domingo, 24 de junio de 2012

Metilo

Me resulta insignificante llegar a pensar en la falta de todo. El pesimismo crónico y absoluto que nos asola cuando creemos que estamos más que acabados y que nuestra vida debería pasar a un segundo plano para sustituir a unos leves cortes que dejarán que la sangre brote de ellos mermando nuestras funciones vitales.

No excuso a nadie, ni siquiera a mi mismo, de alguna situación parecida que pueda incordiarnos de tal forma que reducirnos a la miseria y a lo inmundo sea la mejor solución posible para las personas, o en el peor de los casos, la única solución.

Te recuerdo sin remedio. Es un sentimiento involuntario que me hace estar en paz y sonreir confidencias a la naturaleza.
No es fácil olvidar tus ojos. Pero es algo que me alegra y que se mezcla con las ganas inmensas que tengo de verte en momentos cruciales. Sin duda, harías de ellos, algo memorable. Serían aún más mágicos, porque la magia necesita de una mano y una mente ilustradora, y tú me ilustras y me iluminas con tus facciones de alegría, tensión, júbilo y arrepentimiento.

Estoy tranquilo y sé que tú lo estarás.
Me gusta ver los estragos del tiempo. Te imponen con tanta claridad el escaso poder de tu memoria para sorprenderte cualquier día con aquella sonrisa idealizada que habías perdido entre tus recuerdos.

Mientras hacemos lo posible por olvidar nuestras derrotas, seguimos empeñados en hacer recordar la más grande de las glorias.




sábado, 9 de junio de 2012

Perdidos


Viajamos con lo justo, y nunca permaneciendo más de una semana en el mismo lugar.

Desde el principio quisimos ver mundo, traspasar nuestros horizontes y limitar nuestro aguante. Nuestra historia era una prueba de fuego.

Hacía meses que perdimos la ilusión y la esperanza por nuestro viaje. Cada paso que dábamos quedaba ensombrecido por nuestro mudo silencio y nuestras miradas serenas.
El tiempo nos había demacrado, destrozado hasta el punto de olvidar quienes éramos, qué buscábamos.

Los paisajes, páramos olvidados, derritieron nuestras ideas, la inagotable paciencia. Envejecimos a la interperie y nos hicimos inmunes a los calores, lluvias y humedades. Resistíamos como héroes.

Nuestra relación era distante. Podíamos pasar días enteros sin hablar, sólo intercambiando miradas disimuladas que no decían nada. Sólo obsevaban.

Nos necesitábamos. Dependíamos de la sombra del otro para sobrevivir.
Cuando ha tenido hambre, le he dejado comer de mi plato, y cuando yo gemía y temblaba por las noches, ella me apaciguaba con su suave voz y un beso en la mejilla.
Aunque no había ni amor, ni siquiera afecto en aquellos besos. Sólo deseo de que callara.

Las pocas sonrisas que nos intercambiamos fueron ciertamente forzadas. Poco después,volvíamos la vista al firmamento, sin querer saber del otro hasta que volviéramos a necesitarnos.

Volamos sin alas, y recorrimos, castigados, las marcas del pasado.

El 27 de octubre de 1976 me desplomé inerte sobre la arena de un inhóspito desierto. Se giró impasible, pensando lo miserable que era. Me empujó con el pie duna abajo, abandonándome en medio de ninguna parte. Ni siquiera lloró esa noche. Tampoco yo lo hubiera hecho.

Sabía que no le quedaba mucho más tiempo. Tan sólo tuvo que esperar dos días. Murió en silencio, dejándose caer en el abismo de sus sueños.




viernes, 1 de junio de 2012

Mantis


Silbando anuncian su llegada las ráfagas de aire que azotan mis vistas y mi cabeza. 
Los árboles se tambalean. También lo hacen mis pensamientos, que recurren a tus ojos demasiado a menudo, en pos de encontrar algún tipo algo.
Y es que el viento no sólo me trae sin cuidado, también me trae tu olor y tus recuerdos, y me embriaga y embelesa con deseos.

Por supuesto, yo me mantengo indemne a lo que me pueda pasar, y mi invulnerabilidad funcionará siempre que yo así lo desee. Pero el problema viene cuando quiero ser vulnerable, cuando me abandono y dejo que preguntas peligrosas e infinidad de preguntas condicionales, circulen por mi mente.
Sí, como una especie de flujo así, muy oscuro, que pretende rebuscar en mi interior y sacar cosas que tengo bien guardadas.

Entonces pasamos a un plano más personal donde yo gano por mayoría absoluta, el óscar al mejor papel protagonista. Un papel que conozco muy bien y que me absorbe rápidamente.

Son aquellos días en los que se me da bien disimular y en los que después sonrío pensando si habré sido un actor demasiado malo.
Intento siempre llevar una gabardina y un sombrero, vamos, creo que en cierto modo me proporcionan cierta profesionalidad en el mundo de la interpretación y jugar así, con una mínima ventaja, no me viene nada mal.

De momento el éxito me inunda. Quizá, algún día, sea un genio descreído que perdió todo lo que tenía, simplemente, por ser descubierto.
Sería libre. Sería maravilloso.