domingo, 29 de agosto de 2010

Libertad


Sobre mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul
Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora
Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas
Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre


Sobre el cristal de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo
Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Nací para nombrarte


Libertad

miércoles, 25 de agosto de 2010

Inexplicable

El amor, algo complejo y sencillo, efímero o para toda la vida, lo hay fraternal, maternal de pareja…todos son diferentes formas de querer a una persona. Pero siempre solemos hablar de lo mismo, la atracción hacia otra persona.

-Cuando ames a una persona, querrás que sea tuya, la querrás controlar, que esté contigo, si eres celoso, que no esté con otros, querrás existir, tú, sólo para ella. Aquí el amor disparará nuestro ego y nuestra avaricia. “Ella es, o tiene que ser mía”

-Cuando ames a una persona querrás parecer lo que ella quiere, e intentarás cambiar aspectos de tu personalidad que crees que a ella no le gustan. Quitarás tus malos hábitos y te sosegarás cuando esté delante. Aquí el amor nos cambiará desde dentro.

-Cuando ames a una persona, te preguntarás una y otra vez si esa persona sentirá lo mismo que sientes tú por ella. Dejarás de pensar con racionalidad y tu paciencia puede llegar a acabarse o alterarse si esa persona no te dice lo que quieres oír. Aquí el amor te volverá inestable, impaciente y estúpido.

-Cuando ames a una persona, pensarás que nada más en el mundo, salvo ella, te importa. Comprarás sus caprichos y serás detallista para contentarla y complacerla, descuidando a la vez vínculos emocionales con otras personas. Aquí el amor te puede crear separatidad.

-Cuando ames a una persona, siempre querrás más, llegar más lejos, el ser humano por naturaleza dejará de pensar con la cabeza y empezará a hacerlo con otra cosa. Aquí el amor puede ser un arma de doble filo y el inconformismo empezará a formar parte de ti.

-Cuando ames a una persona, cualquier momento sin ella te parecerá un desperdicio y el sentimiento de añoranza aparecerá en ti, su ausencia siempre se notará. Aquí el amor puede hacer que el tiempo transcurra tan lento, que las horas sin verla se te antojarán días.

El amor es como una droga, una obsesión, el amor no se puede cuantificar, no se puede oír, no se puede tocar, no se puede saborear, no se puede ver. Algo que no se puede ver, no se puede pintar, pero sí te lo puedes imaginar. Si el amor no lo puedes percibir por los sentidos es que es una abstracción. A mucha gente no le gusta lo abstracto, sin embargo se puede enamorar. Esto quiere decir que el amor se puede sentir, pero nadie sabe bien qué es y además llega incluso a dormir una parte del cerebro. El amor, por lo que se dice aquí, no parece ser excesivamente bueno, sin embargo también es irremediable…

Todo esto, quizá me haga llegar a la conclusión de que el amor, no existe…
Entonces, lo que siento por ti,
¿qué es?

sábado, 21 de agosto de 2010

Futuro

“Cuando yo era joven, era un revolucionario, y en mi oración decía: Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”

Después de dos años no conseguí nada, modifiqué mi oración: "Señor, dame fuerzas para cambiar al menos a aquellos que están cerca de mí".

Hoy soy viejo, y mi oración dice así: "Señor, dame fuerzas para cambiarme a mí mismo".

Si hubiera empezado por ahí, no habría desperdiciado tanto tiempo.

Said Beyahid



martes, 17 de agosto de 2010

Día 2, 3 de agosto del verano de 1996

Segundo día de mi tormentosa vida en este lugar. Después de una noche difícil donde apenas pude conciliar el sueño sólo me quedaba ser madrugador y observar el claro amanecer. He de decir que los que puedo contemplar aquí son maravillosos, pues no hay árbol ni montaña que tapen tu visión y lo único que empiezas viendo es un fulgor naranja sobre las nubes de la mañana y la línea del horizonte.
Estar ahí me sirvió para serenarme y sacar justo las conclusiones que quería.

Mi desayuno esa mañana fue modesto, un vaso de leche con Nescafé y una tostada. No tenía mucho que hacer y, por suerte, la playa la tengo a escasos dos minutos de aquí. Pasee por ella todavía sin albergar tanta gente como lo haría al cabo de un par de horas, lo que me relajó notoriamente. El mar estaba revuelto y el viento soplaba con fuerza en la costa moviendo todas las banderas de la playa.

