jueves, 30 de septiembre de 2010

Tiemblo

Estoy sudando, y hace frío. Me revuelvo entre las sábanas y me hecho hacia atrás rendido, me toco la frente, la mano me arde, me tiro de nuevo al colchón apretando los ojos y los dientes por el dolor. Apenas puedo respirar y la garganta me duele, intento hablar, se me quiebra la voz. Bebo agua despacio pero cada vez que trago un dolor punzante me atraviesa el esófago. Estoy pálido, tengo ojeras y la boca entreabierta para poder respirar. Los labios los tengo cortados y mis sentidos empiezan a nublarse. Casi no puedo ni saborear el delicioso caldo de mi madre y a base de caramelos de menta intento aliviar ese gran amigo nuestro llamado dolor. Siento que me muero. Me siento débil, estoy débil. Siento angustia y comprendo, ahora más que nunca lo insignificante que soy. Me entristezco. Llevo dos días sin dormir y parece que no haga nada más que beber agua y toser. La cabeza me sigue ardiendo y el termómetro marca 37´5 º C. Me desespero y me desmorono. -“Aquella noche pasé frío”. Pensé. Maldigo por la bajo. Mis horas de vida están contadas. Estoy enfermo. Tiemblo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Definición

Resistencia

1. f. Acción y efecto de resistir o resistirse.

2. f. Capacidad para resistir.

3. f. Conjunto de las personas que, clandestinamente de ordinario, se oponen con violencia a los invasores de un territorio o a una dictadura.

4. f. En el psicoanálisis, oposición del paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones inconscientes.

8. f. Mec. Causa que se opone a la acción de una fuerza.


[pasiva]

1. f. Renuencia a hacer o cumplir algo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Influences

Miramos a la gente a veces con desprecio y ni siquiera la conocemos prejuzgamos si y esto es inevitable, porque cualquier aspecto que se salga de la estructura que cada uno de nosotros hacemos de nuestras vidas nos resulta extraño, somos personas desconfiadas y tradicionales.
Muchas veces creemos que lo que nos pasa es único, que lo que hacemos no lo puede hacer nadie, que trabajamos más que cualquier otro, que nuestras acciones no están recompensadas, y si lo están, quizá no lo suficiente.
Somos gente impaciente, nerviosa e impaciente. La famosa frase “Carpe Diem” confirma lo que digo, pues creemos que lo que no hagamos ahora o en un corto periodo de tiempo, no podrá hacerse nunca y quizás pensemos que perderíamos una gran oportunidad, algo que sólo podría ocurrir una vez. Mirándolo desde otro lado, esperas que pase lo que quieres y ni siquiera eres capaz de tomar tus propias decisiones, pues necesitamos de ese algo para que nos impulse al final a hacerlo y esperándolo perdemos la oportunidad.
Todos sabemos esto, sin embargo muchos mentimos y lo ocultamos porque por naturaleza somos así, somos cobardes, tememos al fracaso, al ridículo e incluso me aventuraría a decir que dependemos demasiado de la opinión de los demás. Lo que nos convierte en personas con miedo y
fácilmente influenciables.

jueves, 16 de septiembre de 2010

En una isla desierta...

Bueno, como superviviente en una isla desierta os daré algunos consejos, recomendaciones y un listado de cosas que nunca debéis o que es imprescindible que tengáis en una isla desierta.

Vale, cuando lleguéis a una isla, sed inteligentes y no gritéis: “¿Hola? ¿Hay alguien?, porque si algún indígena o alguien no se había percatado de tu presencia ya lo ha hecho. Así que calladitos. Y tampoco hagáis la típica pregunta: “¿Dónde estoy?” Porque no os va a responder ni Dios.

Lo primero que debéis hacer al llegar es acercaros a una roca o un árbol y poner la fecha en la que te encuentras ahora mismo y si algún día consigues salir de allí, pues pones la fecha del día que escapaste. Sé lo que jode, por experiencia propia saber el tiempo que ha estado atrapado algún que otro naufrago.

Bien, compañía necesitareis, pero por dios, sed originales y no hagáis al típico “Wilson” Tened más imaginación y yo que sé haced algo que merezca la pena, no un coco.
Aunque siempre podríais haceros amigos de algún mono de esos antropófagos que suelen haber por las islas desiertas.

Ni se os ocurra tampoco llevaros juegos como el parchís, o el ajedrez, sólo sudokus, sopas de letras o crucigramas. Un juego de más de un jugador podría haceros sentir más solos de lo que estáis. Y creo que ni “Wilson” ni los monos antropófagos estén muy por la labor de jugar con vosotros.

