lunes, 7 de octubre de 2013

La primera vez que te vi

La primera vez que te vi ibas vestida de azul. Me fijé rápido en ti, en tu blancura de piel, en tus mejillas encendidas, en tu suave perfume. Me pareciste tan pura y única que dudé incluso de mis sentidos.

Recuerdo que giraste a la izquierda y aunque fuera en dirección contraria, sin percatarme, comencé a seguirte alejándome de mi destino. Tu alegre baile me parecía irresistible y con un cielo tan nuboso como aquel imaginé que eras un verdadero ángel.

La primera vez que te vi los labios no los llevabas pintados de rojo. Hubiera sido una ofensa hacia tus rasgos apacibles y cautos, una tentación revelada que sin duda me hubiera arrastrado hacia ti en un arrebato de poseerte.

Lo único que quería era seguir observándote, ver si eras real, si no eras fruto de una imaginación desesperada y corrompida que había caído en el desamparo del whisky barato de las tres de la madrugada.

La primera vez que te vi llegaste a una calle sin salida, te diste la vuelta con los ojos cerrados y te acercaste. Las piernas me fallaron. Me vi arrodillado ante ti sintiendo un universo en mi interior.

Me acariciaste con tu mano la cara y me susurraste palabras que nunca comprendí. Tomaste mis labios como pretexto, fui víctima de tu hechizo y bebí de tu dulzura hasta el amanecer. Desperté con alas que nunca jamás volví a perder.

Aquella vez fue la primera y última vez que te vi.