mecanismo de polea, dejaría entrar la luz de la mañana.

Dos arpadas de agua en la cara, mirando extrañamente el espejo y hacia el armario a vestirse. Iba a ponerme una camisa y claro no sabía ni lo que estaba pensando cuando me encontré que empecé a abotonarla desde más arriba de lo que en realidad era, con lo que esto se resume en otro sencillo postulado:,

“Todo cuerpo despistado que piensa en cualquier cosa menos en la que tiene que pensar, experimenta un error de percepción en su camisa directamente proporcional a las horas de sueño dormidas esa misma noche”

Me pasa constantemente, ¿a vosotros no? Es frustrante, ya lo sé, pero como yo también lo soy, hay que convivir con lo que hay…

A esto, ya vestido y con la taza de café en la mano y con el periódico medio abierto en la otra, viendo sin dar credibilidad a un anuncio de “Se vende cáctus, buen estado, pinchas firmes y puntiagudas, florece dos veces al año, negociar con comprador (obviamente, no lo iba a hacer con la plancha), no aceptamos tarjetas de crédito…” En ese momento creo que desconecté de mi vida y me plantee no una, si no dos veces seguir viviendo, (por eso suelo hacer caso a lo que pienso en tercer lugar) y fui a darle un sorbo al café, con la mala fortuna que en el movimiento involuntario de apartar la taza de mi lengua ardiente derramé el café sobre la camisa. Lo que se deriva en la siguiente ley.

“Un cuerpo que sujeta todo fluido, ya sea líquido, gaseoso o sólido a una temperatura superior a la experimentada en el ambiente tiene una probabilidad máxima de caer sobre el cuerpo en cuestión.”

Claro…ya la gravedad y la realidad hicieron el resto. Gravedad, porque no se quedó el café suspendido en el aire, lo cual ya me habría sorprendido a mí ver eso a través de mi propia retina, también realidad porque el café quemaba de narices y claro alarido el que solté cuando el líquido se desparramó contra la superficie de contacto (mi pierna)… Derivándose en la "Ley de Difusión", en el que toda substancia se distribuye por el medio en que se encuentra…favoreciendo así, la expansión por mi pierna… Que listo fue Graham cuando dijo esto…

No os contaré pues en qué otra cosa derivaría esto otro, porque vamos, creo que sois lo suficientemente inteligentes para saber que:

“Toda substancia a alta temperatura quema”

Claro, después de esta desdicha mía, la tostada no iba a ser menos y por medio de la “Ley de Murphy”, calló al suelo…ya adivináis que lo hizo con la parte de la mantequilla hacia abajo…

Gran día pues se aventuraba para mí, hoy llevaba haciendo un repaso a la física impresionante y no eran ni las 10:00 de la mañana. Y en estos pensamientos tan pesimistas de cara a una mañana, no mucho mejor de lo que pensaba, salí de casa a dar un agradable paseo. Fue allí cuando descubrí que:

“Todo cuerpo que arrastra no sólo cansancio si no también sus pies mientras anda experimenta un tropiezo directamente proporcional a la velocidad que iba el cuerpo en cuestión”

Claro, tropiézate, que entonces es cuando la Ley de la Gravedad hace efecto de nuevo y a una velocidad de casi unos 9.8 m/s (ligeramente frenado por la poca distancia sobre la superficie y el rozamiento) caigo al suelo con estrépito. Así es imposible poder vivir, porque:

“Todo cuerpo despierto que ha dormido insuficientemente, experimenta una mala suerte directamente proporcional al número de horas que ha dejado de dormir”

Dulce sueño reparador…

domingo, 23 de enero de 2011

Mäbu – Estoy bien como estoy

Tanto me dices que el amor aún no ha pasado por aquí,

que yo estoy bien como estoy, no necesito reñir.

Peor sería no poder olvidarme de ti,

y no me digas que aquí estás para hacerme feliz.


Hoy me siento mejor,

no temo a la desdicha del amor,

voy acompañando a la noche,

mientras a escondidas muevo el reloj.

No quiero malgastar saliva intentando no ser una más.

No voy a molestar gritándote al oído porque ya me da igual.


Tengo todo el aire del norte en el pulmón y ya no necesito gritar.

