sábado, 13 de julio de 2013

Olvidé cómo te llamabas

Abro los ojos pero no estabas ahí. Ni siquiera tapada con una fina sábana que marcaba tu silueta de musa. Dios, te echo tanto de menos.

Me faltas en las noches más oscuras. Nosotros las iluminábamos, ¿recuerdas?
Me cuesta recordarte saliendo de la ducha. Espera, creo que ya me acuerdo: Dejabas tu pelo oscuro caer por la espalda desnuda aún algo mojada. Una toalla cubría con timidez toda tu belleza y yo cerraba los ojos esperando a que me besaras con dulzura.

Caías sobre la cama y me empujabas hacia el placer. Yo sólo podía quedarme quieto, asombrado ante tus ojos de fiera. Sentía tus labios por mi cuello, el pecho y el vientre. Esa sensación me estremecía y recuerdo temblar como la tierra cuando me abrazabas. La respiración se aceleraba y nos perdíamos en abismos infinitos y en aullidos de licántropo hambriento.

Parecíamos una sola persona, buscando refugio en nuestros corazones vacíos.
Olvidé hasta cómo te llamabas. Nosotros no entendíamos de nombres.




jueves, 4 de julio de 2013

Alta mar

La culpa de mis noches en vela
sólo la tuvimos nosotros.

Acompasábamos nuestra respiración con canciones del alma,
ahora canciones de angustia y olvido.

Cuánto añoré aquel viejo reproductor que sólo funcionaba de madrugada,
los despertadores apagados, las gaviotas del puerto.

Cuando respiro por las mañanas aún sigo buscando tu rastro entre el salitre,  el incienso que quemó cada una de nuestras vidas de marzo.

Todo estaba medido, todo era cómplice de un íntimo secreto.
Amarnos todas las noches que quisimos hasta devorarnos.

Temía desaparecer bajo tu cuerpo y hacerme más y más pequeño,
pero siempre aparecías con un salvavidas para rescatarme hasta la próxima ventisca.