miércoles, 6 de mayo de 2015

Ártico

Decidí entrar en ese vagón como si fuera un acto reflejo.
Mentiría si dijera que fue un hecho totalmente premeditado, porque no lo fue. Volvió esa sensación de seguridad ante lo incierto y decisión ante lo efímero. Como si no fuera consciente de qué es lo que aguardaba en mi destino, salvo una sonrisa y un beso suplicando una disculpa.

A partir de ese momento, todo parecía precipitarse hacia un vacío que me llenaba por completo. Un paseo que no necesitaba ni conversaciones, ni silencios. Rodeado de un espectáculo arquitectónico, acabé recostado sobre la pieza más vanguardista. Seguí sus curvas como una hoja de ruta, deseando llegar el momento de perderme y prescindir de esa referencia. Su piel de canela y sus ojos, dos centellas, me dejaron adormecido bajo la tenue luz de una llama, atrapada en cera, que luchaba por escapar hacia el cielo.

Comprobé cómo se quemaban mis entrañas ante tu insistencia. Sin querer dejar tus labios, afincando residencia, cerré los ojos, desesperado, esperando a que mis pulmones respiraran. Las mañanas amanecían terminando; las tardes salpicadas por el olor a hierba y  el desgarro de un saxo; las noches se eternizaban imaginando un vals entre tus brazos.

Acabé fulminado. El calor de tu cuerpo terminó por hacerme viajar al Círculo Polar, vencer el frío, y derretir el Ártico.




domingo, 19 de abril de 2015

Narcótico

Había vivido una especie de letargo mental que me había impedido recuperar parte de lo que consideraba mío y había decidido esconderse para no seguir siendo herido. Cuando murió marzo, un impulso recorrió mis entrañas y se fundió con la fugacidad de un momento que había imaginado imposible.

Ella, como no podía ser de otra manera, me esperaba con los pies cruzados, bajo mi impuntualidad, sentada en un banco. Con una imagen primaveral, y una primera impresión que reafirmaba mi curiosidad,  paseamos, hablamos, reímos y los compromisos más banales apartamos.

Empezaba a fascinarme la facilidad con la que olvidamos los almuerzos y cenas canceladas, los cumpleaños solitarios o las numerosas rosas enviadas e injustificadas. En ese momento el tiempo se dinamitaba y el agua parecía caer más despacio de las fuentes. El aire fresco limpiaba los pulmones de la ciudad y los pájaros saludaban desde las copas de los fresnos.

Entre la sed que nos recorría y el sol abrasador, recostados en un montículo de hierba húmeda, decidimos que era el momento de repasar meticulosamente nuestras lecciones de vida. Una experiencia tras otra culminaba una historia apasionante y la emoción de un beso instantáneo me golpeaba con fuerza.

Los ritmos caribeños, a modo de timbales y percusión, nos sumieron en un estado narcótico que duró varias horas. Así, con los ojos cerrados interrumpidos por miradas pasajeras, aprendí que hay emociones que no tienen límite y que cuanto más profundo buscas una respuesta, más desconcertante puede parecer la explicación.


Dejé de pensar y volví a mirar sus rasgos amables.
Una cometa nos sobrevoló.

jueves, 9 de abril de 2015

Honey

Cuando estás acostado frente a sus ojos, lo único que puedes hacer es callar y dejarte llevar.

Viví con esa sensación incluso en el momento en que tuvo que marchar. Y después de ese instante, cuando te alejas de algo tan intenso, te das cuenta de lo mucho que ha quemado su impronta sobre tu piel.

Era un misterio poder descubrir sentimientos tan profundos a través de una mirada y una caricia de sus dedos. Como si nuestras almas fueran transparentes y supiéramos leer lo que necesitaban para revolverse de agitación.

 No sabía que algo así pudiera existir, ni que pudieran conocerse tan sutilmente las emociones con sólo mirar su iris al sol. Y me sorprendía porque ella lo veía todo con esos ojos de miel, me descifraba como yo hacía con los versos y las poesías.

Esa chispa abrumadora que me sacudía se sobredimensionaba con cada beso. Me sentí inconformista, atrevido, egoísta. No se puede engañar al corazón, ni se puede ocultar una fuerza tan consentida.

