lunes, 24 de septiembre de 2012

Septiembre

No recordaba apenas cómo podías sentirte al notar las ráfagas de aire en tu cara. Unas ráfagas que no pasaban frías, ni heladas, y que no arrastraban llantos ni lamentos.
El viento de aquel día, recuerdo, me calentó las mejillas y las pupilas y me hice prometer recordar aquella fecha. Era 22 de septiembre en aquel entonces y hoy es 24.
Han pasado muchos días desde que volviera a notar esa fuerza invisible en mis pómulos. A diferencia de cualquier otra, ésta era una ráfaga de aire caliente y posiblemente llevase consigo los últimos calores y resquicios del verano. No era para nada molesta. Es más, diría que era realmente placentero poder disfrutar de aquel pequeño vendaval horadando directamente sobre tu piel.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Fugaz

Sediento, devoro recuerdos con gran dificultad.
Pienso en tus ojos, aquellos que no recuerdo haberlos mirado nunca fijamente. Son marrones, creo, pero estoy convencido de que no son de un marrón normal. Quizá asegurar que son pardos sea lo más conveniente. Me recuerda un poco más a tu lado salvaje, o a esa locura tuya que te inunda en situaciones inesperadas.
Qué peligrosa eres, tengo que reconocerlo. Tanto como las fieras de los bosques.
¿Será por eso que siempre me enseñas los dientes cuando estoy a tu lado? Estaba casi convencido de que eran sonrisas.
Tendré pues que llevar más cuidado y acariciarte despacio. Las caricias amansan a cualquier fiera, pero tú no te bastas con eso. Tú quieres algo más. Algo como un billete de ida, un libro para niños o una ardilla. Siempre quisiste tener una, ¿recuerdas?
Seguiré pensando mientras descansas sobre mi pecho. Te gustaba oirme vivir.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Sándalo

Paseaba por tus dedos esquivando los surcos únicos de tus huellas.
Quería abarcarte y tenía la sensación de no poder hacerlo más.
El corazón se agitaba y mis ojos se cerraban.

Mil estrellas espléndidas surcaban el cielo punteado.
Todo estaba acompasado por una melodiosa respiración.
Incluso tus parpados parecían nerviosos.

Brillaban ilusiones y emociones varias.
Sándalo es el olor con el que me mirabas.
Ni el alcohol, ni los humos, ni nada de nada