jueves, 30 de junio de 2011

Humanos...

Es verano, no hay mucho más que decir.

Parecía que iba a poder tener tiempo para aburrirme, no de momento.

Los días, claros y sin ningún resquicio de lluvia se alzan rápidamente dejando después paso a las noches más cortas del año.

Sí, cuesta dormir, más aún cuando ni un soplo de aire fresco se digna a entrar por mi ventana.

El moverte, por poco que sea o el tiempo que sea ya te hace pasar calor, y no hace gracia que tengas que adaptar tu vida a las cada vez más altas temperaturas.

Aquí el sol pega fuerte y rara vez el aire corre. Hoy puedo presumir de tener una buena brisa pues el cielo está algo nublado. Otras veces este mismo motivo causa un bochorno que no hay quien lo aguante.

Las noches son tranquilas, no cerca de los parques, donde madres preocupadas mantienen discusiones con sus hijos exploradores. Peor es cuando alguna persona que no tiene ni un pelo de consideración, o algo de civismo, se ríe, o suelta un vociferio que despierta el sueño débil que tanto me cuesta conciliar.

El panadero no ayuda, siempre, todos los días (excepto Domingos que libra), pasa por mi calle a dejar el pan en las puertas de las casas a las 9.00 a.m. Y digo yo, si no se detiene para que le compren el pan, ¿por qué pitará? Para (…) está claro, porque después vuelve a pasar a la una del mediodía. Para que me entere bien, y que no tenga que utilizar despertador alguno, suele pitar de forma tendida y duradera, no vaya a ser que me quede durmiendo. No, eso sería pecado.

A veces hay bailes populares o algún concierto malucho en la plaza del ayuntamiento. Por la cercanía de mi casa a ésta, suelo oír, exageradamente hablando, los bostezos de los asistentes, pues no llegan a ser lo suficiéntemente interesantes o llamativos estos actos salvo para las abuelas de los participantes.

Llover, hace semanas que no llueve, hará unos días todo apuntaba a que la lluvia cayera, pero se ve que se lo pensó y prefirío no hacerlo. Supongo porque en verano a nadie le gusta que llueva.

Tengo amigos ya en la playa. Sus planes, nada más lejos de la realidad, son los más comunes que pueden a su edad. Más aún estando solteros, más aún yendo solos. Otros tardarán poco en ir y yo algún que otro día podré mirar de nuevo cara a cara al mar. A ver quién es más valiente. De hecho ayer pude disfrutar de él. No era invierno, no estaba nublado ni estaba solo, pero algo es algo.

Estoy algo impaciente, aunque he pillado con ganas este verano, de que llegue el invierno y el frío. Supongo que siempre añoramos lo que no tenemos. Los seres humanos somos así de tontos.


martes, 21 de junio de 2011

F-estival

21 de junio de 2011

Hoy ya es verano. Oficialmente lo dice un antiguo calendario que seguimos desde hace unos 5 siglos, el Calendario Gregoriano, dicho calendario fue establecido en 1582 por el Papa Gregorio XIII quitando del medio al calendario juliano, establecdo, como bien indica su nombre por Julio César en el 46 a.C.

Oficialmente, ésta es la fecha donde aquellas chicas, deseosas de mostrar su piel bronceada, acuden rápidas a las playas de nuestra región. Gran fallo el suyo si el precioso bronceado acabara por convertirse en un pardo rojizo o directamente a un rojo gamba.

Oficialmente, chicos y chicas, podréis acostaros a la hora que casi os plazca sin apenas impedimentos. Las dos de la madrugada, las tres, las cuatro, ¿qué más dará?. Total, en cuanto entre a la cama seguro que me despierto porque algún mosquito haya entrado en mi habitación con ganas de seguir la fiesta. Claro, mi respuesta no iba a ser de beneplácito, sino de zapatillazo al canto. A la mañana siguiente se podrá observar, con total claridad, el campo de batalla con sus cadáveres y las secuelas que dejan en mí, sí, aquellas que pican tanto.

