viernes, 28 de octubre de 2011

Luces de Noviembre (Parte II)

Abrió las puertas y cogió mi mano.
Sentía frío, menos por la parte que la tocaba.
Un tímido chispeteo empezó a golpear las ventanas cuando ella me dejó sobre la cama.
Quise tranquilizarme y ordenar mis ideas, pero una irrevocable pasión, fruto del diablo, empezaba a apoderarse de mí.

Gabrielle entró a una alcoba auxiliar a cambiar sus ropas, aunque ni siquiera se molestó en ello, simplemente se las quitó. Semidesnuda, se acercó, y con sus movimientos perfectos y calculados, me inundó en un éxtasis que co
n palabras no podría explicar.

Ella era lo que me faltaba y añoraba, mi razón de ser.

Un ruido se oyó en el piso de abajo, alguien acaba de llegar. Gabrielle, asustada, abrió sus ojos lo más que pudo, sus hermosos ojos miel, y me suplicó que me fuera, por lo que más quisiera.
La miré, me miró y dijo: “Volveré a verte, te escrib
iré, pero no vuelvas aún”. Me tendió la mano y dejó caer sobre la mía lo que podría ser un frasco. Apresurado, aproveché mi agilidad para saltar al árbol que daba a la ventana de su alcoba. Cerró la ventana y me apresuré a huir de aquel lugar.


Mojado llegué a casa, cerré los ojos y grité todo lo que pude. Me sentía impotente. Más bien, no me sentía.

Esperé sus cartas, pero nunca llegaron, esperé señales, pero nunca existieron.

Mi mente, como la de un hombre encantado, no sabía pensar en otra cosa. Ella ocupaba mis sueños, mi realidad y mi sufrimiento.

Esa misma mañana dijeron que su marido, en un ataque de cólera le había disparado. Y acabado con toda posibilidad de supervivencia. Contaron, que un transeunte vio una sombra en el árbol cercano al caserón ,que huía del lugar justo después de llegar el Señor de la casa. Éste habría sido avisado y decidiría acabar con aquella traición.

A mí, me pesaba la existencia sin ella. Más sabiendo que yo fui aquella sombra que la delató. ¿Qué razón me sostenía aún a la vida?


Pasé tantas noches oliendo aquel perfume que mi olfato no reconocía otras fragancias.
Pasé tantas noches comiendo rosas, la flor que más le gustaba, que perdí todo el apetito.

Me sentía demacrado, envejecido, raído por el tiempo y frío. Pobre en carnes y con aliento de muerte.

Esa noche, tras no haber hayado calma en mi mente dormida y tras haber bebido de la última gota de aquel olor celestial, decidí, que mi vida, poco más podía valer.

Pude escribir temblorosamente en mi desidia: “ Si no es en vida, será en muerte, pero juntos hemos de vivir”.

Con sutileza, con honor, y temperamento, observé a la muerte cara a cara. Me envenené de sus palabras y la acompañé, en un trago, que me convulsionó hasta que sus sonrisa encontré entre las más oscuras tinieblas, tinieblas, que nunca antes me había osado a mirar y que con ella, sólo en una cosa se convertirán, sólo, en luz celestial.

domingo, 23 de octubre de 2011

Luces de Noviembre (Parte I)

Los últimos rayos de sol llegan tímidos a mí.

El lago refulge brillante en una explosión de colores rojizos y anaranjados.
Los árboles dejan pasar haces de luz, que van perdiendo intensidad cada minuto que pasa.

No puedo ni recordar cuánto tiempo he podido pasar bajo aquel robusto árbol mirando las aguas. Las aguas me tranquilizan, las aguas me calman.

Observé una de las cortezas que de aquel arbol arranqué. Estaba tallada.
Con esmero y paciencia conseguí
poner en ella su nombre.


Gabrielle –Dije en voz alta y miré hacia el cielo, cada vez más en oscuridad, cada vez menos ilumindado. Su recuerdo no se va, áun me persigue.

Me incorporé con cuidado y crucé el viejo puente de piedra. Las luces de los candiles iluminaban la ciudad. Regresaba de un pequeño mundo casi perfecto.

Pensaba por el camino qué sería de mí esa
noche. Últimamente estaba de gran humor, el frío siempre ha sido de mi agrado y con la llegada de los vientos del norte tenía el gozo asegurado. Sin embargo, mi vida cojeaba, y es por esa falta que tanto extrañaba.

Gabrielle es una joven de apenas 21 años. Su figura, lejos de compararla con cualquier otra, suscitaba las miradas de los hombres y, aunque ella prefería pasar desapercibida sí le gustaba sentirse bella.

Hablar de ella me da escalofríos, pero sólo con su recuerdo me bastó para pasar las noches más invernales.