Tengo todo el viento apuntando a mi favor y ya no necesito gritar.


Sigue lloviendo yo sigo cantando y todo el mundo se va,

me sigo moviendo me sigo soñando, remando con una cuchara de palo en el mar.

Querría poder ser amor en carne viva y darlo a medio cocer.

Querría poder ser la lluvia para irme y después volver.


Tengo todo el aire del norte en el pulmón y ya no necesito gritar.

Tengo todo el viento apuntando a mi favor y ya no necesito gritar.


¡Para, parara param, para, parara, param!


http://www.youtube.com/watch?v=LdHFn4wM2Sw






sábado, 22 de enero de 2011

4 Notas

Cuando salí por la puerta me metí las manos en los bolsillos, empecé a andar…

Miré el cielo. Buen día hace hoy. Pensé. El sol no proyectaba mi sombra en las calles irregulares de aquel pueblo, las nubes lo tapaban. –Sí, un buen día- Suspiré…

Hacía tiempo que no paseaba tranquilo, despacio, con la única preocupación en la mente de encontrarme a alguien que conocía…se respiraba a humedad, como era habitual, las gaviotas revoloteaban las azoteas de las casas y en algunas calles podías ver esa mancha azul oscura que se extendía hasta lo que ves y un metro más.

Es curioso que en invierno hace buen tiempo aunque esté nublado y las calles se llenan de gente y en verano, un día se nubla, y no se ves a nadie…Aburridos. Pienso. En fin, mejor para mí…

Pasé por el paseo marítimo, vacío, bajé las escaleras que me dejaban en la arena casi de la playa. Metí el calzado en la mochila y con vista en la costa me dispuse a recorrerla.

[Siempre he dicho que el mar puede esconder casi cualquier secreto, que puede brillar u oscurecerse, y, como a mí tanto me gusta puede hacerte pensar. Conmigo es como una relación de dependencia. Nunca me entusiasmó demasiado bañarme en él…siempre he sido más de sentarme en la orilla a mirar.]

El cielo seguía nublado y el viento cálido, se notaba en la piel. Encontré una pequeña viera encajada en la arena y la cogí. Blanca con ligeros toques rosados. Pena que haya sido tan pequeña…Quizá quede bien junto a las demás. Pensé. Con lo que no la tiré y dí la vuelta para volver a casa.

Me paré un momento apretando los dedos en la arena.

-¿Qué hará ella aquí?

Sentada en la arena, tenía un montón de pequeñas piedras a su lado. Le costaría haberlas traído todas allí un buen rato.

Las iba tirando con desolación intentando ver un metro más de la línea del horizonte.

-Hola... Saludé. Pero más que otra cosa quise advertirle que la había descubierto.

-Ho..snif..hola. Apartó un poco la cabeza y se limpió con las finas mangas de su camiseta gris las lágrimas que traicionan a cualquiera que no soporta esconder dolor. -No sabía…que te gustara este lugar.

-Sí, bueno, a veces paseo, por aquí…

-Ven siéntate…

No quise sentarme muy cerca suya, bastante violento me había sentido al haberla visto así…No obstante ella se acercó donde estaba. Cogió mi brazo y se lo llevó hacia sí.

-Por favor, no digas nada…ahora mismo te necesito.

Su mirada se perdía en el mar cuando no cerraba los ojos para olvidar, me acariciaba el brazo, más bien por buscar consuelo en su corazón o llenar el hueco que había aparecido en él. Yo también le correspondía, para que no se sintiera incómoda. Temblaba un poco y sabía que lloraba aunque su pelo me impidiera ver su cara.

-¿Por qué…por qué cuando piensas que nada puede irte mejor, todo se te da la vuelta?…¿por qué, cuando quieres hacerlo lo mejor posible, todo se va a…todo se va…?

-A veces, lo que más queremos, precisamente es lo que menos necesitamos…

Se acercó más a mí y me apretó un poco más, la miré, tenía frío…

-¿Por qué entonces, callas, cuando hablar es lo que tienes que hacer…? Dijo con voz débil.

-Porque quien calla otorga…y eso te ha hecho venir aquí.

