martes, 28 de agosto de 2012

Miradas de soslayo


Los ojos son una de nuestras mayores armas sensoriales.
Me gustan, por su variedad cromática y morfológica. Por que podemos encontrarlos decorados, abiertos o cerrados, y porque son, como dicen, “el espejo del alma”

Conforman el primer acercamiento con una persona
Esa mirada de desconocimiento y ese sentimiento revelador que te hace volver la cabeza para observar de nuevo. O esa mirada intuitiva que busca ahondar en el observado. Esa mirada furtiva que es capaz de estremecer a los más duros interiores. O esa mirada sostenida que pide a gritos ese tan deseado acercamiento en la intimidad.

Los ojos son, a su vez, egoístas selectivos. Caprichosos también, si pudiéramos ser más explícitos.
No miran a cualquiera. Eligen a quien les gusta mirar, quien les llama la atención, ya sea por extravagancia, belleza, rareza, enternecedoras escenas o fealdades.

Y es aquí cuando la conexión que siempre queda establecida entre nuestros ojos y nuestro consciente más consciente consigue el papel preponderante. 
Protagonistas de nuestras acciones son los ojos, quienes nos impulsan a relacionarnos con las personas más bellas que encontramos. Ese ímpetu de conocer, de saber y ver qué es lo que hay más allá de los ojos de aquellas hermosas personas.

Los ojos son, sin duda, lo más superficial que tenemos. Nunca podrán observar lo bella que es, interiormente una persona, aquello lo percibirá la mente y el corazón en una rara interrelación. 
Pese a lo increíbles que pueden ser algunos ojos, la posibilidad de confundirnos siempre va a estar presente y, peligroso es, que permitamos ese lujo de engañarnos dejando ver simplemente a las personas a través de sus ojos. Seres pétreos seremos.