Ah! ¿Qué es eso de…? ¿Qué dos discos te llevarías a una isla desierta? Seamos realistas, si no tienes una mini cadena, ¿cómo (piiiiii) vas a escuchar un disco? Y no me digas de walkman porque se te calló al agua y se te rompió. Así que olvídate de música y concéntrate en hacerte una flauta con alguna rama de algún árbol carnívoro de por allí.

Respecto a la comida…La fruta no os la recomiendo, probé de un árbol algo parecido a una manzana y eso sabía a puré de insecto. Pescar si podéis intentarlo, siempre y cuando hagáis una caña rudimentaria y con un poco de suerte en 4 o 5 horas puedes llegar a pescar un pececillo que otro. Lo más rentable es la caza. Sólo hay un inconveniente, no sé si lo sabíais ya o no, pero yo he estado en una isla desierta y os puedo asegurar que allí los únicos animales que hay son antropófagos, siempre me he preguntado como podrían sobrevivir allí, no creo tampoco que se pierdan humanos cada dos por tres en la isla, pero vamos, o lleváis cuidado o estáis liquidados. Yo por ejemplo sobreviví una semana sólo a base de raíces de plantas que crecían al lado de la playa y no serían muy nutritivas, pero te dejaban un aliento en la boca arrebatador.

Otra cosa que no os recomiendo es que os preocupéis por lavar la ropa, porque vais a tener que poner a prueba vuestra dignidad cada día que pase sin que esté limpia, haréis bien en dejarla así, yo me cansé y fíjate que me servía ya hasta de camuflaje los andrajosos restos prehistóricos que me quedaban de un pantalón de tela que un día fue bonito.

Algo que os puede resultar muy práctico, sobretodo a la hora de pasar el rato y tal es por ejemplo llevaros algún libro. Ehh, quietos, no os llevéis, ni “La isla del tesoro”, ni “Robinson Crusoe”, ni los libros de “Los Cinco”, ni “Simbad”, ni cualquier otro libro que trate de piratas, islas, tesoros, playa etc etc etc. Quemaríais el libro la primera vez que hicierais un fuego.

Y para las chicas…ni crema de manos “Fórmula noruega” de Neutrógena, ni pintalabios, ni rimel, ni sombra de ojos, ni colorete, nada, a ser naturales, dar gracias si durante vuestra estancia conserváis algo de ropa y no tenéis que ir con hojas de palmera carnívora tapándoos. Ahora sí, a los hombres les digo lo mismo, ahí ni revistas de coches, ni la cervecita bien fría mientras veis el fútbol…nada, ahí nada. A los jovencitos de hoy en día…qué será de vosotros…sin el cigarrico después de comer, ni el botellón de los sábados, ni el rollo de todas las semanas. Un crío no sufre en una isla desierta, porque se entretendrá con cualquier cosa y si tiene suerte y no le come alguna familia de algún animal antropófago que pueda haber por allí, lo mismo hasta sobrevive y todo. Yo por suerte desarrollé una espora, que me avisaba y me transportaba a otra dimensión cuando mi vida corría peligro. No os voy a decir los efectos secundarios del uso de esta habilidad, sólo os diré que el mago que me la dio en la isla me dijo no se qué de “anónimos” yo no le entendí y me fui para la playa. Donde dormía.

Eso sí, si de verdad vais a una isla desierta, sólo hay una cosa que deberíais llevar…un orinal, porque allí no hay ni un p... váter!




sábado, 11 de septiembre de 2010

Cómo pasa el tiempo...

Pasó hace tanto tiempo y a la vez hace tan poco...todavía recuerdo dónde estaba y qué hacía cuando ocurrió. Por aquel entonces tenía 7 años. Era un crío, pero aquella imagen aún no se me va de la cabeza. Recuerdo a familias y familias llorando, bomberos luchando ante la desesperación, coches y más coches atascados, humo, mucho humo, recuerdo como dos torres de más de 300 metros se desplomaban y cómo antes de eso, la gente se tiraba desde alturas inimaginables para poder salvar sus vidas. Aquel día murieron 3017 personas, más de 6300 personas sufrieron heridas y otras 24 aún están desaparecidas.
Hoy, sólo se cumplen 9 años del mayor atentado de todos los tiempos, hoy escribo esto en memoria de todas las personas que perecieron a manos de los terroristas, a todos los afectados, tanto las familias que han perdido a alguien como a los muchos equipos de emergencia que también sufrieron la muerte en aquel infierno, a los poetas que han escrito sobre aquello, al cielo, que se cubrió de gris ese 11 de Septiembre de 2001 y a los que aún intentan sonreír y olvidar la tragedia que marcó sus vidas para siempre.