Todavía conservo el olor, el sabor y el tacto en la penumbra.
Todavía me perdería en cualquier parte, si tú quisieras acompañarme.


lunes, 16 de marzo de 2015

A dentelladas

Así es como se llenó la cabeza de sueños profundos y sensaciones, de cometas voladas sin cuerda , viajes espaciales y futuribles. Todo lo que había imaginado quería tenerlo y lo acariciaba con la punta de los dedos, pero siempre volaba ese perfume lejos de su alcance y él debía aceptarlo porque nunca firmaba contratos, ni era propietario de esas ilusiones.

Ese querer y no poder, o esa insistencia enfermiza por  buscar los retos más difíciles lo convirtieron en un experto pedagogo. Bueno en la retórica y en la expresión, comprensivo y empático, pero a su vez cautivo de sus experiencias. Incapaz de aceptar con naturalidad el abandono o la derrota para reconducirla a un nuevo compartimento marchito del corazón.

Y es que vivía a base de fugacidades, como si fuera a explotarle en la mano esa válvula de la vida que no le dejaba descansar con su imperioso latido. Era un termómetro de las emociones, capaz de hacerle sudar para recordar o enfriar para olvidar una respuesta de esa boca consentida.

Vaya sabio. Vaya maestro del fracaso. Sabía desentrañar con excelencia lo ajeno, pero acababa desesperado con su propia vida. Sentía en su piel esa debilidad de aquel que protege  una fiera que no lo necesita, y por ello pensaba que los bozales no eran necesarios pese a acabar con el alma desgajada a dentelladas.

Mantiene las heridas, aunque poco a poco cicatricen, pero la mirada oscura de esa bestia sigue persiguiéndole en sus pesadillas. Y sus sentencias desaforadas caen resbalando por sus mejillas y su pecho como una bomba de relojería, a punto de estallar en el momento en que cierre los ojos y acepte que ella renunció a lo que él más añoraba.


domingo, 15 de febrero de 2015

Finisterre

Desde el viejo faro apagado casi no se escuchaba nada. Sólo un suspiro de lluvia y un rugir de bestia que se atenuaba cada vez que la espuma salpicaba las piedras, caídas, de los acantilados.

Era el mes de febrero. La noche cubría el cielo y la mitología celestial quedaba atrapada bajo un manto de nubes que aclaraba la oscuridad con un gris tormentoso.

Habían caído unas gotas por la tarde y todo estaba mojado. Nos  habíamos precipitado a ese rincón de la bahía buscando un cobijo, aprovechando que yo ya conocía la vieja puerta de madera, de la parte de atrás, que siempre quedaba abierta.

Estábamos solos. Me quité el abrigo, los zapatos, los calcetines, y así, hasta quedarme en lo mínimo exigible. Me cubrí con una manta. Ella hizo lo mismo. Estábamos empapados, y nos vimos en una situación grotesca y entrañable.

Tapados con ese grueso testimonio de lana, lejos del puerto y sin esperanza de que amainara, decidí mirar su silueta entre las sombras. Apretabas tu pelo para liberarlo del agua con cuidado de que la manta no se te escurriera. Qué inocente parecías.

Te observaba fijamente. Estudiándote. Queriendo decirte tantas cosas innecesarias.
Temblabas de frío y te recostaste para apoyarte en mis rodillas. Así era más fácil ver la forma de tus pómulos, ligeramente preocupados, o la silueta de tus labios, aún mojados.

Tú me miraste, y sonreíste por la estupidez de las casualidades. Tenías una mirada profunda, que envidiaba y deseaba saber qué es lo que quería decirme. Yo no podía hablar esa noche, ni quería entender lo que decías. Sólo podía mirarte.

Te incorporaste y tu frente se apoyó sobre la mía. Un calor frío me estremeció y me recorrió súbitamente. Parecía que el oxígeno desaparecía. Yo sólo cerré los ojos, tú sólo suspiraste.


miércoles, 4 de febrero de 2015

Búnker

Estoy en medio de una guerra que no puedo parar.

Llevo días oyendo las sirenas de alerta,
viendo cómo los aviones de combate sobrevuelan el cielo,
sólo buscan supervivientes.

Quizá yo sea uno de ellos,
uno de los muchos que se debate entre un conflicto,
pero que no tiene ni armas, ni tanques.

Cada noche me disparan,
las balas penetran limpiamente,
y se quedan guardadas en alguna parte de mi mente,
sin poder encontrar la forma de sacarlas.

Toman forma de recuerdos,
de imágenes de desolación,
de lágrimas, de lluvia,
de respuestas sin solución.