Suerte he tenido de haberla podido ver exenta de su encorsetada figura. Nada me provoca tanto placer como mis labios rozando su nívea y suave piel, apenas tocada por ningún otro, cómo sus labios carmín, recorrían mi gastada piel. Respirar su pelo, largo, ondulado y de tonos arbóreos me entrecortaba la respiración, más aún, cuando tanteando su delicado cuello, olía su perfume prohibido, aquel por el que caería en locura todos los días de mi vida.

Ella ya estaba prometida desde los 19 . El afortunado
, un varón, casi 10 años mayor que ella, pero con una vida próspera y sin aparentes problemas gracias a su negocio en la industria textil. Su matrimonio nunca ha tenido problemas, sin embargo las largas ausencias de éste tras sus viajes, despertaron en Gabrielle aquella necesidad imperiosa de amar con la que nos conocimos.


Nuestros encuentros son casuales, bueno, o no lo son tanto. No puedo ser visto y con sumo cuidado mido mis movimientos para verme con ella. Esta es la razón por la que me encontraba en la puerta de su caserón, tocando la empedrada fachad
a cuya antigüedad se dejaba notar en las enredaderas y musgos que la cubrían.


La medianoche se dejaba oír en un repiqueteo eclesiástico y el corazón se me aceleró.
Con ella me encontraría de un momento a otro. La volverí
a a ver.


Una mano, tocó mi espalda. Mi distracción y mis pensamientos lejos de cualquier realidad me habían jugado una mala pasada y había bajado la guardia. Me
giré y vi un encapuchado, algo más bajo que yo que me sonreía.

Se descubrío y dejó entrever el rostro más hermoso que de no haberlo visto antes no lo hubiera podido imaginar.

Se inclinó para besarme el cuello y respiré profundo, disfrutando .

miércoles, 19 de octubre de 2011

Arcaicos

Hoy es 19 de octubre.

Y hacía tiempo que no dejaba caer algún pensamiento mío que fuera de las emociones fuertes, me causara sensación.

Comienzo hablando, como en otras muchas y recurrentes ocasiones de la mentalidad que nos azota a nosotros, a la raza humana y más específicamente a nosotros, a la raza mediterránea española.
No es un día cualquiera cuando en el ágora de tu facultad están poniendo diversos puestos con información acerca de la Universidad, de otras organizaciones de estudiantes, de respeto y cooperación, de la delegación de alumnos etc.
Menos, cuando estando en uno de los mereci
dos descansos entre clases, te enteras de que en aquella plaza de la que hablaba, están regalando libros. El compañero que me lo había hecho saber ya iba provisto de unos 3 ejemplares y la persona que le acompañaba de otros 3. (Sólo había 3 modelos de libro diferentes)


Yo estaba algo nervioso, porque quizá podría bajar las escaleras del Aulario y echar un vistazo a algún buen libro, pero en ese momento tenía que estar concentrado en la complicada escritura visigótica en su variante cursiva.

La clase acabó y después de recoger un poco, encuentro que ya venían unas 10 personas, con al menos un libro en la mano y los otros dos chicos de antes, con otros 3 ejemplares (repetidos a los anteriores, por supuesto.)

Mientras una amiga mía me preguntaba si quería bajar con ella a coger algún libro, pero yo estaba aún recapacitando la escena que estaba viendo…

Me quedo en mi sitio y espero preparando los apuntes de la asignatura de Hª del Arte.
Hablo con el chico que había cogido dos veces libros. Me dic
e que son un muermazo, que tratan temas de diversidad sexual, afectividad, testimonios de personas que han pasado buenos y malos momentos por este tema…

Claro, le pregunto que por qué los coge si cree que no los leerá, y su respuesta es sencilla. –“Son gratis”.

Entorno los ojos y me dice que no sabe qué hará con ellos, que lo mismo podrá sacarse una pasta si los vende por Internet o donde pueda.

Entra más tarde otro compañero con 4 ejemplares del mismo libro. Ya no sé qué pensar.

Y ahí es cuando yo, me desentiendo del tema y vuelvo a corroborarme a mí mismo.


Es decir, como me lo regalan y es gratis, no lo valoro, simplemente lo cojo, me da igual si alguien, con problemas de aceptación social, o alguien que, de verdad esté interesad
o en el tema lo hubiera necesitado muchísimo más que la gran mayoría de mi clase.


No sé si es codicia, me decanto mucho por esa opción, pero, seamos razonables.

Nos quejamos de que el mundo va mal, de que E
spaña va mal, de que todo va mal, cuando somos los primeros que ni valoramos lo que se nos ofrece o lo que podemos tener.

Un libro es un amigo, yo no podría robar uno, no podría pintarlo, no podría rayarlo, no podría malusarlos, ni no usarlos, no los cogería porque sí, y menos para venderlos…


Me decepciona esta sociedad con sus acciones y me decpeciona el que sea tan difícil cambiarla. Donde hasta lo más razonable parece que, o no se sabe, o no se entiende.

