jueves, 29 de diciembre de 2011

Tinta


Llámate extraña si te atreves a hablar conmigo.

 A veces, las personas que dejamos de existir por momentos, cuando la vida nos absorbe de aquella manera tan súbita, imaginamos el por qué nuestra falta de tanto.

Sólo profundizando en mí podrás darte cuenta que no soy nada más que lo que precisamente querías que fuera, aquel loco obsesionado por rescatarte todas esas noches en las que te escondías.

Mis marcas en las manos me delatan. Las palabras de preocupación no pueden ir ahí escritas con tal nitidez y precisión.
La tinta negra penetra por los poros de mi piel, cerrándose tras de sí, llegando y pasando a la epidermis y a la dermis para volcarse con el rojo más pasional y lujurioso que antes pude imaginar.

Noto que se me entumecen los dedos, ennegrecidos por aquella oscura circulación sanguínea, paralizados por la desdicha y maldición de su maniático manipulador.
Aquel quien cree mirarse en el espejo como fue y no como el que es.

Y aunque me queden unas horas de vida hasta que la infección se extienda por todo el cuerpo y la parálisis me deje inutilizado e indefenso, seguiré y pensaré si es que esta situación no merecerá de tu presencia.
Los prototipos son aquellos primeros, modelos, selectos, lujosos y ostentosos, pero nada realistas. Ellos nunca serían como los demás, porque los demás nunca serían como ellos.

Siento la debilidad en mis extremidades, un titubeo y una desarticulación de las palabras, ojos hinchados, enrojecidos y húmedos y la memoria en plena recapitulación.

 Enfermé en la enfermedad y ahora me fijo en los estragos de la misma.

 [Siempre gusté de tratar con enfermos, enfermos de amor]


sábado, 24 de diciembre de 2011

Mundano


Cuando las hojas de los árboles caían siempre en otoño, ahora, es el invierno quien las recoge.
Poco nos fijamos en ellas, pues en épocas calurosas o suaves suelen haberlas por miles, mientras que en épocas secas y frías suelen desaparecer.
No somos muy observadores, bueno, no al menos en la naturaleza. Está claro que preferimos salir a conocer gente que salir a conocer árboles, pero todo debe tener su término medio.

Me gusta pensar, cuando camino por antiguos paseos de reyes emblemáticos de siglos atrás de tu ciudad y observar.
Reconozco que no hago caso a las hojas hasta que se caen, que es cuando realmente captan mi atención.

En el suelo, rojas o marrones y desgastadas, tan secas que pueden romperse si apenas pisándolas con nuestros elegantes zapatos nuevos.

Y os aseguro que no, que ni mucho menos son todas iguales, que las hojas son como los copos de nieve, todas únicas e irrepetibles.

Soy muy inconformista, y a veces, para mis cosas, algo egoísta, y no contentándome con coger una o dos, cojo alguna más por si las circunstancias o las situaciones no me son favorables.
Así escojo las que más me gustan, aquellas que están enteras, sin agujeros ni bordes arrancados, simétricas y de un color uniforme, a ser posible con bordes puntiagudos y con un tallo redondo.

Mis exigencias son pocas, pero la naturaleza es la única que me las cubre todas.

Es diciembre y el frío invernal no llega, sólo resquicios de un viento oceánico que hiela por las noches. Al final me obligaréis a abrigarme.

La insignificancia de la vida hace grandes a los pequeños detalles.




sábado, 17 de diciembre de 2011

Decálogo

El aroma a menta, a canela y a orégano son especiales. Así que ya sabes de qué sabor deben ser tus chicles cuando quedes conmigo, qué poner en tus natillas y que añadir en nuestras pizzas.


Cuando las gotas caigan por millones prueba a acordarte de mí, cuando el sol brille, puedes probar a dejar de hacerlo. Sé que es difícil dejarlo, por eso nunca te pediré que lo dejes.

Para enamorarme no necesitas mucho, pero no tendría sentido si aquí y ahora te lo dijera. Demasiado fácil.

Si te apeteciera dormir cerca de mí, esta o cualquier noche, lo único que tienes que hacer es moverte disimuladamente a la izquierda hasta que puedas rozarme los pies.

Cuando dejes de querer que viva y prefieras provocarme espasmos cardíacos, haz cosas inesperadas, como coger mi mano o besarme despacio.

El día que me canse de ti, prométeme que me recordarás todo lo que te quería para volver a tenerme a tu lado.

Si en alguna ocasión quisieras un abrazo, sólo te bastará fingir que tienes frío. No creo que pueda resistirme.

Puedes jugar a ser mala, para ello prueba a gastar bromas y sonríeme pícara, pero en la realidad quiero que seas buena, por eso dejo que seas tú.

Para no estropear nuestras noches de estrellas, pediré controlar el clima a la próxima estrella fugaz que vea.

Y cuando no deje de hablar y ya no puedas soportarme más, cállame de la forma más dulce y directa que sepas, dejándome respirar tu respiración y beber de ti.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Pearl Harbor

Las guerras, lejos de satisfacer al humilde, nunca han dejado huellas para recordar.

Las batallas, donde el egoísmo de pocos, se convierte en la desdicha de tantos.

Ante la felicidad y un lema, “Vive y deja vivir”, la destrucción impone el suyo propio, “Vive para sobrevivir”


Aquel 7 de diciembre de 1941, Pearl Harbor cayó.

Un poco más de 70 años después, parece que todos supimos lo que pasó.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Percepciones IV

Diciembre, un mes, quizá el más frío, lluvioso y nevado.
Diciembre es un mes familiar, entrañable, donde el calor de las estufas avivan nuestras ganas de mejorar año tras año, donde los problemas intentan ser olvidados y reemplazados por esperanzas y propósitos.

Este mes quisiera mostraros una frase muy reveladora que me gusta mucho decirme a mí mismo cuando veo que sobrepasa la vida.

“Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”

Como siempre, os invito y más bien, deseo, que compartiérais conmigo vuestras opiniones, ideas, recuerdos, que os pueda suscitar dicha frase.
Espero que os haga bien, al igual que a mí me lo hace.

martes, 29 de noviembre de 2011

Noches de arena

Como todo sábado, despertarme temprano no era cosa de la casualidad.
Mi capacidad para dormir por las mañanas se remite a los largos viajes y a los largos encuentros en los que más que dormir podríamos hacer cualquier otra cosa.

La semana fue completa, cuanto menos agotadora.
Madrugones de mañana y madrugones de noches para estar descansado por el día.

Mi rendimiento es bueno, quizá mejor de lo que me propuse, pero no mejor de lo que espero de mí. Es curioso ver y observar casi a diario cómo vamos rompiendo palabras y promesas que nosotros mismos nos hacemos con la simple intención de llevar nuestra vida si no más cómoda, simplemente llevarla.

El pronóstico para el fin de la semana indicaba lluvias y tormentas. Era una de las pocas veces en las que llover podría fastidiarme un plan. Sin embargo, no sé si por cortesía de Zeus o por aquella borrasca en altura que estuve estudiando justamente el pasado jueves en mi clase de Geografía Física, las lluvias no llegaron y aterricé en tierra de gaviotas con una manga corta y una brisa de verano.