-La verdad, contigo frío no se pasa, y estoy a gusto, hueles bien…Por favor, no te vayas…aún…

Sonreí, ligeramente, y terminé de abrazarla, ya juntos. Se quedó dormida.

[El viento soplaba ya a media tarde, el cielo oscurecía y el mar se apagaba. Estar ahí, con ella, sentirte útil, hacer feliz a una persona cuando más lo necesita y al final de todo darte cuenta que ella es quien precisamente tú necesitas…que eres tú quien la está abrazando con fuerza, que eras tú quien eras quien la buscabas cuando salías a darte ese paseo, que eras tú, quien ha decidido saludarla y que eres tú quien ahora debe fingir que “especial” no es una palabra que resuma ese día.]

[Es como cuando cierras los ojos y pulsas lenta y repetidamente un Re, después un Fa #, un La y un Do #. O cuando de repente soplas un diente de león…]

domingo, 16 de enero de 2011

Tú, yo

Tú, que ya lo sabes todo.

Otoño, cuando las hojas marrones, cansadas de estar colgadas del árbol, acariciadas por el gélido viento, deciden caer en un acompasado movimiento hasta el suelo y cuando tú y yo estábamos apoyados en aquel tronco, dejando que los últimos rayos de sol, penetrantes entre el follaje de aquel árbol, iluminaran tu piel, tu mano unida a la mía, tus ojos cerrados. Sueño reparador, sueños de ilusión.

Invierno, cuando sólo unos pocos tienen la oportunidad de abrigarse con el espesor de las hojas, mientras que muchos otros, desnudos, nevados y macabros, nos enseñan un paisaje de un blanco, impoluto, un blanco invernal. Frío el que tenías, calor el que te dí. Páramos inmaculados por descubrir. Con el calor de la calefacción del coche, abrigada comenzaste a dormir.

Primavera, los poetas despiertan, las plantas renacen, los prados verdes y mojados del frío de la mañana, brillan con el sol casi cegador. Te acuestas en la hierba, me miras. El arco iris floral que se extendía por la montaña crearía tu perfume. Polen de amor, polen de olvido, musitas sin voz, al verme distraído.

Verano, relajación, sol abrasador, secos por su escasez, árboles, apuran su última gota de vida para poder volver a crecer, raíces más profundas, buscan tesoro cristalino, cortezas de lino aguantan su último atardecer. Playa desértica (arena), acantilado a espaldas, gaviotas vuelan. Calor el suyo, brisa la mía, entre piedras dormitas, cielo el que miras.

Yo expectante, atento a ti, en movimientos, parpadeos, respiración, inspiración y espiración, quisiera controlar cual faquir su serpiente, un inminente porvenir o un solo recuerdo. Viviré un presente, pensaré un futuro, recordaré, como siempre, un pasado quizá algo oscuro.

Más no puedo dejar de imaginar qué es lo que pasaría si al fin me atreviera a escribir

[Tú, yo, y una conjunción entre nosotros]

jueves, 13 de enero de 2011

Héroes

Allí estaba, mirándome de nuevo, casi ni podía creer que viniera, apoyado estaba con una pierna en la fachada antigua de aquella fábrica abandonada que los críos tenían miedo de entrar por si se encontraban algún fantasma y donde sus madres no les dejaban jugar, por si se clavaban algún cristal o alguna otra cosa. Era un buen lugar para meterse un chute o pillarse una buena sin que la policía apenas se enterase. Por dentro, las fachadas enteras con pintadas por niños que empezaban a en el mundillo del vandalismo robando 3 euros a sus padres para comprar un spray y poner cualquier gilipollez que se les ocurriera, o por jóvenes, que sin nada que meterse ni hacer, se disponían a ir poniendo sus firmas una encima de la otra. La fábrica, la verdad, estaba echa un asco, las ventanas estaban todas rotas, con peligrosos cristales a su alrededor, el techo agujereado, dejaba escapar miles de haces de luz que se filtraban por las tejas semidestruidas, suciedad y ratas y no era muy de extrañar que si te pasearas por allí durante un rato tocando las paredes o el suelo contagiaras más de una enfermedad.