Hay una anécdota que creo que nunca olvidaré...

Aquel día, un padre tenía que acompañar como todas las mañanas a su hija de 8 años al colegio, pero justo esa mañana, ella no quería ir allí y andaba muy despacio para tardar lo máximo posible, se quitó los zapatos y se sentó en un banco negándose a continuar, su padre, se sentó con ella y le dijo que debía ir al colegio y que él tenía que ir a trabajar, mientras decía esas palabras el primer avión chocó contra una de las torres gemelas. Su padre trabajaba allí...


viernes, 10 de septiembre de 2010

El tesoro azteca

[Continuación de callejones, boinas y bohemios, veintisiete escalones y síntomas]

Desperté.
La cabeza seguía ardiéndome. La toqué inconscientemente. Tenía un paño húmedo y un vendaje. Intenté levantarme pese al dolor.

-¡Shhh shhh, quieta!. Dijo un borrón desde el fondo de la habitación.

Aún tenía la vista nublada y tardé un poco en distinguirle, era el señor de la cafetería, el de la barba blanca y el maletín.

-Te has dado un buen golpe.
-No, no, estoy bien. ¿Dónde estoy?
-Eso ahora no importa. Dijo tranquilo, parecía cansado. –Debes descansar.
-¿Qué es lo que ha pasado?. Pregunté de nuevo.

Me miré de pies a cabeza, estaba pegajosa a causa del sudor y no sentía las piernas.
No llevaba el suéter y la camisa la llevaba medio abierta. Tampoco llevaba mi pulsera de abalorios ni su pulsera.

-¿Y mis cosas? Insistí.
-Ahí.

Señaló una mesa un tanto antigua cerca de mí, allí no estaba su pulsera, pero sí lo demás. Parecía muy atareado preparando algo. Un líquido semitransparente humeante con hojas de algún arbusto o árbol.

-¿Mi pulsera?
-Veo que no sabes qué es eso. Dijo seriamente señalando la pulsera que se encontraba enfrascada en una mesa no muy lejos de la otra.
-¡Sólo es una pulsera!. Reproché.

Al gritar me dolió la cabeza un poco más.

-Bebe agua. Me ofreció aquel señor.-La pulsera que llevabas no es una pulsera normal, no pienses que estoy haciendo cosas raras.
-¿Qué dice? Pregunté perpleja
-¿Ves la marca que tienes en la muñeca? Es el sello de los mexicas. Si no me equivoco esa pulsera perteneció al último emperador azteca Cuauhtémoc. El tesoro perdido de la civilización azteca. Ignoro como hayas podido conseguirla.

Explicó mientras terminaba de preparar esa cosa.

-Bebe, te sentirás mejor.

Mientras bebía de aquel líquido, extrañamente bueno me explicaba parte de la historia de aquel emperador…

Cuauhtémoc, fue el líder de los mexicas en el exterminio del imperio azteca por Hernán Cortés. Durante su reinado, tuvo que ver cómo su tierra era devastada por los españoles e incluso como moría su gente sin poder hacer nada. Su báculo, se lo quedó el propio Hernán Cortes, pero lo perdió en el naufragio del bergantín que lo llevaba a España, junto con la armadura de piel de lobo y todo el oro de las minas del Potosí que consiguieron. Pensaba que esa pulsera naufragó junto con todo lo demás…
-¿Cómo sabe que es la verdadera? Inquirí expectante.
-Sencillo, por la marca de tu brazo y el material. Está hecho de Pokgram. Un árbol extinto que abundaba en México por aquella época.

Estaba impresionada, no menos sorprendida por aquella historia.

-Cuauhtémoc murió a manos de Hernán Cortés.
Antes de morir dijo:
"Ya yo he hecho todo mi poder para me defender a mí y a los míos, y lo que obligado era para no venir a tal estado y lugar como estoy; y pues vos podéis ahora hacer de mí lo que quisieres, matadme, que es lo mejor"

Dime, ¿cómo conseguiste eso?
-Un hombre me la dio un día…bueno, no exactamente, se la vi puesta un día y a la mañana siguiente apareció en mi casa.
-Dicen las leyendas que quien la poseyera tendría el poder de leer las mentes, pudo hacerse muy poderoso aquel Imperio. Dijo el señor mirando por la ventana.