La lluvia no llegó ni llegaría durante el fin de semana, sólo un frío nocturno que helaba tus pies por muchos calcetines que llevaras encima.

Como era costumbre por las fechas, hogueras inundaban la playa abarrotada. Música de todos los tipos, (bueno, absténgase piano y cuerda frotada), tiendas de campaña y el humo de las hogueras que no se desprendió de mi ropa hasta que la lavadora hizo su trabajo.

La verdad es que la arena de la playa sólo le restamos importancia en verano, en invierno, en cuanto tenemos un poco en algún sitio estamos venga a quitarla.
Mis zapatos acabaron llenos y no me molesté en vaciarlos porque poco tardarían en volver a llenarse.


La noche caía, se hizo larga, sí, y poco a poco podías ver cómo la gente iba dejando su consciente para abandonarse a su subconsciente. Todos parecían tan felices.

Cuando decidí dormir más por mi cansancio o pensando en el día anterior que por el sueño que tenía, no lo conseguí. El viento azotaba la tienda con furia y alguna vecina salió volando.
La música y la fiesta, que no entendía de horarios, tampoco me dejó mucho respiro y mi balance de descanso fue prácticamente nulo, apenas, media hora.

Me quedo, eso sí, con la experiencia de una playa abarrotada, hogueras de estrellas, un cielo más claro del que pensaba, y un frío que te hacía temblar.
El mar, lo bueno que tenía, es que parecía ajeno a todo lo que pasaba, y él seguía con sus olas intentando penetrar en la arena de la costa.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Excesos

Mi madre siempre me lo ha dicho, una y otra vez.

“Los excesos no son buenos”

Claro, tú tampoco has hecho caso a todo lo que te decía tu madre cuando eras pequeño. Y si me dices que sí, prometo editar lo escrito y rectificar.


Siempre que hacía actividad física me avisaba de que controlara mis límites (Siempre he sido muy competetitivo) y que no forzara más de la cuenta o lo debido, vamos, que no me cansara excesivamente.

Cuando iba a casa de mis abuelos, allí en el pueblo cerca de la montaña, comer jamón era algo que me encantaba (¿He dicho era?, perdonad, “era y es”). Sí, también debía llevar cuidado, y más con lo tragón que soy, que siempre me como la comida muy deprisa, y quizá eso me haya llevado a tener algún que otro dolor de barriga que mi madre curaba con una deliciosa agua con limón y azúcar. (Con el tiempo he aprendido que el comer tanto o tan deprisa no me ponía malo, simplemente es que estaba creciendo. Los niños son muy influenciables.)

La televisión, los videojuegos o el ordenador han ocupado gran tiempo de mi vida. He tenido a mi hermanito como fiel compañero de juegos desde que nació sólo 2 minutos antes que yo, y, creas que no, es una ventaja.
Los dolores de cabeza que tenía de pequeño mi madre los atribuía a “Exceso de pantallas”. Por desgracia (o por suerte), no he podido comprobar este dato en la actualidad, pues no dispongo del tiempo que antaño.

Cuando mi madre dice que se come poca verdura en casa, contraataco con las espinacas. Mi “cosa verde” favorita. Las como de cualquier manera y están deliciosas, pero claro, hay que comer “de todo” y no siempre todo lo verde debe ser espinacas.

Excesos, excesos, excesos…

Sí, amigos míos, los excesos están en nuestro día a día, (exceso de maquillaje, exceso de tacón, exceso de ropa, excesos de alcohol, exceso de velocidad) . Sin embargo nunca hay exceso de estudio, de tiempo o de dinero, ¿eh?

Hace un par de días, yo me preocuba por otro exceso. Uno mucho peor de lo que os podríais imaginar, peor que unas patatas sin limón o sin mayonesa, peor que un bocadillo sin queso, peor que unas natillas sin canela, peor que una mancha en una camiseta, peor que no tener papel higiénico en el aseo, peor que una cerveza caliente en verano, peor que un botellón sin bebida o peor que darte un golpe en el hueso de la risa.

En efecto, estáis pensando en lo mismo que yo, y os entiendo tal y como me entendeis a mí. Cumplir 18 años, es el peor de los excesos.

Os copio, literalmente, el primer significado de “exceso” que salía en la página http://www.wordreference.com/definicion/exceso (No, no me lo he inventado)


1.m. Lo que se sale de los límites de lo normal o lo lícito:

Esta tarta tiene exceso de azúcar



domingo, 13 de noviembre de 2011

Vistas de lago

El muelle grita y chirría,

barcos ondulantes y blancos,

mástiles, aún más altos,

elevan mi alegría.

Mirada brillante,

por un sol estancado,

se fija en las aguas,

mar elegante.


Tiempo que apremia,

por vidas estudiantes,

invito a mis ojos,

a seguir viendo lo de antes.


Espero un minuto más,

espero sólo un instante,

hasta despedirme despacio,

de este mundo revosante.


Las máquinas trabajan,

azul las respeta,

aguarda en silencio,

bajo nuestras siluetas.


La noche lo enturbia,

la noche lo cambia,

lo enfada, lo cubre,

pero en mañana se destapa.


Mañana que vivo,

mañana que habito,

sentado en el muelle,

sentado perdido.


[Siempre es de gusto volver a aquella portuaria ciudad]

domingo, 6 de noviembre de 2011

Percepciones III

El mes de noviembre ha empezado. Una fecha señalada no por el comienzo de los vientos, las lluvias y los fríos, también por ser mes de aniversarios y mantas.

Como llevo haciendo desde los últimos tres meses, me gustaría que compartíerais conmigo qué es lo que os suscita la frase que os indico un poco más abajo.
Quisiera que las opiniones fueran abiertas, no importando lo que puedan pensar unos u otros, pues igual de valiosa es una información por haber salido, simplemente, de nosotros mismos.

La frase que este mes de noviembre os muestro la dijo en su día el gran Mahatma Gandhi y la escuché por primera vez en una película que realmente me gustó.

Hagas lo que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas

viernes, 28 de octubre de 2011

Luces de Noviembre (Parte II)

Abrió las puertas y cogió mi mano.
Sentía frío, menos por la parte que la tocaba.
Un tímido chispeteo empezó a golpear las ventanas cuando ella me dejó sobre la cama.
Quise tranquilizarme y ordenar mis ideas, pero una irrevocable pasión, fruto del diablo, empezaba a apoderarse de mí.

Gabrielle entró a una alcoba auxiliar a cambiar sus ropas, aunque ni siquiera se molestó en ello, simplemente se las quitó. Semidesnuda, se acercó, y con sus movimientos perfectos y calculados, me inundó en un éxtasis que co
n palabras no podría explicar.

Ella era lo que me faltaba y añoraba, mi razón de ser.

Un ruido se oyó en el piso de abajo, alguien acaba de llegar. Gabrielle, asustada, abrió sus ojos lo más que pudo, sus hermosos ojos miel, y me suplicó que me fuera, por lo que más quisiera.
La miré, me miró y dijo: “Volveré a verte, te escrib
iré, pero no vuelvas aún”. Me tendió la mano y dejó caer sobre la mía lo que podría ser un frasco. Apresurado, aproveché mi agilidad para saltar al árbol que daba a la ventana de su alcoba. Cerró la ventana y me apresuré a huir de aquel lugar.