Recuerdo a aquel tío, alto, con ojos marrones y penetrantes, con el pelo casi rapado y con una fuerza descomunal, son de los que piensan que no tienen ni una pizca de cerebro, y de los que casi gruñen al respirar. Aunque no pareciera ser muy de dineros, vestir, lo hacía bien, no era un Don Juan pero tampoco daba lástima verle por la calle.

Me dijo que qué es lo que hacía allí y yo con un respeto más que habitual y sin pecar de ignorancia le dije que paseaba. Aquel día nos encontramos cerca de la plaza circular, en una de las calles más estrechas que daban a la plaza y se ve que él con algún colega suyo tendrían algún que otro chanchullo entre manos y no querían que nadie los viese, droga, pensé.

Con un empujón y después cogiéndome de las solapas de la chaqueta se dirigió el descomunal a lanzarme un aviso un poco menos refinado que “por favor señor, le importaría irse”. No voy a decirles que no estaba asustado, pero todavía conservaba algo de mi ser valeroso y sublevativo para decirle que me dejara y que simplemente me daría la vuelta por donde había venido. A lo que me respondió, con sus buenas formas habituales que era un cabrón de mierda y que no sabía que hacía yo allí y que como abriese el pico se iba a encargar de que no pudiera ni abrirlo nunca más. Tranquilo, y ya con aires más calmados le dije que esperaba verle en aquella fábrica, a esta hora y que por favor trajera gafas de sol.

Ahora me tocaba enfrentarme a ese gorila una vez más.

-Buenas tardes.

-¿Qué es lo que querías imbécil?

-Simplemente quiero mostrarte algo, y por favor, llámame Telos.

-Qué gilipollez de nombre.

-¿Quién ha dicho que ese sea mi nombre?

-¿No has oído antes?¿Que qué quieres? Estás haciéndome perder mi tiempo.

-Sin duda es el tiempo lo más preciado que tiene el ser humano y sin embargo nadie investiga sobre él, sólo en unos cuantos papeles con numeritos y círculos de diferentes tamaños. Escucha, ¿trajiste las gafas?

-Sí.

-Póntelas.

-¿Para qué?

-Hoy tenemos eclipse solar.

-A mi no me interesa esa mierda. Dime ya qué es lo que querías.

-Creo que esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

Agucé la mirada en las gafas que tenía en la mano y obligué a que se las pusiera, en un segundo ya las tenía puestas.

-Ahora mira al sol, pronto empezará.

Como controlado por mí, se giró y de frente al sol comenzó a mirarlo.

-Comprendo ahora lo que dices. Dijo pausado.

La voz le había cambiado y parecía más sumiso a lo que le fuera diciendo.

-¿No crees que todo es mejor ahora?

Lo que le decía le hacía eco en la cabeza.

-No, no lo entiendes.

-¡Sí! Exclamé a apenas 10 centímetros de su cara.-Estás destrozado, tu madre murió, tu hermana ya no sabes donde está y Gary cada vez se está metiendo más y más. ¿Es eso lo que quieres tú? ¿Quieres seguir metiéndote toda esa mierda con esos imbéciles? Madura y encuentra a tu hermana, búscala, ella te necesita, o ¿no pasabais buenos momentos juntos?

-Sí, es cierto… Dijo con voz quebrada casi inocente.

Cada vez estaba más cerca de lo que quería.

-Mírame. ¡Mírame!. Le dije. –Sólo tienes que dejar de mirar al sol. Sólo eso.

-No puedo…

-Deja de mirar al sol. Dije con paciencia una vez más.

-No…no puedo…

-¡Maldita sea! Hazlo de una puta vez.

Y cerró los ojos y se derrumbó en mis brazos. Respiraba entrecortadamente, estaba entero sudado, las retinas volvían a su color natural poco a poco. Allí lo dejé.

-Ahora sólo estás tú. Al menos ten el valor de servirte de tu propio entendimiento.

A veces necesitamos a alguien que nos encamine sobre el qué hacer en nuestra vida. A veces necesitamos golpecitos en la espalda para avanzar, y otras muchas, empujones enteros. Lo que hacemos seguimos viéndolo bien. Seguimos refugiándonos en las drogas o la bebida y nos hacemos amigos de gente que como nosotros ha perdido toda esperanza de tener un mundo mejor. Son los llamados héroes de la cocaína.

domingo, 9 de enero de 2011

¿Mañana será otro día?