La verdad, poco a poco me fui encontrando mejor, la pesadez del cuerpo desaparecía día tras día. Aquel hombre cuidó bien de mí y le estaba agradecida. Investigué acerca de Cuauhtémoc y su Imperio al parecer realizó un pacto de sangre antes de morir, y la pulsera se impregnó de su alma, según cuentan algunas leyendas.
También descubrí artículos en Internet que hablaban sobre pérdidas de la memoria y de la consciencia durante días incluso casos de años. El aura de la pulsera se acoplaba al alma, controlando nuestra vida y proporcionando habilidades como el de leer las mentes o una celeridad y agilidad sobrenatural. De ahí, que aquel hombre con pintas de bohemio posiblemente estuviera afectado por el aura de la pulsera y que yo leyese la mente de aquel señor vagamente antes de caer al suelo inconsciente.
Ahora puedo decir que siento respeto por esta civilización y que su cultura impidió poder proteger su tierra y ser exterminados…



¿Os imagináis el mundo ahora, pero con las civilizaciones de los Incas, Mayas y Aztecas aún?





viernes, 3 de septiembre de 2010

Síntomas

[Continuación de "Callejones, boinas y bohemios" y "Veintisiete escalones"]




La noche se me hacía pesada, miraba el reloj de la cocina nerviosa, tomaba un poleo, y miraba un artículo del periódico que hablaba sobre el acoso en las aulas.

-¡Mierda! Dije con voz cansada y llena de pesadumbre. -¿Cómo puedes ser tan manazas? Pregunté mirando al techo de mi piso

Con la distracción había tirado el poleo sobre el periódico.
Me llevé las manos a la cabeza, a pesar de la escasa luz de la habitación, me molestaba y no sé cuanto tiempo estaba ya observando a mi gata con la mirada perdida.
Levanté el brazo y miré la pulsera.

-¿Qué tienes tú que no puedo concentrarme? Pregunté retóricamente. -Nada, supongo. Respondí…

Suspiré, cerré los ojos y respiré hondo.

-Simplemente déjame dormir. Supliqué a la pulsera

Hacía varios días que no podía dormir, Copenhague no había cambiado nada, el tiempo seguía siendo el mismo, llovía, y continuaba trabajando en aquella cafetería.

-Quizá sólo sea malestar- Me repetí. –Quizá sólo sea una mala racha.

Bostece

-Vamos Zissy, es hora de ir a dormir otra vez.

Mi gata me siguió por el pasillo hasta llegar a la habitación, se subió en mi cama y se acurrucó en una esquina. Yo me tapé hasta arriba, deseando poder dormir algo antes de despertar. Pero no fue posible. Tenía como pesadillas, sueños raros que no lograba entender. Cada mañana sentía una mayor pesadez en el cuerpo. Hoy tenía que ir a trabajar, después del fin de semana que irónicamente más he aprovechado para descansar, hoy me tocaba ver al chico que en la misma mesa de siempre me esperaba leyendo esa revista rarita suya.

Llovía, no me importaba. Abrigada, salí a la calle, hacía frío, mucho frío y un viento que helaba tus ojos. Me picaba la nariz y la bufanda no me parecía lo suficientemente gruesa ni grande. El invierno estaba siendo duro y lo que no fuese tu casa o la cafetería, era cosa imposible, cualquier lugar era mejor que la calle.

-¡Buenos días! Dije ocultando mi cansancio lo mejor que pude.

Obviamente el lugar no me contestó, pero me sentí como en casa. Pronto me puse a encender las velas de incienso del fondo y las de la entrada, limpié la barra y sequé algún vaso aún mojado de ayer noche.

-¿Se puede? Dijo un señor de barba blanca y gafas que llevaba un maletín en la mano. Era viejo y tenía pinta de listo.

-Buenos días señor, que desea. Dije cordialmente. ¿Un descafeinado, tal vez?
-Pues sí, sí, póngame uno, señorita. ¿Cómo lo sabía?
-Intuición, supongo. Dije un tanto cortada.

Se sentó cerca de la ventana, le gustaba ver llover. Y quería relajarse antes de dar una convención en la Universidad de la ciudad sobre Antiguas civilizaciones.

-¿Cómo sé todo eso? Me pregunté extrañada.

Me toqué inconscientemente la cabeza, creía tener fiebre, me equivoqué, aún así sentía que la cabeza me ardía. Respiré hondo y me tranquilicé.
Al poco él entró al local, era la primera vez que no estaba antes que yo aquí.

-¡Hola! Saludé con efusividad.
-Em...hola. Saludó extrañado por mi reacción.
-¿Que vas a tomar?
-Póngame un capuccino, por favor.

Me apresuré a prepararlo, mientras, pensaba, noté el desconcierto y la duda en su persona.

-Toma. Sonreí.