Mojado llegué a casa, cerré los ojos y grité todo lo que pude. Me sentía impotente. Más bien, no me sentía.

Esperé sus cartas, pero nunca llegaron, esperé señales, pero nunca existieron.

Mi mente, como la de un hombre encantado, no sabía pensar en otra cosa. Ella ocupaba mis sueños, mi realidad y mi sufrimiento.

Esa misma mañana dijeron que su marido, en un ataque de cólera le había disparado. Y acabado con toda posibilidad de supervivencia. Contaron, que un transeunte vio una sombra en el árbol cercano al caserón ,que huía del lugar justo después de llegar el Señor de la casa. Éste habría sido avisado y decidiría acabar con aquella traición.

A mí, me pesaba la existencia sin ella. Más sabiendo que yo fui aquella sombra que la delató. ¿Qué razón me sostenía aún a la vida?


Pasé tantas noches oliendo aquel perfume que mi olfato no reconocía otras fragancias.
Pasé tantas noches comiendo rosas, la flor que más le gustaba, que perdí todo el apetito.

Me sentía demacrado, envejecido, raído por el tiempo y frío. Pobre en carnes y con aliento de muerte.

Esa noche, tras no haber hayado calma en mi mente dormida y tras haber bebido de la última gota de aquel olor celestial, decidí, que mi vida, poco más podía valer.

Pude escribir temblorosamente en mi desidia: “ Si no es en vida, será en muerte, pero juntos hemos de vivir”.

Con sutileza, con honor, y temperamento, observé a la muerte cara a cara. Me envenené de sus palabras y la acompañé, en un trago, que me convulsionó hasta que sus sonrisa encontré entre las más oscuras tinieblas, tinieblas, que nunca antes me había osado a mirar y que con ella, sólo en una cosa se convertirán, sólo, en luz celestial.

domingo, 23 de octubre de 2011

Luces de Noviembre (Parte I)

Los últimos rayos de sol llegan tímidos a mí.

El lago refulge brillante en una explosión de colores rojizos y anaranjados.
Los árboles dejan pasar haces de luz, que van perdiendo intensidad cada minuto que pasa.

No puedo ni recordar cuánto tiempo he podido pasar bajo aquel robusto árbol mirando las aguas. Las aguas me tranquilizan, las aguas me calman.

Observé una de las cortezas que de aquel arbol arranqué. Estaba tallada.
Con esmero y paciencia conseguí
poner en ella su nombre.


Gabrielle –Dije en voz alta y miré hacia el cielo, cada vez más en oscuridad, cada vez menos ilumindado. Su recuerdo no se va, áun me persigue.

Me incorporé con cuidado y crucé el viejo puente de piedra. Las luces de los candiles iluminaban la ciudad. Regresaba de un pequeño mundo casi perfecto.

Pensaba por el camino qué sería de mí esa
noche. Últimamente estaba de gran humor, el frío siempre ha sido de mi agrado y con la llegada de los vientos del norte tenía el gozo asegurado. Sin embargo, mi vida cojeaba, y es por esa falta que tanto extrañaba.

Gabrielle es una joven de apenas 21 años. Su figura, lejos de compararla con cualquier otra, suscitaba las miradas de los hombres y, aunque ella prefería pasar desapercibida sí le gustaba sentirse bella.

Hablar de ella me da escalofríos, pero sólo con su recuerdo me bastó para pasar las noches más invernales.


Suerte he tenido de haberla podido ver exenta de su encorsetada figura. Nada me provoca tanto placer como mis labios rozando su nívea y suave piel, apenas tocada por ningún otro, cómo sus labios carmín, recorrían mi gastada piel. Respirar su pelo, largo, ondulado y de tonos arbóreos me entrecortaba la respiración, más aún, cuando tanteando su delicado cuello, olía su perfume prohibido, aquel por el que caería en locura todos los días de mi vida.

Ella ya estaba prometida desde los 19 . El afortunado
, un varón, casi 10 años mayor que ella, pero con una vida próspera y sin aparentes problemas gracias a su negocio en la industria textil. Su matrimonio nunca ha tenido problemas, sin embargo las largas ausencias de éste tras sus viajes, despertaron en Gabrielle aquella necesidad imperiosa de amar con la que nos conocimos.


Nuestros encuentros son casuales, bueno, o no lo son tanto. No puedo ser visto y con sumo cuidado mido mis movimientos para verme con ella. Esta es la razón por la que me encontraba en la puerta de su caserón, tocando la empedrada fachad
a cuya antigüedad se dejaba notar en las enredaderas y musgos que la cubrían.


La medianoche se dejaba oír en un repiqueteo eclesiástico y el corazón se me aceleró.
Con ella me encontraría de un momento a otro. La volverí
a a ver.


Una mano, tocó mi espalda. Mi distracción y mis pensamientos lejos de cualquier realidad me habían jugado una mala pasada y había bajado la guardia. Me
giré y vi un encapuchado, algo más bajo que yo que me sonreía.

Se descubrío y dejó entrever el rostro más hermoso que de no haberlo visto antes no lo hubiera podido imaginar.

Se inclinó para besarme el cuello y respiré profundo, disfrutando .

miércoles, 19 de octubre de 2011

Arcaicos

Hoy es 19 de octubre.

Y hacía tiempo que no dejaba caer algún pensamiento mío que fuera de las emociones fuertes, me causara sensación.

Comienzo hablando, como en otras muchas y recurrentes ocasiones de la mentalidad que nos azota a nosotros, a la raza humana y más específicamente a nosotros, a la raza mediterránea española.
No es un día cualquiera cuando en el ágora de tu facultad están poniendo diversos puestos con información acerca de la Universidad, de otras organizaciones de estudiantes, de respeto y cooperación, de la delegación de alumnos etc.
Menos, cuando estando en uno de los mereci
dos descansos entre clases, te enteras de que en aquella plaza de la que hablaba, están regalando libros. El compañero que me lo había hecho saber ya iba provisto de unos 3 ejemplares y la persona que le acompañaba de otros 3. (Sólo había 3 modelos de libro diferentes)


Yo estaba algo nervioso, porque quizá podría bajar las escaleras del Aulario y echar un vistazo a algún buen libro, pero en ese momento tenía que estar concentrado en la complicada escritura visigótica en su variante cursiva.

La clase acabó y después de recoger un poco, encuentro que ya venían unas 10 personas, con al menos un libro en la mano y los otros dos chicos de antes, con otros 3 ejemplares (repetidos a los anteriores, por supuesto.)

Mientras una amiga mía me preguntaba si quería bajar con ella a coger algún libro, pero yo estaba aún recapacitando la escena que estaba viendo…

Me quedo en mi sitio y espero preparando los apuntes de la asignatura de Hª del Arte.
Hablo con el chico que había cogido dos veces libros. Me dic
e que son un muermazo, que tratan temas de diversidad sexual, afectividad, testimonios de personas que han pasado buenos y malos momentos por este tema…

Claro, le pregunto que por qué los coge si cree que no los leerá, y su respuesta es sencilla. –“Son gratis”.