Mi amiga cogió finalmente un libro para mí, lo aceptaré sin ningún problema, es un regalo suyo, los regalos siempre se hacen con buenas intenciones y los regalos nunca deben rechazarse. Sólo espero, a diferencia, poder tener el tiempo suficiente de leer sus páginas de corazón vegetal.




viernes, 14 de octubre de 2011

Puzzle shapes



Las piezas encajan...¿qué piezas?

Ni tú, ni yo, ni nadie lo sabe.

Podré decir lo que quiera, pero no me creas lo más mínimo.
Al final te das cuenta que sí, que los hechos se solapan y se determinan unos gracias a los otros, que una simple decisión en el pasado, puede coger tal inmensidad y complejidad en el futuro por todo lo que llega a abarcar, que me da por pensar demasiadas veces las decisiones.

Y con esto puede que esté perdiendo algo de libertad (según me dio a entender mi mentor hace un tiempo ya algo lejano).

Sin ahondar más en esto, me quedo con "puzzle shapes", canción de frío, viajes y madrugadas.


lunes, 10 de octubre de 2011

Mare Nostrum

Observar es algo que me asusta.

Porque no sólo estás tú, no sólo te veo a ti…

El muelle es grande, nublado y de tonos grises.
Hay barcos ráidos por el tiempo, madera que ha aguantado mil y un viajes e innumerables ocasos, otros, en cambio, brillan blancos y apenas han conocido las aguas.

Algún tempranero pasea con su perro. La excusa perfecta para bajar a ver el mar y los barcos. Él pasea con más gusto que el animal.
Las cafeterías emanan un suave olor a tostadas, chocolate y café y cuando paso cerca de alguna de ellas, me envuelve un
calor reconfortante que me ayuda con el frío de la calle.


Voy dejando el muelle atrás soplando los guantes que calientan mis manos en un afán de que entren en temperatura. La playa queda ahora a mi derecha.
La arena, mojada por la condensación de la noche, apenas brilla.

“En verano apetece mucho más pisarla” –
Pienso.

Me dejo parar en uno de los ensanches del paseo marítimo donde puedo sentarme tranquilamente en el borde de la construcción. Un metro más abajo tengo la playa.

Miro el reloj y me tranquilizo.

Nunca llevo reloj, sólo en ocasiones especiales, importantes. La sensación de que vas tarde a todos sitios me incomoda, y eso es lo que pasa siempre que llevo uno.

Dejo caer mis hombros hacia delante y dejo mis brazos colgando, después subo el izquierdo para poder apoyar mi barbilla en él.
Miro el horizonte y casi aprecio la curvatura del planeta.

Me incorporo y trato de encontrar algún velero, algún pescador o alguna barcaza, pero mi búsqueda finaliza pronto.

Apesadumbrado vuelvo a la posición anterior y miro las espesas nubes. Ni blancas, ni oscuras, son grises. “Ya se nota el invierno” –Me digo en voz baja. “Pero hoy no lloverá”

Soy bueno adivinando la meteorología.

Noto una mano helada en mi hombro y me sube un escalofrío desde el coxis hasta la médula espinal y tiemblo resoplando.

-Eso no te lo crees ni tú. Me dice una cálida voz.

Sonrío vengativo.

-No me des esos sustos que llevo esperándote desde pasadas las 8.

-Ya, pero ese es problema tuyo, porque quedamos a y media y yo he llegado puntual.

Entorno los ojos y con una media sonrisa y con un odio infinito le suelto un “vendetta”

-Venga, no sigas pareciendo malvado porque no te sale.

Nos abrazamos con gusto y acompañándola con mi mano le ofrezco sentarse en frente de mí. Coge mis manos, sopla en ellas para calentarlas y levanta la mirada.

Tengo ganas de morirme cuando me mira así, eso no puede ser humano.

Repito el mismo ritual y ella sonríe.

Nos acercamos un poco más.
Sigo teniendo sus manos entre las mías y le mantengo la mirada.

No necesitamos más, nos estamos comiendo el uno al otro por dentro.

Nos estamos, queriendo.

Hay tantas cosas para fijarme en ti, que nunca me quedo con ninguna.
No recuerdo tu rostro, sí tu sonrisa.
No recuerdo tus ojos, si tus puilas
.

Llévame hasta donde tú quieras, yo te dejaré

lunes, 3 de octubre de 2011

Percepciones II

Este mes de Octubre no os propongo una frase, sino cuatro palabras que para mí tienen una importancia vital.

Los 4 elementos

El fuego, el aire, el agua y la tierra.

[Aquello que se os ocurra, aquel elemento que os guste como el que más, razones para elegir uno y no otro... En esta sección todo tiene cabida y todo lo que digáis es importante]