Oficialmente, hoy podremos acercarnos a la piscina para exhibir nuestros cuerpos, ¿perfectos?, y nuestras 5 meses de gimnasio. A mí me da igual que haga calor o esté nublado, la cuestión es que hay que enseñar cacho, y cuanto más mejor, y hay que llevar unas Ray-Ban, y cuanto más caras mejor.

Oficialmente es ahora cuando puedo salir a la calle a hacer lo que quiera, pues tengo todo el tiempo libre del mundo. Ya la cosa cambia cuando veo que en la terraza de mi casa puedo hacer huevos fritos simplemente dejando la sartén al solecico tan rico del mediodía. Si potenciáramos esto…ojo, nos ahorraríamos una pasada de dinero cocinando en verano. Con lo que ya sabéis, más contaminar y menos cuidar el planeta, a ver si nos cargamos pronto la capa esa de ozono y nos hacemos barbacoas con los friends en cualquier parte.

Oficialmente es el momento idoneo (No idóneo, idoneo es como lo dijeron ayer en el telediario, y el telediario nunca miente, porque sale en la tele) para hacer nuestros queridos propósitos. “Que ahora que tengo tiempo voy a hacer deporte” “Que las voy a recuperar todas” “¿Qué no te lo crees?” “Que voy a leer porque ahora si puedo” “Que no, que no saldré todos los días”.

Son cosas de las que, curiosamente, siempre nos damos cuenta de que no las hemos cumplido en Septiembre. Ole la capacidad del ser humano para razonar.

Oficialmente, el verano es justo cuando puedo aprovechar para estar con quien quiera, cuando quiera, como quiera y el tiempo que quiera. Claro, raro es que yo no esté jugando o apostando con un amigo a ver quien se lía con la tía más buena en un mes, o directamente a ver quién se lía con más. Sí, es pura diversión y se necesita el consentimiento de ambas partes. ¿Estaremos ante el resurgir de una nueva forma de amar? Un “hola” mutuo, meto lengua, saco lengua, agarro lo que puedo en el tiempo que pueda, saco lengua, y no te conozco. Precioso.

Oficialmente, empiezo el verano con mi ironía habitual.






jueves, 16 de junio de 2011

A qué huele el amor

Raro os podrá parecer esto. Tampoco desmiento que nunca os lo hayáis preguntado o que sepáis, con total perfección, a qué es a lo que me refiero.

Siempre he sido excesivamente cuidadoso. Más con las cosas que puedo considerar “especiales”. Tengo un rincón lleno de todo un poco. Recuerdos de hace más de 3 años

Desde la primera vez que recibí una bola de pintura en mi brazo disparada a una presión que no os sabría decir, hasta aquellas entradas de baloncesto, desde aquella entrada al parque temático donde establecí el nuevo récord de atracciones a las que no me monté, o aquella felicitación de mis 14 años, o cada uno de los recuerdos plasmados sobre papel de tantos encuentros. También tengo aquella entrada al Foster Hollywood, donde probé que nunca tienes suficiente Coca-cola, o que la hamburguesa nunca será lo suficientemente grande para ti, aquel mapa del metro de Londres, donde más me hubiera gustado haberme perdido, de mis chapas y llaveros tampoco me olvido, al igual que aquella pulsera roja que prometí junto con una amiga que llevaríamos con nosotros de nuevo cuando pasara un año. Mi muñeco budú, que el pobre, lleva más de un año con unas 30 agujas clavadas en la cabeza para que me pudiera entrar todo lo que tenía que aprender, “Pomposo”, mi primer y único muñeco que hice con fieltro, cuando lo veo pienso que 4 horas merecieron la pena, mi fragmento de cristal, que es de los objetos más nuevos que tengo por aquí, pero tampoco me olvido de aquel frasco que desde hace más de un año tengo allí.

Siempre que miro aquel estante, mis ojos acaban puestos sobre él.