Entorno los ojos y me dice que no sabe qué hará con ellos, que lo mismo podrá sacarse una pasta si los vende por Internet o donde pueda.

Entra más tarde otro compañero con 4 ejemplares del mismo libro. Ya no sé qué pensar.

Y ahí es cuando yo, me desentiendo del tema y vuelvo a corroborarme a mí mismo.


Es decir, como me lo regalan y es gratis, no lo valoro, simplemente lo cojo, me da igual si alguien, con problemas de aceptación social, o alguien que, de verdad esté interesad
o en el tema lo hubiera necesitado muchísimo más que la gran mayoría de mi clase.


No sé si es codicia, me decanto mucho por esa opción, pero, seamos razonables.

Nos quejamos de que el mundo va mal, de que E
spaña va mal, de que todo va mal, cuando somos los primeros que ni valoramos lo que se nos ofrece o lo que podemos tener.

Un libro es un amigo, yo no podría robar uno, no podría pintarlo, no podría rayarlo, no podría malusarlos, ni no usarlos, no los cogería porque sí, y menos para venderlos…


Me decepciona esta sociedad con sus acciones y me decpeciona el que sea tan difícil cambiarla. Donde hasta lo más razonable parece que, o no se sabe, o no se entiende.

Mi amiga cogió finalmente un libro para mí, lo aceptaré sin ningún problema, es un regalo suyo, los regalos siempre se hacen con buenas intenciones y los regalos nunca deben rechazarse. Sólo espero, a diferencia, poder tener el tiempo suficiente de leer sus páginas de corazón vegetal.




viernes, 14 de octubre de 2011

Puzzle shapes



Las piezas encajan...¿qué piezas?

Ni tú, ni yo, ni nadie lo sabe.

Podré decir lo que quiera, pero no me creas lo más mínimo.
Al final te das cuenta que sí, que los hechos se solapan y se determinan unos gracias a los otros, que una simple decisión en el pasado, puede coger tal inmensidad y complejidad en el futuro por todo lo que llega a abarcar, que me da por pensar demasiadas veces las decisiones.

Y con esto puede que esté perdiendo algo de libertad (según me dio a entender mi mentor hace un tiempo ya algo lejano).

Sin ahondar más en esto, me quedo con "puzzle shapes", canción de frío, viajes y madrugadas.


lunes, 10 de octubre de 2011

Mare Nostrum

Observar es algo que me asusta.

Porque no sólo estás tú, no sólo te veo a ti…

El muelle es grande, nublado y de tonos grises.
Hay barcos ráidos por el tiempo, madera que ha aguantado mil y un viajes e innumerables ocasos, otros, en cambio, brillan blancos y apenas han conocido las aguas.

Algún tempranero pasea con su perro. La excusa perfecta para bajar a ver el mar y los barcos. Él pasea con más gusto que el animal.
Las cafeterías emanan un suave olor a tostadas, chocolate y café y cuando paso cerca de alguna de ellas, me envuelve un
calor reconfortante que me ayuda con el frío de la calle.


Voy dejando el muelle atrás soplando los guantes que calientan mis manos en un afán de que entren en temperatura. La playa queda ahora a mi derecha.
La arena, mojada por la condensación de la noche, apenas brilla.

“En verano apetece mucho más pisarla” –
Pienso.

Me dejo parar en uno de los ensanches del paseo marítimo donde puedo sentarme tranquilamente en el borde de la construcción. Un metro más abajo tengo la playa.

Miro el reloj y me tranquilizo.

Nunca llevo reloj, sólo en ocasiones especiales, importantes. La sensación de que vas tarde a todos sitios me incomoda, y eso es lo que pasa siempre que llevo uno.

Dejo caer mis hombros hacia delante y dejo mis brazos colgando, después subo el izquierdo para poder apoyar mi barbilla en él.
Miro el horizonte y casi aprecio la curvatura del planeta.

Me incorporo y trato de encontrar algún velero, algún pescador o alguna barcaza, pero mi búsqueda finaliza pronto.

Apesadumbrado vuelvo a la posición anterior y miro las espesas nubes. Ni blancas, ni oscuras, son grises. “Ya se nota el invierno” –Me digo en voz baja. “Pero hoy no lloverá”

Soy bueno adivinando la meteorología.

Noto una mano helada en mi hombro y me sube un escalofrío desde el coxis hasta la médula espinal y tiemblo resoplando.

-Eso no te lo crees ni tú. Me dice una cálida voz.

Sonrío vengativo.

-No me des esos sustos que llevo esperándote desde pasadas las 8.

-Ya, pero ese es problema tuyo, porque quedamos a y media y yo he llegado puntual.

Entorno los ojos y con una media sonrisa y con un odio infinito le suelto un “vendetta”

-Venga, no sigas pareciendo malvado porque no te sale.

Nos abrazamos con gusto y acompañándola con mi mano le ofrezco sentarse en frente de mí. Coge mis manos, sopla en ellas para calentarlas y levanta la mirada.

Tengo ganas de morirme cuando me mira así, eso no puede ser humano.

Repito el mismo ritual y ella sonríe.

Nos acercamos un poco más.
Sigo teniendo sus manos entre las mías y le mantengo la mirada.

No necesitamos más, nos estamos comiendo el uno al otro por dentro.

Nos estamos, queriendo.

Hay tantas cosas para fijarme en ti, que nunca me quedo con ninguna.
No recuerdo tu rostro, sí tu sonrisa.
No recuerdo tus ojos, si tus puilas
.

Llévame hasta donde tú quieras, yo te dejaré

lunes, 3 de octubre de 2011

Percepciones II

Este mes de Octubre no os propongo una frase, sino cuatro palabras que para mí tienen una importancia vital.

Los 4 elementos

El fuego, el aire, el agua y la tierra.

[Aquello que se os ocurra, aquel elemento que os guste como el que más, razones para elegir uno y no otro... En esta sección todo tiene cabida y todo lo que digáis es importante]

lunes, 26 de septiembre de 2011

Blando metal

Existe un tren, un tren que empezó siendo pequeño, construido con escaso presupuesto y con más dedicación que esperanzas de fiabilidad o de beneficio.
Aquel tren transportaba pasaj
eros desde el frondoso valle de la zona oeste hasta las altas cumbres de la zona norte.

Atravesando senderos abandonados por una vía raída por el tiempo y con tornillos oxidados. Madera carcomida la aseguraba y cada vez que pasaba por el puente del Gran Lago toda su estructura crujía.
Era emocionante, emocionantemente peligroso. Peligrosamente emocionante.

Aquel tren trasnportaba pasajeros desde el frondoso valle hasta las altas cumbres del Norte. Yo fui el primero en fijarme en ese tren, quien deseo renovarlo, lo que sería y se convertiría en el proyecto de mi vida.

Una vida por delante, medios rudimentarios y trastocados.

Ilusión y convicción la que os podáis imaginar.