Mientras paseaba por la fría y húmeda arena recogía los cadáveres de los mismos habitantes del mar tras una noche de tormenta. Me chocó encontrar cosas tan curiosas como una cáscara de sandía o un garbanzo, y no tan curiosas como bolsas, botellas de plástico o colillas. Pienso si es que no sirven las papeleras que puedes encontrar en la playa cada 50 metros a lo largo de no se cuantos kilómetros.
Pese al viento empecé a sentir calor, me quité la camiseta y me descalcé para ducharme y empezar un nuevo día en aquel lugar.

Terminé temprano y aún me quedaba media mañana a hasta poder comer, el calor se iba apoderando de mí y poco le faltaba al sol para alcanzar su cenit. En la costa se está demasiado a gusto. Siempre corre una brisa que calma tu sofoco y allí es donde acabé. No me senté en la orilla si no en las dunas del final de la playa, allí se podría observar a todo el mundo, apenas alguien te podría observar allí y la mañana no sería tan aburrida.

Resultaba curioso ver tan despacio lo que hacía tanta gente a mi alrededor. Puesto que el mar no estaba en calma los chicos de la Cruz Roja avisaban a algún despistado o alguno no tanto del peligro del oleaje e insistían en que fueran más hacia la orilla. A mi derecha un padre volaba una cometa mientras que otro niño, supuse que era su hijo, volaba no muy lejos de él, una más pequeña. Delante, dos niños se revolcaban por la arena, otros hacían agujeros para encontrar agua o castillos y la mayoría de los adultas leían revistas, libros, charlaban o se limitaban a vigilar a sus pequeños monstruitos. Poco a poco las familias se fueron marchando para preparar la comida de hoy y yo me dispuse a hacer lo mismo. Raro que la playa no me diese hambre y fue por eso por lo que simplemente me hice una tortilla francesa (mi especialidad) y una rebanada de pan con tomate y queso. Dormí la siesta, sí, lo reconozco, puede que sea algo perezoso después de comer, pero si no después no se rinde. Desperté a media tarde, quizá fueran las 17:30. Necesitaba comprar lo indispensable para que mi establecimiento aquí sea aguantable y algo de comer para no morir de hambre. El supermercado no estaba demasiado lejos. Me pasee despacio por las estanterías llenas de comida porque si hay algo que me guste es ver eso, eso y las ajetreadas madres comparando precios y vigilando a sus niños. Por desgracia también vi a dos chicas jovencísimas mirando las bebidas para esta noche, al parecer tendrían algún botellón o alguna fiesta (Aunque descarto la segunda opción).

Al fin llegué a mi hogar así como a las 20:00. Cuando compro, normalmente se me va el santo al cielo y el tiempo pasa dos o tres veces más rápido. No os diré lo que cené esa noche simplemente por respeto.

Cuando hube terminado fregué los platos y los cubiertos de la más que evidente suciedad y coloqué todos y cada uno de los alimentos que pude comprar esa misma mañana. Ya con un poco de sueño y pesadez en el cuerpo me dirigí a la playa, bostecé, me desperecé y volví a bostezar. Esta vez no había nadie en la playa. Comment se dit en français, j´ai suis seul. Cogí un poco de arena, la metí en un tarro y fui a mi pequeña tienda. Preparé las sábanas y el saco de dormir. Me acomodé, apagué la luz y me dormí.