El tiempo pasa, esta es una realidad que tengo cada vez más aceptada, pero aún tengo la gran suerte (o la gran desgracia) de tener una buena memoria. Aunque ya nada pueda ser igual, o aunque hay días que me acuerde irremediablemente de noches con brisa, siempre que quiero puedo recordar cómo olía el amor.

En todo este tiempo ni siquiera he gastado el único mililitro que contenía. Por miedo a perder esa fragancia. No, no es una obsesión, porque en ocasiones he pasado semanas enteras sin tener la tentación de respirar “Tonight”, sin embargo, ha habido días que 5 veces oliendo aquel frasco de fantasía se han quedado cortas. (Nada más lejos de la mismísima realidad que quiso crear Tom Tykwer)

Yo, tengo la suerte de saber en cada momento a qué huele amor, y poder recordar tanto y tan poco a la vez. Para mí, ese olor, es comparable con el de la canela o el del incienso. Imaginad pues la gravedad del problema.



sábado, 4 de junio de 2011

Visio

Imaginaos una cámara aérea

Estamos en medio de la selva tropical. La cámara da vueltas lentamente pudiendo ver las copas de los árboles, unas cataratas, la inmensidad del lugar…

Empezamos a movernos.

La imagen aérea va acelerando y recorriendo la selva a través del Amazonas.

Todo pasa a una velocidad impresionante.

Los pájaros apénas parecen motas de polvo y los árboles parecen sábanas verdes difuminadas a las orillas del río.

Las curvas hacen que pierdas de vista todo aquello que veías.

Izquierda, derecha, derecha, de nuevo izquierda.

Llegamos a una cascada, es inmensa. El agua cae, aparentemente, de forma lenta. El vapor de agua cubre la mitad del lugar, la tranquilidad se extiende en una esfera que nos rodea. Pero avanzamos, y el agua pronto la pasamos. (Ahora mismo volamos)


Volvemos a caer y damos un giro brusco.

A lo lejos está el océano. No tardamos en alcanzarlo.

Pasamos islas a una velocidad de vértigo. Una es más grande que las demás. Tiene un volcán, lo subimos y lo bajamos y seguimos recorriendo la Tierra en medio de la nada.

En un salto hacia arriba nos adentramos en el mar. Las burbujas nos impiden ver nada.

Atravesamos corales, bancos de peces y hasta un barco hundido.

Volvemos a la superficie, llegamos ya a tierra.


Las tierras áridas y semidesérticas se extienden ahora sobre nosotros.

Nuestra visión es borrosa pero clara. La velocidad no permite fijarse en detalles.

Animales, algún árbol y grandes estepas que recorremos tocando casi las hierbas altas que crecen por millares.

El cielo es oscuro, habrá tormenta, pero nosotros seguimos avanzando vertiginosamente por la tranquilidad de las montañas. Todo nevado. Todo gélido. Pero no nos paramos.

No nos paramos. Cincomiles, Seismiles, Sietemiles y Ochomiles pasan a nuestro lado y ni siquiera se dan cuenta que estamos ahí. Son tierras tranquilas, apenas pisadas por valientes aventureros. Al igual que las siguientes que visitaremos, los fríos polos, los lugares más alejados de cualquier parte. Los que desaparacen y aparecen.

Los bloques de hielo se alzan inmensos antes nuestra mirada atónita y asombrada.

Los sobrepasamos sin esfuerzo, seguimos ascendiendo y ascendiendo y ascendiendo, atravesamos una fina capa de nubes y nos quedamos, suspendidos, en el aire, sin poder mirar al suelo. Abajo, un algodón gigante que se extiende hasta donde alcanza la vista, en frente, el Astro Rey que ilumina nítidamente. Es precioso…

Damos un giro leve, caemos. La gravedad acelera aún más la fuerza con la que nos acercamos a la superficie. Pasamos la capa de nubes. Todo es borroso a nuestro alrededor. No distinguimos nada pero seguimos firmes hacia nuestro objetivo. Caemos, sin saber dónde. Llego a tierra. No sé dónde estoy.