Fue un 17 de Octubre de a saber qué año el día que empecé a hablar de aquella majestuosidad.

Amaba encarecidamente ese amasijo de hierros y tablas y fue mi cabezonería y un buen vaso de whiskey barato lo que hizo que empezar a tomarme en serio este proyecto.

Durante años me dediqué, casi exclusivamente a la mejora de aquel tren y de su trayecto. Sin apenas poder imaginarme más limpio que las manchas de grasa y hollín que llenaban gran parte de mis brazos y mi cara (excepto la parte de los ojos, que los protegía con unas lentes parecidas a las de un aviador), dediqué mañanas, tardes y noches a investigar los caminos y recorridos, a informarme de los avances tecnológicos, a pensar en cómo poder utilizar mejor el viejo tren....

Encontré en mi pequeño y joven aprendiz la receta de
un espíritu renovado cada día y me serví de él para no caer en la locura ni sobrepasar mi cordura. Como inocente y aún inexperimentado siervo conseguí que aprendiera con facilidad las nociones básicas del tren y su compleja mecánica. Los golpes que le asestaba tras sus indecentes equivocaciones, hicieron de él un verdadero especialista y tan sólo tardó 4 años en llevarme la delantera en topografía. Fue pues cuando él me confió sus ganas de diseñar el nuevo recorrido, que el tren haría y fue él quien dispuso ante mí una fortuna tal que dudé si había matado a cientos de personas para conseguirla.

Con una financiación que nunca me atreví a preguntarle, comenzó su utópico diseño de los planos de recorrido. No sólo se encerraba en el cobertizo que conseguí proporcionarle en el taller, también me confesó sus contactos con empresas de nuevos y más modernos materiales y emprendió su particular carrera hacia el éxito.

Mientra yo estudiaba cada recoveco del armatoste de hierro, cargamentos de cajas se iban apilando en las esquinas del lóbrego taller.

Pronto sus ausencias fueron recurrentes, y mi enfermedad, contraída hará unos 4 meses, empeoraba mi salud y aceleraba mi vejez.

Mis escritos de años y mis descubrimientos de aquella poderosa máquina los guardé en el lugar más recóndito de mi mente para poder desvelar sólo a él, los secretos que escondía.

Ya en mis días de locura y de vaga consciencia, con meticulosidad y cuidado, cargó más con mi alma que conmigo hasta el Gran Lago. Allí se alzaba el nuevo puente que él mandó construir con una ayuda que nunca quiso desvelar. Más adelante, una colina despertaba las nevadas cumbres que serían rodeadas por las nuevas vías de resistente acero y madera nueva.

Mis recuerdos de aquel momento, más vivos que muertos, perviven aún en mi interminable adiós, pero fue un 9 de septiembre de un año ya olvidado por mí, el día en que observé el trayecto de aquella maravillosa locomotora. El trayecto, 5 km más largo, tardaba menos de la mitad de tiempo.

Su efectividad y su velocidad, hicieron de aquel tren recurso indispensable para el día a día de decenas de personas.

Construcción de héroes, sigo refugiándome en aquella locomotora que ruge con violencia cada vez que el viento de invierno roza sus innovadores mecanismos; que bombea aquel delicioso vapor; que me regala aquellas sensaciones mágicas e indescrptibles; que acelera cada vez que decido pensar en ti.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Recuerdos

Cuando ves que todo lo que pueda pasarte, todo lo que te pasa y todo lo que te pasó puede desaparecer, hay veces que dejamos de sonreir…

Hablo de todas las cosas malas que hemos sufrido en nuestra vida, como aquel accidente de tráfico, o el día en que miles de personas murieron ahogados, sepultados o aniquilados.

Hablo de cada uno de los recuerdos que nos azotan desde que tenemos uso de conciencia. El día en que abracé a aquel desconocido, el día que mi regalo fue el más grande en Navidad, el día en que descubrí que aquel videojuego era el mejor del mundo, o la tarde que no me importó quedar 2º en aquel campeonato de balonmano.

Miro atrás y veo que lo malo me ha hecho recapacitar y me ha hecho cambiar a mejor. Ser más tolerante, sabio y cuidadoso.

Miro atrás y veo lo que he cambiado. Antes no era así y en unos años no seré como soy ahora.

Lamento y no sabéis cuanto, que exista gente que en esto no puede pensar, más por nada, por que no puede recordarlo.

Gente que no puede acordarse ni del más doloroso recuerdo de su vida, ni del más feliz, que ha perdido parte de su identidad, porque más que nunca no saben quienes son.

Hoy, aprovechando que es el Día Mundial de la lucha contra el Alzheimer y aprovechando que este 2011 es también el año de la lucha contra el Alzheimer, recuerdo a todas aquellas personas que no quisieron pasar por algo que ahora les come poco a poco…

domingo, 18 de septiembre de 2011

Mitos y leyendas

En mís días de egoísmo fui Diosa del Olimpo y no lo supe.
Como egoísta que fui mi superioridad más aún se hizo notar no sólo entre mortales y semidioses, si no en los compañeros de mi misma condición.

Un mortal, tan vulnerable y necio. Apenas rival para una divinidad.

Con arte y sutileza, volcanes de lava y magma se hizaron sobre ciudades enteras para deleite el mío de su completa destrucción.

La fragilidad que reflejaban poco podía importarle a una deidad de lo cielos que incluso lluvia era capaz de controlar. Tormentera fortuna la que hizo salvar de aquella hecatombe a un solo mortal. Ser que más tarde ocuparía mi lugar.

Fui titán en mi época de máxima crueldad. La destrucción, valorada entre pocos, no tardó en convertirse en el motor que movía mis ganas de exterminar, mi única razón de ser.

Fuerza sobrehumana la mía y alaridos ensordecedores hacían extremecer al más valiente de los héroes, mientras mi oscuro fin, moría por dentro con cada víctima de mi violenta locura.

La culpa, organizada en la cabeza y sin indício alguno de su cese, acabó por carcomer la poca coherencia que me quedaba y el haz de destrucción que dejé y dejaba, se convirtió en una explosión que apenas dejó cuerpo mío sobre la faz del Mundo de los Mortales.

Fueron los navegantes los únicos supervivientes de la maldición de aquellos que rencor y malicia sólo contenían en su interior. En un ademán de perder el miedo fue el navegante quien se asomó a cubierta a ver los cielos ardientes y las nubes de odio y maldad que ascendían verticalmente hacia el agujero de los cielos.

El mar, azul e intacto, impoluto tras los estragos que llevaron a la desaparición de aquellos que habitaban la tierra. Brindó oportunidad a cada uno de sus fieles de pedir un deseo. Y no fue más que su bondad impregnada de sal y frescor, la que hizo recomponer aquel estado de aflicción, que se cernió sobre los vivos y que recompuso las vidas de hasta los muertos.

Por esto y aquello, recuerdo, que no fui diosa, ni titán, si no humilde pescador, marinero de la mar.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Hay cosas que es mejor no dejar pasar.

Empecé conociéndome durante mucho tiempo y a aprender de mí como nadie antes se había molestado nunca.