Ya he vuelto. Lo primero de todo será volver a la dura rutina, esa que te dice lo que tienes que hacer constantemente día tras día. Después tendré que levantarme con aquel sonido repetitivo que escuchamos cada mañana, con el gesto cansado me tocará mirarme en el espejo y aclararme un poco la vista con agua. Bajar a desayunar es lo siguiente, calentaré un poco de leche o no, dependiendo de lo que haya para desayunar, si hay galletas, caliente, si hay cereales, fría. Me ducho, me visto, me arreglo un poco y casi de noche salgo de casa. En estos días el viento sopla helado, tiempo atrás, una simple manga corta me servía para todo el día, ahora necesito de abrigo y bufanda para soportar el frío ambiente.
Puntual, como siempre, llego a mi instituto, aquel que es pequeño, donde conoces a todo el mundo, donde la amistad crece o se desvanece, el instituto que me va quitando el poco tiempo que me queda…por suerte o por desgracia este será mi último año en él. Son las dos y diez minutos cuando salgo por su puerta principal para regresar a mi casa. Los libros ya no te pesan, parecen ligeros, ni siquiera me quedo a saludar a gente que no veo en días o me paro a charlar con amigos que en el recreo no he visto, “ya los veré mañana” pienso. Mientras, ando con paso decidido, el autobús escolar lleno de “niños” siempre pasa a mi derecha. Ellos ríen, hablan, se empujan, saludan a otros chicos que andan hacia sus casas…”son felices” digo para mis adentros, “por ahora” añado después mientras sonrío ligeramente.
Veo el número 20 a lo lejos. Saco las llaves y abro las dos puertas que me separan de la tranquilidad y el silencio. La comida suele estar preparada, si bien por la piscina o por las clases de inglés. La caliento y como solo, mis padres llegarán dentro de una hora. Las tardes, antes de empezar fuerte con el curso las pasaba en el pabellón municipal o en el ordenador, apenas estudiaba, pero esto me duró un mes, estoy en el curso más difícil, donde te juegas gran parte de tu futuro, con lo que ahora las tardes van acompañadas de pijama, libros abiertos, Biología, Literatura, Historia, Filosofía etc, el flexo encendido y grandes meriendas.
Mi madre dice que apenas me ve, pero cuando ella no trabaja por las mañana yo estoy en el instituto, cuando no trabaja por las tardes yo suelo estar en mi habitación…Son las cenas es el único momento que es más familiar, casi siempre son un poco improvisadas, pero la verdad, de algo que en mi casa no me pueda quejar es de haber pasado hambre alguna vez. Después de cenar, al baño a lavarme los dientes y cansado subo al piso de arriba, antes, cuando no era tan importante dormir porque no tenía que despertarme temprano solía leer algún que otro libro, pero acostumbrado a descansar un mínimo de horas ya no lo hago. El ordenador a veces lo enciendo, muchas otras (la gran mayoría) no, me quita el sueño y después no duermo bien. Un último repaso de cualquier asignatura para que me entre un poco el sueño es lo que sí que suelo hacer por las noches, pero no demasiado largo. Entro en la cama y cierro los ojos. […] Mañana un nuevo día me esperará. O al menos eso creo.