Vuelvo a escuchar el silbido de las bombas.
Sé a dónde se dirigen, y yo no puedo hacer nada,
quizá esperar a recibirlas,
quizá recibir la estocada.


Aguardo en silencio, como siempre he hecho,
escondido, entre el pasado y los sentimientos.
Observando cómo poco a poco te difuminas,
agrandando esa herida que brota de mi pecho.

lunes, 26 de enero de 2015

Victoria de Samotracia

Sigo sin poder ver una foto tuya.

Me estremezco cada vez que imagino esa sonrisa inexistente, o esos ojos almendrados que brillaban solos y significaban tanto.

 Se me hace un nudo en la garganta que me impide gritar, pensar, imaginar, y sólo la nostalgia  es capaz reconducir mi mente y olvidar una realidad desinteresada.

Soy una persona muy orgullosa. Y todo lo que he hecho por ti, todo lo que te he dado, ha sido tanto, que irremediablemente, llevas una parte de mí.  

He confiado más en ti que en mí mismo. Te he dado los ánimos que yo no tenía, las ganas que yo no tenía, el amor que ya no tenía. Aunque la situación fuera la más adversa del universo, lo hice.

No me rendí, nunca abandoné, y pese a recibir esas heridas que me desangraron lentamente, continué ciego hacia ti. Como si eso fuera a matarme, como si tus labios fueran a acogerme.

Era triste. Era un triste iluso y soñador que imaginaba que la vida era bella, que las personas eran bondadosas, y que con cariño todo podía solucionarse.


Creí en ti, como nunca había creído en mí. Desee tanto tu felicidad, que acabé por perder la mía. Fuiste el claro reflejo de un ángel que se había petrificado. Un hermoso ángel que admiraba, con mirada serena, pero con un corazón destrozado.



martes, 13 de enero de 2015

Voltaje

Estoy cansado de las emociones.
Me alteran y me dejan fuera de combate.

La tranquilidad se rompe en sus inoportunas apariciones,
la tierna pasividad de la mente se recrudece en cada ataque.

Cada vez me explico menos por qué siento ese voltaje que nace entre mis dedos,
y va a morir en alguna parte entre los pulmones.

No soporto esa carga incendiaria que me convulsiona.
Ese estado latente que cuando viene desaparece.

Dichoso el que crea en la persistencia de la memoria,
ella sigue ahí, y yo no encuentro medicina para aliviarla.

domingo, 4 de enero de 2015

La Bestia

Pasas a otra dimensión, aprietas los ojos y los dientes, notas cómo la cabeza se acelera, cómo los pensamientos recorren tus pupilas, esos recuerdos, esas frases que te marcaron la vida. Son sentencias que te sentencian, quemaduras que se tatúan en tu nuca y despiertan tu ferocidad. Los ojos languidecen, los músculos se tensan, las uñas se clavan en la palma de tu mano, se entrecorta la respiración y frunces el ceño. Enseñas los dientes, eres una especie de ser salvaje. Quieres gemir, quieres gritar, pero no decir ni una palabra, sólo un aullido que te libere, que permita soltar las lágrimas que te quedan. Un grito que se oiga a miles de kilómetros y que te transforme de nuevo en esa persona segura de sí misma, que cree en los imposibles. Golpeas el suelo con la insistencia de un loco, sin dudar en que ahora lo eres en cierto modo. La furia de ese animal se calma, la respiración se relaja. Caes al suelo rendido, cae la bestia que vuelve a dominar tu mente.


jueves, 1 de enero de 2015

Herrumbre

Estoy cayendo,
como los grandes héroes que cayeron luchando por su reino,
como los valientes soldados cuando dispararon por la libertad,
como los guerrilleros que asaltaron a los atracadores por la paz,

pero yo no soy un hombre de honor,
no llevo uniforme,
no tengo bandera que defender,
no puedo gritar a mi enemigo..

Doblé la espada con la que ensamblar,
mojé la pólvora con la que disparar,
perdí la identidad que me distinguía
y sin embargo ahí seguía en medio de ese conflicto  intratable.

Dueño de mí mismo, sin ser capaz de manejar una situación tan inestable,
y ante ese dolor que no me dejaba limpiar mis heridas de sangre,
ni limpiar mi rostro de hollín ni cenizas,
abandoné mis armas colmándose de herrumbre.


Estoy cayendo, mi coraza se desvanece.