Vi que físicamente soy un chico normal, que tengo dos ojos (algo más claros que la media), dos piernas algo delgadas y dos brazos, un poco más largos que la media.

El pelo es totalmente normal. No es rizado, aunque tampoco llega a ser liso.

Al cabo de un tiempo, y tras ver aquella película, aprendí, que en el mundo sólo existen dos clases de personas: los hombres y las mujeres.

Y yo sólo tenía una cosa muy clara. Que era un hombre.

No tardé en darme cuenta de que había mucha más gente como yo.

Vestían diferente, tenían sombreros más grandes o más pequeños y corbatas de diferentes colores. Los maletines, algunos raídos con el tiempo y otros importados directamente desde Viena.

Supe, que no todos los hombres se movían a la misma velocidad y, al igual que un anciano tardaba una media de 6 minutos y 27 segundos en ir del parque a la estación. Un joven hacía el mismo trayecto en casi la mitad de tiempo, 2 minutos y 58 segundos.

Más tarde me fijé en la altura.

Fue algo muy extraño porque los hombres, al igual que las mujeres, primero son infinitamente pequeños, y más tarde, empiezan a crecer desmesurdamante hasta que un día bajan su nivel de crecimiento más de un 100% de la media que habían mantenido en los últimos años. Así, pasarían décadas manteniendo estable su crecimiento, hasta que éste empezara a decaer volviendo a una especie de decrecimiento no muy pronunciado.

Incluso me costó comprender cómo hombres exactamente de la misma edad mantenían diferencias tan notables entre sus estaturas.

Cuando creí haber comprendido casi en su totalidad a los hombres me fijé en las mujeres.

Claramente estaba ella. Una chica totalmente normal. Pelo oscuro y un poco más largo de la media, ojos curiosos y sonrisa pícara. Delgada, bastante más que la media y con olores que enamoran. Estatura un poco por debajo de la media y alegre.

Si había algo que la diferenciara de mí es que ella era una mujer. Y como mujer hacía cosas típicas de las mujeres: iba a la peluquería, hacía la compra buscando los precios más indicados, le gustaba presumir y vestir bien y que le regalaran cosas bonitas.

Ella era una chica con suerte porque le hacían una media de 45 regalos al año, de los cuales, el 60% eran de desconocidos y sólo un 1% era mío.

Si me quedo con algo de nuestra relación es que siempre hemos sabido dejarnos llevar y abandonarnos el uno al otro al azar. Sí, suena demasiado bien, como aquellas tardes por Copenhague.

Recuerdo fácilmente su nombre, algo que no me cuesta apenas.
Tampoco olvido nunca aquello que ya está escrito.

En realidad, lo único que me falta es saber de quién estoy hablando.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Percepciones

He decidido haceros partícipes también de frases que han sido (o son) históricas para mí. Yo las entiendo a mi manera. Quizá comparta lo que digáis, quizá piense justo lo contrario, en tal caso siempre aceptaré aquello que queráis decirme.


Cada mes os pondré una frase para que simplemente me digáis a qué os recuerda, si la habéis oído antes, qué os incita, qué puede significar, si os inspira. No importa qué es lo que digáis. Lo importante es que lo hagáis.


La vida es como un cuenco de cerezas

The War” (Jon Avnet)

lunes, 29 de agosto de 2011

Thunders

Se avecinan tormentas...

Quizá sea esto lo que se diga ante una situación bastante controvertida que ocurrirá en un período de tiempo corto- medio. Ésta tormentosa metáfora, generalmente va seguida de problemas o conflictos que nunca hacen bien a nadie.

Quizá sea por mi carácter esquivo o por mi afán de rehuir la propia realidad lo que me haga ser hidrófilo* a parte de masoca. Sí, llueve y allí estoy yo.

¿Qué tormenta ni qué tonterías? Agua para el cuerpo, agua para la huerta y agua para refrescar mi memoria. Después de tanto día seco y de temperaturas superiores a los 310ºK, normal que las células de mi cerebro empezaran a experimentar ciertos procesos de plasmólisis*

Truena y relámpagos se ven.

Suenan y son vistos.

El cielo se ilumina por momentos y las gotas dejan entrever la suciedad de mi terraza.

La ropa hay que recogerla, si no acabará mojada.

Las ventanas hay que cerrarlas, si no acabarán empapadas. Aguanto un poco el calor por impedir que la lluvia quiera entrar a mi casa. Yo la dejo, tiene mi permiso, pero la casa no es mía, y hay que obedecer ciertas normas…

Hay una canción de los Beatles que dice así:

“For tomorrow may rain, so I´ll follow the sun”

Sólo propongo cambiarla un poco y decir:

“For tomorrow may the sun shine, so I´ll follow the rain”

Agosto acaba, el verano se va, el sol palidece, las nubes le hacen frente.

Vuelve el frío, vuelve mi terreno.

domingo, 21 de agosto de 2011

The Liverpool Band

Rondaba la medianoche y las calles se alzaban iluminadas y repletas de compradores, jóvenes con ganas de divertirse y acostarse tarde y ancianos que ocupaban cansados, los bancos del pequeño paseo más conocido popularmente como “La Corredera”.

Las heladerías ocupaban con sus mesas y sillas parte del paseo. Eran noches de prosperidad en el negocio y, en general, en verano siempre es así. Niños felices con sus cucuruchos o absorbiendo sus granizados en busca de un líquido que desapareció y todo lo que quedaba ya era hielo, adultos con una tarrina en copa de cristal acompañada de algún barquillo de galleta, trocitos de chocolate o una palmera con un fino tronco de madera y hecha de papel, mostraban como un mayor nivel. Muchos de los ancianos veían a sus nietos complacidos, miraban apagados el pasar de la gente o imaginaban que entre tanto joven podrían sentirse, más que nunca, mucho más viejos.

Mi familia es de allí, y claro, tenían que pararse con 6 de cada 10 personas que pasaban por el paseo a saludar. Yo, que apenas conozco a un 1% de las personas en cuestión, me limitaba a asentir, decir mi nombre y a sonreír.

Así, poco a poco llegamos al Cine Rosales, lugar donde en escasos 10 minutos The Liverpool Band haría su puesta en escena.

El Cine Rosales es el típico cine de verano que utiliza todo el pueblo para ver películas aunque permanece abierto en primavera y en otoño siempre y cuando el tiempo acompañe, en tal caso, si quieres disfrutar de una película deberás ir al Auditorio Municipal, dos calles más abajo. Además, el lugar, al tener un pequeño escenario es utilizado para hacer pequeños conciertos de la Banda de Música del pueblo, bailes regionales o pequeñas representaciones teatrales.

The Liverpool Band empezó su actuación casi una hora después de lo previsto ya que todavía a esas horas había gente que se iba incorporando al espectáculo.

Los cuatro integrantes de la Banda, 4 chicos de Alicante, vestían y tocaba como los archiconocidos Beatles y representarían a España en un certamen en Liverpool de bandas de todo el mundo que rinden tributo a este legendario grupo.