lunes, 16 de agosto de 2010

El aprendiz de esencias

Hola, soy Heiiki, tengo 23 años, si está leyendo esto es porque encontró mi lugar más secreto, “la roca del bosque”. Es martes, 8 de noviembre1364, así podrá comprobar cuanto tiempo ha pasado desde que escribí esto. No diré que soy una chica sencilla, porque si no, le estaría mintiendo. Sí le diré a qué me dedico, me resulta algo extraño explicárselo, pues no es nada común. Mi misión en el mundo digámoslo así, fue captar los perfumes de la naturaleza y aprender a guardar su esencia para que puedan perdurar. Se preguntará, cómo hacer mi trabajo, le diré que soy la única persona de Escandinavia que aún mantiene este modo de vida. Mi madre me lo enseñó cuando era pequeña, y mi abuela, se lo enseñó a mi madre tan sólo cuando tenía 7 años. Ambas murieron el pasado invierno, tras la temible ola de frío que azotó Narvik. Ella me enseñó, que si querías guardar la esencia de una sustancia primero deberías encontrarla y tenerla frente a tus ojos, de ahí, que apenas veía a mi madre y a mi abuela por mi casa, siempre salían en busca de nuevos olores, cada vez más extraños y especiales. El primer perfume que conseguí hacer fue el de frambuesa. Si mira a la derecha, puede que vea unas zarzas donde yo solía recolectarlas .Mamá me explicó que tenía que coger un tarro redondo, parecido a los que se utilizan para vender la miel. Después, colocaría allí las frambuesas, procurando conseguir la máxima cantidad posible de ellas y metería un par de hojas de Yggdrasill y un trozo de seda blanca. Al cabo de dos semanas llenaría de sal el tarro y dos días después añadiría agua helada y savia de abedul
A la mañana siguiente vaciaría el tarro y cogería el trozo de seda impregnado de olor y de la esencia de la frambuesa. El frasco después lo guardaría y lo etiquetaría con su olor correspondiente, pues no lo perdería hasta pasados más de 100 años. Así conseguimos vender por toda Escandinavia los olores del bosque y de la naturaleza.
El secreto de este arte apenas era conocido, pues mi madre me explicó antes de morir que sólo las mujeres de nuestra familia podían conocer el modo en que se conseguía enfrascar los olores. Al no tener más hermanas, yo era la única capaz de enseñar este secreto. Sin embargo hace algo más de un mes descubrí que tenía la peste y que poco tiempo me quedaría de vida. Ya estoy débil, la comida no me sabe a nada y mi olfato se perdió hace unos días, la fiebre me impide buscar sustancias que enfrascar y mi muerte será inminente. Por eso le escribo a usted, espero, que la persona que pueda salvar el modo en el que pude fundirme con los ambientes más escondidos del bosque, donde pude saborear la vida y aprender una tradición casi perdida. Pido a Thor y a Aegir que le protejan…


Exasperado por lo que leí me apresuré a escribir. Saqué una nota del bolsillo a la vez que un trozo de grafito, mi letra fue nerviosa, pues movía el útil con gran celeridad.

Cuando la oportunidad tuviera de poder volar allí, un bosque podría encontrar de entre aquellos mares congelados y de aquellos grandes acantilados. Las tierras gélidas del Norte, me invitarán a que las pise sin detenerme a mirar qué es lo que vería detrás. Pues mi nuevo futuro, entre árboles nevados se encontrará.

El escrito enterré justo donde lo encontré, en los verdes bosques de Münsten con la esperanza de algún día poder volver, pues mi vida tomó el giro que tanto tiempo ansié y esperé.


Axel

miércoles, 11 de agosto de 2010

Día 1, 2 de agosto del verano de 1996

Sentado en la arena fría de la noche, me toca meditar acerca del día de hoy y del día de mañana. La noche, silenciosa, callada sólo por el incesante sonido del mar promete ser tranquila. Las nubes cubren el cielo pero no por eso me eximen de poner en práctica mis vagos conocimientos de astronomía. Todo parece más fácil estando donde estoy.

Esta mañana llegué a este lugar, después de no se cuántas horas en la carretera y dos o tres cafés. Habría hecho una parada en una estación de servicio para poder reponerme del esfuerzo que era estar atento a que no te matase algún pirado. Cuando llegué, pensé que habría poca gente, pues parecía un sitio apacible y tranquilo y su accesibilidad no era del todo fácil, sin embargo me equivoqué.

Paré la furgoneta en la entrada, una volkswagen del ´63 y fui a pedir un mapa para poder ver cuáles eran las parcelas que se encontraban a mi disposición para poder ser ocupadas. Al final elegí la B-37. Era no muy grande, alejada de los aseos y cerca de la playa. Allí los eucaliptos cubrían de sombra la mayor parte de mi humilde nuevo hogar y proporcionándole también un agradable olor. Me tomé con calma el montar la tienda. Antes quise lavar un poco la lona y quitar la resina que los árboles han ido dejando sobre la tienda a lo largo de los años, pues tiempo atrás no tuve las suficientes ganas de hacerlo. Me pareció triste no haberlo hecho antes.
Terminé mi trabajo sobre la una, montar la tienda no fue una ardua tarea, pues, como ya os dije, era pequeña

Comer, bueno, más bien saborear lo poco que pudo soportar mi escaso apetito, un sándwich y una manzana. Cuando terminé, me metí en la tienda y me dispuse a leer, al cabo de 10 minutos caí vencido en el colchón por el sueño.