jueves, 6 de enero de 2011

Demasiado poco para tanto

Son unas 4.5 millones de palabras las que he utilizado a lo largo de este, creedme, corto año, 75 todas las historias que he podido escribir aquí, y ya os digo que muchas trataron de mi tormentosa vida y todas sus desventuras, de las decepciones que por activa o por pasiva he ido llevándome a lo largo de cada día, de aquella lluvia, tan escasa en estas tierras y que siempre, al menos por mi parte, es bienvenida, a las injusticias de la sociedad y a sus abusos y aprovechamientos, a los pequeños detalles como los bolsillos, las nubes o el frío y aunque sea caluroso, el aire y el agua son mis elementos. Otras, las he dedicado a hurgar en mi catastrófica cabeza y así con grandilocuencia habré podido expresar lo más simple que se pueda imaginar. Aunque, aún me falta la otra mitad de historias, aquellas que primero me iniciaron en el mundo de las palabras compartidas, aquellas que siempre van dirigidas a alguien tan especial que ni siquiera esta palabra serviría para describir ese alguien. Si no eran todas, siempre alguna tenía ese punto “amargo” que al menos me hacía saber a mí mismo que era yo quien las había escrito. Sí, el amor ocupa nuestras vidas, irremediablemente, se va vuelve, permanece, nos deja, se queda, se aburre, llega y se vuelve a ir, porque vivir enamorado no cansa, nunca cansa, y el amor a una persona es muy bonito, pero puedes amar igualmente a tu familia, a la vida, al mar o lo que de verdad os agrade y os haga soñar. Y con esto no hago declaraciones a ninguna revista o a ningún, ¿fan?, que siga mis lecturas, es una pequeña realidad que os hago compartir aquí y ahora. Porque hoy estoy feliz, hoy soy feliz, porque gracias a vosotros, y a vuestras pequeñas experiencias, vuestros pequeños apoyos, vuestros consejos o simplemente vuestras sonrisas, vuestros ánimos, y vuestras ganas contagiosas de vivir me hacen de momento no plantearme dejarme esto, porque “las letras fluyen del corazón de cada alma” y hoy más que nunca escribo con el corazón de la mía. Gracias.

martes, 4 de enero de 2011

Ya un año, y el sol brillando

2 de Enero y el sol vuelve a brillar, es el segundo día consecutivo que me hace olvidarme del frío invernal para adentrarme en aquel contagioso calor de la primavera, no veo flores, sólo árboles sin hojas, no veo insectos, ni mariposas, sólo algún que otro caracol esperando a los días de lluvia.

Las nubes ni en el horizonte aparecen y forzando la vista intento llegar un poco más allá, pero nada. Se dice que después de mal tiempo viene uno mejor, sin embargo yo también he oído a veces eso de “la calma antes de la tormenta”. ¿Sería esta la despedida a las lluvias y los abrigos? No, no lo creo, por lo menos aún no, la primavera siempre trae sorpresas e inspiración.

A veces pienso que cuanto más pasa el tiempo es como si más lo malgastaras, pero cuando dices de aprovecharlo no terminas haciéndolo, quizá por mi “afición” a no cambiar demasiado las cosas, defensor del cambio lento, constante y progresivo. No es cuestión de cobardía o valor, de fuerza de voluntad o de pesimismo, de atrevimiento o resentimiento. Ni siquiera puedo posicionarme para la mitad de los grandes problemas que afronta el mundo y menos solucionarlos…hacerlo sobre la vida no descarto que me deje totalmente indiferente o con un toque de amargura por “inutilidad” o “incapacidad”.

Si de verdad pensamos en cambio, antes debemos pensar como lo queremos cambiar nosotros, porque uno no muevo todo pero un todo puede mover un mundo entero. Son los propósitos que cada día y constantemente nos hacemos. ¿Dejaré de fumar? ¿Aprenderé inglés? ¿Adelgazaré? No lo sé ni yo. Más por nada porque no puedo proponerme algo que no puedo cambiar.

Seamos objetivos, no testarudos o cabezones, veamos con claridad qué es lo que no nos gusta y si lo queremos cambiar, mucha gente, no lo hace, porque ama las cosas por lo que son, con sus defectos y virtudes, y si es así, contribuimos a salvaguardar aquello que es como es.

Confío en el progreso, los propósitos de enmendar aquello que nos parece mal o inapropiado, nuestros errores, equivocaciones o confusiones, aquello que nunca nos pareció bien, pero que tampoco tuvimos el valor, no, la iniciativa, mejor, el propósito de explicarnos. Tenemos boca, hablamos, tenemos oídos, escuchamos (no oímos, escuchamos) tenemos vista, vemos, ¿qué es lo que nos falla entonces?

Hoy podré llenaros de palabras, propósitos, tonterías, y no os digo que no a cosas algo incoherentes, pero sólo seré uno más que con 30 frases quiera proponeros no cambiar, o pensar más, trabajar más, estudiar más, no, sólo os impulso a mejorar.