Empezaron animando un poco el ambiente con un "Twist and shout" y ya siguieron con míticas como "Help" (I need somebody)

Qisieron comprar mi amor cantando "Can buy my love" o quisieron dejarlo todo con su entrañable “Let it be”.

El verano había hecho que muchos extrangeros, (ingleses en su gran mayoría) acudieran también al evento y yo me quedé con la boca abierta cuando dos parejas que no bajarían de los 55 o 60 años bailaban un rock con una energía de jóvenes de 20 años. La mujer bailaba descalza mientras el hombre la iba acompañando por detrás de su cintura, le daba vueltas o se separaba de ella para volver a juntarse. Im-presionante.

Después pude hablar con ellos, resultaron ser unos amigos de unos primos lejanos de mis padres que vivían en la urbanización inglesa a las afueras del pueblo y con sudor en la frente y con radiante sonrisa me demostraron que por muchas arrugas que pudieran tener en la cara, su corazón seguía tan joven como siempre.

El show acabó con un “Hey Jude” que cantamos todos moviéndonos a un lado y a otro y con una satisfación personal increíble. Para mí, que nunca viví en la época de la revolución mundial que causaron los Beatles, escucharlos a ellos era lo que más podría acercarme a esos 4 de Liverpool que nos enamoraron a todos.

jueves, 18 de agosto de 2011

Mentiras, las sé, lo sabes.

Mientras tú y yo nos miramos el mundo sigue avanzando. Se nos va a la misma velocidad.

Tú eres alta, delgada, de pelo brillante castaño y muy largo y ojos melosos. Tú me describes como tu príncipe, pero porque me despertaste con tu beso.

Para ti yo soy más alto aún, pelo negro y corto y de ojos indefinibles. Medio mago medio adivino, dices que soy de carácter alegre y esquivo, tímido a veces, extrovertido. Soñador en otras muchas, previsible, caballeroso, ocupado e ingenuo, modesto y prejuicioso.

No puedo describirte, no sería objetivo, aunque probaré a decir que eres preciosa cada vez que te miro, que te salen hoyos en las mejillas cuando sonríes, muy atrevida, consciente y viva, un poco triste a veces, e incluso mentirosa, (lo haces muy bien), maniática, simpática y dulce, orgullosa, pero cariñosa.

No nos queremos, nos deseamos.

No nos miramos, nos devoramos.

No quedas conmigo en el parque, paseas despistada. No quedo contigo en el parque, iba a casa de un amigo y casualmente pasaba por allí. Mentimos. Lo sabemos. Nos escapamos.

Solos nos miramos lujuriosos.

Solos nos enamoramos rápidamente.

Caminamos rápido. Corremos. Llegamos a la colina. Tú me tiras, yo te llevo conmigo. Ambos caemos y rodamos. Nos paramos hiperventilando. Nos miramos. Nos besamos con hambre. Nos odiamos y nos mordemos, arremetemos uno contra el otro con violencia. No sabemos cómo ponernos, ninguna posición parece ser cómoda. Me muevo, me paras, te mueves, te dejo.

Te separo. Aunque me dices que eras tú quien habías parado.

Sonríes pícara. Sé que mientes. Sabes que yo también lo sé.

Me incorporo y apoyo los codos sobre las rodillas sentado.

Me sigues mirando soñadora. Te ignoro y miro al azul infinito.

Te rindes. Yo gano. Aceptas tu derrota y te sientas detrás de mí.

Me rodeas con los brazos y apoyas tu cabeza en mi espalda. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Disfruto mi victoria.

Apoyas tu barbilla en mi hombro. Susurras amores. Sólo mientes pero contesto a cada uno de ellos. Me engañas, me confundes, me drogas y te dejo.

Me doy la vuelta lentamente. Te extrañas. Sonrío y te relajas.

Me acerco a ti. Pongo mi dedo índice en tu boca. Copias mi estrategia.

Te miro. Me miras. Busco más allá de la tirra del desierto. Buscas más allá de los bosques del mar.

Cierras los ojos, te observo. Cierro los ojos, me observas.

Mientras tú y yo nos miramos el mundo sigue avanzando. Se nos va a la misma velocidad.

domingo, 7 de agosto de 2011

¿Cómo vamos?

Apenas había pasado algo más de una semana cuando ahora todos (o casi) nos volveríamos a ver. Yo estaba en mi casa descansando de el anterior viaje y ya me encontraba con otro nuevo.

Odio los viajes, quien me conoce lo sabe. Son largos, pesados, aburridos y cansados. Sí, claro, puedes ir escuchando música, sí, también, puedes ir mirando el pasaje o las nubes, por supuesto, dormirte un poco también puedes, pero yo soy más de los teletransportes, de los chasquidos de dedos, las apariciones, los transportadores interdimensionales o los “polvos flu”.

En avión lo paso un poco mal. Me mareo fácilmente (nunca miro por la ventana), me cuesta concentrarme o si no, me recuerda a tantos accidentes que he visto en las producciones de Spielberg, cuando no al accidente del vuelo 815 de Oceanic con destino a Australia, a serpientes asesinas en el avión, a aterrizajes forzosos realizados por actores- pasajeros, a las caídas con las máscaras de oxígeno, las alarmas y las luces parpadeantes… No, definitivamente, el avión no es lo que más me apasione. Aunque he de reconocer que me quedaría con dos cosas del avión. La primera el baño con su sistema de succión, me quedé pasmado cuando comprobé, personalmente, como funcionaba. La segunda, las azafatas, ni os imagináis lo divertido que me resulta ver cómo se tiene que inflar el chaleco o cómo se debe abrochar el cinturón de seguridad. Son buenas, muy buenas.

El tren es un muy buen transporte para mí. Cómodo (siempre y cuando no viaje de espaldas, en ese caso no sé si lo soportaría), tranquilo, rápido. Suman además los famosos auriculares que te ofrecen en cada trayecto y, por supuesto, los canales de naturaleza y música clásica que puedes escuchar desde tu asiento. Quizá pueda ser algo molesto el sonido de las puertas abriéndose y cerrandose constantemente, como consecuencia de los deambulantes pasajeros que tienen una urgencia, ya sea alimenticia o urinaria. El bagón restaurante es algo estrecho, pero venden cosas de “Comercio justo” y además, es todo ventanas, y en mis viajes a la capital, da gusto poder mirar tan claramente las extensas llanuras solitarias y soleadas de tierras de hidalgos y caballeros.

Me reservo de comentar el barco, porque, aunque nunca haya viajado en él, estoy seguro no, segurísimo, de que me marearía, puestos a que yo no puedo dar más de dos giros sobre mi propio eje debido a mi frágil sentido de la orientación y la realidad. No desmiento que no pueda ser precioso estar rodeado de mar por todas partes, y ver amanecer o anochecer sin más remedio por la proa, por la popa, por estribor o por babor. Si pudiera evitarlo sí, evitaría el barco.

El coche es lo más accesible a simple vista, es donde más cómodo estás. Lo haces tuyo, al menos el asiento que te corresponde. Está bien almohadillado, puedes descalzarte en él, dormir sin reparo, comer, hablar, observar…Siempre todo queda en familia.