Desperté un poco más tarde, a las 16:30.
Tenía ganas de ver el mar y por ello cogí la toalla y un poco de agua. Tendréis que reconocer que siempre entra sed cuando se está en la playa. Me asomé a la arena, hacía viento y era pues la tarde perfecta para que aficionados de los deportes acuáticos practicaran lo que más les gustaba. Me impresionó ver a tanta gente practicando kitesurf y windsurf. El cielo se tiñó de infinidad de colores. Gran parte de mi tarde transcurrió mirándolos. Ya cuando el viento arreciaba fue cuando decidí marchar de nuevo a mi nuevo ”hogar”.

Cené, esta vez algo más consistente y encendí la radio para escuchar algo de música. Mi enfado fue notable al no poder sintonizar mi emisora favorita porque la onda de radio no tenía la misma señal aquí que donde normalmente solía escucharla. Por eso resignado recogí los platos y dada mi curiosidad habitual quise ver como otras personas, aventureros o familias habían decidido venir aquí.

Me sorprendí, miraba a mi izquierda y a mi derecha y sólo veía personas viendo la televisión, programas basura en sus tiendas de campaña, no noticias o algo por el estilo, veía familias con uno o dos ordenadores sobre sus mesas, haciendo cualquier cosa y jóvenes que al parecer no pueden vivir sin aparentar tener vida social, no fue esto lo que más me sorprendió, me chocó mucho comprobar cómo una familia no sólo se conformó con traerse a este lugar una televisión y un ordenador, también tuvo que traerse la antena de su casa, una antena que habían atado a un árbol para no perderse ni un solo canal y ver toda la programación. No os diré que mi resignación fue notable, pues quizá me tomaríais por exagerado, sin embargo yo soy un aventurero que se embarcó a la deriva a buscar una paz que en su lugar natal aún no ha podido encontrar, para estar en contacto con la naturaleza y sentir un poco como esa opresión que la ciudad intenta aplicarte desaparezca.

Me descompuse de mi asombro, necesitaba pensar, era ya de noche y fui a la playa. El viento no soplaba tan fuerte como antes, aún así hacía notar su presencia. Miré a mi alrededor, a un lado 4 chicos intentaban superar su miedo a un baño nocturno, a otro lado 3 chicas, se hacían fotos de diferentes maneras, supuse que sería para lo que todos sabemos y más allá unos 15 chicos y chicas todos de blanco hablaban en un corro, perdón, miento, gritaban en un corro. Vencido por los hechos sólo me quedaba volver a mi tienda y acostarme. Aproveché para pensar acerca de lo que hoy había visto. ¿Acaso pensaba de forma tan extraña?. ¿Acaso soy tan contrario a la sociedad? Lo siento pero ayer no encontré mi sitio en este mundo. Mañana sería otro día. Apagué la luz y me acosté.

Oxígeno

Respiro…
Respiro, pero lo hago lentamente.
Respiro, pero cogiendo el máximo de oxígeno posible.
Respiro pero no contaminación.
Respiro, aire puro, respiro bosque…

Para respirar, antes necesito vivir.
Nuestro corazón nos permite hacerlo porque bombea el oxígeno que respiramos por todo el cuerpo.
Nuestro corazón no es el más rápido, ni mucho menos, por ejemplo, el de un ratón se mueve a más de (Número de pulsaciones) por minuto. ¿Eso significa que necesita más oxígeno? ¿Qué vive durante más tiempo?

Para poder vivir sin quemarnos por las radiaciones solares necesitamos oxígeno. Aunque no es el mismo que utilizamos para respirar, si no una triple unión de oxígenos. El ozono.

Antes había mucho ozono, producido por una gran explosión y esto fue lo que permitió que nosotros pudiéramos vivir.

Sin embargo…¿Porqué si ansiamos tanto nuestra vida nos la cargamos de esta manera?
Pues pondría mi mano en el fuego afirmando que ninguna persona querría morir siempre y cuando las cosas le fueran bien.

Creando agujeros en esta capa de ozono sólo conseguimos deshacer lo que un día bordamos. Nosotros formamos parte de estos hilos y somos nosotros los que nos movemos entrecruzándolos. Cambiando la vida. Favoreciéndonos a nosotros mismos, pero perjudicando al mundo en cuestión.

Quizá lo que se necesitaría sería vivir la experiencia de encontrarse aquí, rodeado de todo esto, de tanto oxígeno y por lo tanto de tanta vitalidad. Así al menos podríamos valorar lo importante que pueden llegar a ser las cosas invisibles, no sólo el oxígeno, si no también cualquier otra emoción o sentimiento pues no están sólo en nuestro corazón también en el ambiente, en el aire o la brisa, pues se pueden respirar como el oxígeno.