Aquel chico con pintas de bohemio me miró con cara extraña, me observaba de arriba abajo, y confundido preguntó no con mucha confianza:

-Perdone, pero, ¿nos conocemos?

Mis ojos se abrieron como platos, de golpe sentí frío, mucho frío. Lo único que recuerdo fue golpearme en la cabeza y ver cómo caía al suelo lentamente.



jueves, 2 de septiembre de 2010

Resistencia

Sigo sin querer creer lo evidente, sigo siendo yo.
Miento para esconderme de la verdad…
Dejadme pensar, NECESITO, pensar.

Me cuesta, no digo que no, pero me cuesta., no suelo estar como estoy, no suelo ser como soy y por más que lo intento no sé cómo solucionar este problema, me cohíbo, me avergüenzo, me infravaloro y me entristezco.
Me escapo del trabajo, intento serenarme, reflexiono en lo que pasó, reflexiono lo que pasa, no puedo sacar conclusiones. Me siento INÚTIL, inservible. No sé aprovechar mis oportunidades.
Paseo, y encuentro a gente como yo en mi camino, cuento lo ocurrido, cuento mi problema, me siento bien. Aún con sus consuelos. Estoy perdido, creo no cuadrar aquí. Siempre pienso que está época no puede pertenecerme, no soy un hombre del siglo XXI, no soy un hombre del futuro. Soy un hombre del pasado. Y lo que a veces me mantiene en mi sitio es refugiarme en él...A la vez de ser lo que me mata. Pero la confusión está presente en cada segundo de mi vida, pues no hay día que no pueda despertar contigo en mi cabeza, no hay noche, que no piense en ti, no hay día que olvido lo ocurrido, no hay noche que deje de existir. Te necesito, lo sabes, y aún así me espero lo inesperable, aún así, pienso lo impensable e imagino lo imposible. Me cabreo conmigo mismo por no saber llevar esta situación, todo a mi alrededor es demasiado complicado, mi afán de buscar la felicidad en las personas, funciona con todo el mundo menos en mí. Y lo peor es que contigo tampoco. Y no sé qué hacer, ya no sé que pensar, me desconciertas, eres indescifrable, pero te necesito.

Tú pusiste la trampa a la que me dejaste escapar, tú fuiste quien me calentó en el frío, tú fuiste la chica que me llenaba de palabras, quien me ayudó, quizá cuando más lo necesitaba. Cuántas veces deseaste que estuviera ahí, que me fuera contigo, cuantas veces se te habrá presentado ya la ocasión…El tiempo pasará, pasa y pasó, ya nada es lo mismo…Desistiría, pero no va conmigo, la paciencia sirve cuando sabes. Yo, ahora mismo, soy un ignorante. Ella, está callada.
Soy extremista. Ella está callada. Observo, pienso, observo, pienso, recapacito y fallo.
¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué tengo que ser tan terco? ¿Tan ignorante? ¿Por qué me preocupo tanto? ¿Por qué, me preocupas tanto? Recapacito y vuelvo a fallar.

Me ODIO, me odio a mí mismo por pensar como pienso, me odio a mí mismo, por caer donde cae todo el mundo, no soporto equivocarme, pero me odio a mí mismo por no saber levantarme. Odio no poder corregir lo que fallo. Me odio a mí mismo por sucumbir ante ella, me odio a mí mismo por no ser lo que necesitas, me odio a mí mismo por llenarme de ti, con tan poco… Odio ser como soy.

No me importa lo que me pueda decir ya la gente, me canso, porque es lo contrario a lo que pienso yo. No es ser pesimista, es ser realista, ni siquiera puedo ser como siempre soy. Ni siquiera puedo olvidarme de ti. Porque te necesito.
Me rebajo, me humillo y después soy demasiado consecuente, pero no puedo sentirte rencor porque ni siquiera sé, que me impulsa a escribir esto, o qué me impulsa a quererte, o qué es lo que nos unió. El lazo que formamos se resquebraja. Y ahora no tengo el suficiente ánimo para unirlo de nuevo. Necesito desaparecer. Porque no es justo que deba torturarme de esta manera. No es justo que tenga las razones que tengo para hacerlo. Pero es justo que lo haga.

A veces ni siquiera sé si me gustas, a veces ni siquiera sé que si te quiero, a veces ni siquiera sé si me necesitas, ni siquiera sé qué soy para ti… sé qué si desaparezco todo y nada volverá a ser igual y me repito constantemente: “Hagas lo que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas”. Por eso debo hacerlo.

Todo, porque me importas demasiado, todo, porque te necesito. Estoy abatido…