Los viajes más largos he solido hacerlos en coche, aunque este año la estadística se ha roto un poco, bueno, hace 5 o 6 años la rompió el avión, pero exceptuémoslo.

Mi coche es un verdadero veterano de guerra, ruge como un abuelete, a veces enferma un poco, como los ancianos, pero con un poquito de cuidado se queda como nuevo. Como toda persona mayor, tiene cositas que ya no funcionan tan bien como antes, como es el caso de la radio o de los pestillos de seguridad, pero él es un valiente y nos da razones para que sigamos confiando en él. Sí, cuando compremos uno nuevo no va a ser lo mismo. Cuando vengan a recogerme, cuando lo vea aparcado o en el sótano no sé si lo podré reconocer como mío.

Como antes había dicho, últimamente me estoy “aficionando” a otro transporte. Lo comparto con desconocidos y con amigos y no reparo en su uso cuando tengo qu desplazarme por las mañanas. En efecto, hablo del autobús.

Lo necesité para todos y cada uno de mis viajes de fin de curso y de estudios, lo necesité para todos y cada uno de mis viajes con la federación de estudiantes, FEMAE, (¿recordáis?), lo necesité y lo necesito para moverme de aquí para allá y lo necesitaré para empezar con mis estudios de Historia en la Universidad. (Menudo año me espera de autobús…espero no cansarme demasiado pronto)

Exactamente fueron 11h lo que tardamos en ir a Cáceres hace unos días en uno de estos encuentros que hacemos a veces, y vamos, es un no saber cómo ponerse cómodo: se te duermen las piernas, si te duermes corres el riego de que te hagan cualquier cosa cuando no fotos con la boca abierta y babeando, no puedes levantarte para ir a hablar con uno, estar con el otro, o escuchar música de la otra, no, porque nos obligaron ir con el cinturón (Algo que vi muy bien y que, a pesar de lo que conllevaba, acepté con agrado.).

Claro, tantas horas allí sentado era algo casi psicológico, porque cuando parábamos a descansar, listos de nosotros que nos sentábamos en alguna silla, en algunas escaleras o en el suelo. Mira que después iríamos a estar otras 3 horas, al menos, sentados.

Pero el balance fue fantástico tanto en la ida como en la vuelta. De la primera me acuerdo menos, pero me gusta estar con la chica del piano, escuchar a sus compositores y pensar que algún día, muy lejano, podré superarla. La vuelta fue entretenida y rápida gracias a la agricultora neoyorquina (supongo que también os pasará, pero siempre se hacen mucho menos pesadas) casi no callamos y cuando lo hicimos fue para escuchar “Every breath you take”, seguida de otra de Matt and Kim, unas pocas de los Beatles, pasando por Keane, Coldplay y Secondhand Serenade. Era curioso estar consciente escuchando una de las canciones de estos grupos y despertar al poco tiempo escuchando otra. Pasamos todo el viaje de vuelta pegando cabezaditas, pero, cualquiera diría que pasamos 9 horas sentados en 1 metro cuadrado.


lunes, 18 de julio de 2011

Algo más

Son ya algo más de dos años el tiempo que estoy con todos vosotros.

Muchos habéis cambiado, otros os puedo asegurar que en absoluto, pero si hay algo que puedo destacar de FEMAE sois, claramente las personas que lo componéis.

Mi etapa por el mundo de las asociaciones de estudiantes ha sido muy intensa.

Primero me engañaron fácilmente para empezar con vosotros y para colmo me drogaron hasta tal punto de no querer despegarme de este gran proyecto.

Vosotros sois quienes ayudáis en mi día a día a romper o a seguir con la rutina y esta noche me he puesto un poco sensible y quería agradecer todo lo que he conseguido estando en FEMAE.

He aprendido a trabajar en equipo, respetando decisiones, otros puntos de vista, voces, gritos o silencios que lo dicen todo. Me habéis enseñado a tener una mente abierta a cualquier tema, abierta a cualquier decisión o abierta a la improvisación en muchos otros momentos. Me enseñásteis a respetar lo que antes no respetaba tanto, me enseñásteis recursos humanos, me enseñásteis derechos, me enseñásteis leyes, me enseñásteis que todo lo que tenemos ahora puede cambiar si nos lo proponemos, con esfuerzo, dedicación y devoción y sobretodo me enseñásteis a que todo lo que digas, por insignificante que parezca, siempre merece ser escuchado.

Sin duda alguna me quedo con cada una de las personas de todas las partes de la Región que han querido compartir conmigo este proyecto tanto en los lugares de formación, como en los lugares de trabajo o compañerismo.

Vosotros, que con vuestras ideologías, vuestros pensamientos, vuestros aires de libertad y vuestras ganas de comeros el mundo volvéis a engancharme y a darme esa dósis y ese subidón que me ha faltado todo este año.

Os agradezco todos los momentos que hemos compartido y sobretodo, os agradezco el poder sentirme “como en casa” cuando os veo y cuando hablo con cualquiera de vosotros.

.“El camino de mil leguas empieza en el primer escalón”

Fue un escritor chino quien mencionó la frase con la que puedo resumir gran parte de estos dos años. Y con la que espero seguir hasta que crea que mi etapa en el mundo de la Educación, de la formación y del trato humano haya acabado.

martes, 12 de julio de 2011

Perdido

Párate en el centro de una plaza solitaria.

Sillas de de las cafeterías tumbadas y abandonadas, papeles revueltos por el suelo y elevándose tímidos hacia el cielo, un paquete de periódicos de hace meses al lado de una farola con los cristales rotos. Edificios viejos a tu alrededor, semi derruidos y grises, con las ventanas rotas y polvorientas, puertas pintadas y ralladas, tejas partidas cuando no en el suelo y fachadas sucias y ennegrecidas.

Establecimientos cerrados, otros muchos robados y desvalijados. La basura se acumula en las esquinas arrastrada por el viento. El aire, difícil de respirar, se me antoja tóxico y peligroso. Sólo se respira desolación.

La cámara de vueltas alrededor de mí.

Mirada serena y segura. Cierro los ojos, abro las manos abarcando todo el mundo que puedo y estiro los dedos hasta que me duelen y no puedo más. Aprieto la mandíbula, más y más, en un gesto que siempre hago inconscientemente y que algún día me costará una desgracia, e inspiro todo el aire enrarecido que me rodea. Me mareo un poco, pero me sobrepongo y continúo absorbiendo y absorbiendo. La cabeza me aprieta y me manda que pare.

Le hago caso. Pero caigo al suelo rendido, tosiendo violentamente y encogido sobre mi mísmo envuelto en lágrimas de pura impotencia. No puedo apenas moverme o levantarme. Allí quedo, rendido y abandonado.

Con el mirar en un más allá que queda más lejos de lo que querría. Me levanto apoyándome en una de las manchadas paredes, leo a duras penas una pintada en un idioma que desconozco y camino a tropezones hacia allí. Las casas, reducidas a escombros, yacen días en el suelo, sólo en el fondo puedo encontrarme tan perdido como nunca me he sentido antes.

Perdido. [ante la inmensidad]


http://www.youtube.com/watch?v=s5mmtDfd0uY