jueves, 17 de marzo de 2011

Gotas contadas con cuentagotas

[Como siempre, otra vez vuelve a salir el sol después de la espesura gris del cielo, después de las nubes, después del viento, después de la lluvia, después del viento, después del sol, después del viento…]

Sí, ayer dejó de llover…

No entristeceré más aún, mi situación ya de por sí bastante lamentable, frente a los problemas y a las encrucijadas que debo sortear, enfrentar y evitar se agolpa mi mala suerte. Sé que me la he ganado a pulso, no está bien desafiar al destino, primero porque es difícil, al menos para mí, creer en él, segundo porque algo he de estar haciendo mal desde ya más de un mes. No echaré la culpa al destino de todo lo que me ocurra, ya bastante tiene él con organizar vidas de muchas personas que sí creen en él para ahora ponerle yo en problemas, peor me sentiría bastante arrogante haciéndolo porque ya aprendí a afrontar mis problemas con todas las consecuencias que puedan acarrear.

Me resulta tan infinitamente fácil poder decir esto. Me resulta tan infinitamente difícil realizarlo…Vale, ayer llovió, hoy no lo hará, pero al menos puedo asegurar que no será el último día que llueva este año, más necesitaría yo toda una tormenta tropical con vientos huracanados para que de todo aquello que quiera librarme pueda irse lejos, muy lejos. Sólo pido que todo esto no recaiga después del vendaval en alguna otra persona, que, como yo, sienta que no ha hecho nada (lo suficientemente) malo para poder merecer tanta desdicha.

Parece que muero por momentos porque es como un constante “estoy, no estoy”.Lo más sencillo, hacerlo complicado y lo complicado hacerlo imposible, esto es lo que ahora mismo parece ser lo único de lo que soy capaz y no mintiendo diré que me encuentro sin fuerzas y demasiado cansado.

Actos de bondad son pocos este año los que he conseguido realizar, más acabaré casi desistiendo en esto, pues al parecer nadie opta por favorecer a otra persona que no sea a sí mismo. De esta manera, aquel ayudado, no se molestará en ayudar, y aquel que ha ayudado, casi acabará molestándose por no ver a la gente ayudar.

En estos últimos días me he sentido no muy alejado del Tártaro (Una especie de infierno confortable). Pudiera parecer hipócrita, tampoco lo desmiento, pero sí lamento día a día mi toma de decisiones aunque con ello me privara de libertad. Sin embargo mañana o ayer, perfectamente podría no haberme lamentado de nada de esto, pues ambos sabemos (El impávido lector y yo) que el lamentarse del pasado es como intentar predecir el futuro. [Mejor no intentarlo]

Sabio no me considero pues el sabio a parte de tener en su mente todo tipo de conocimientos tiene el don más sabio, la experiencia. Aún soy joven, es mi único consuelo, es más, ya veo y me considero una persona demasiado presionada para mi edad, pues a veces hago recaer sobre mí demasiada responsabilidad de la que debería, y es este simple hecho lo que me hace cuestionarme constantemente el por qué de mi falta de atención ante aquello que viene a ser mi prioridad principal.

Necesito aire y esto sin duda alguna lo habréis oído en más de una ocasión, pero yo oxígeno no es lo que necesito respirar porque en estos momentos no es tan esencial como pudiera ser tocar tu mano, mirarte o besarte. Son dos mundos los que giran alrededor mío, sabio de mí que siempre suelo coger el difícil aunque tonto de mí el que no aprenda tampoco a poder disfrutar del fácil. Todo acaba recayendo en el giro de una moneda que da vueltas y acaba golpeando el suelo dos veces hasta que al final se queda parada en el lado donde no hay nada escrito, porque es una moneda tan vieja y desgastada que ya ha perdido lo que le hacía moneda.

Hoy moneda soy y no ha sido el primero día que me he podido sentir así, a su vez os aseguro que no será el único…


Sí, ayer llovió, ayer dejó de llover…

sábado, 12 de marzo de 2011

Fuego

Dos centímetros, mi mar, se funde con tu tierra en miradas de fuego. Si cerramos los ojos se pierde nuestra subdución. Si empezamos a abrir nuestras bocas sólo saldrá calor y magma de ellas en un beso no muy diferente a lo que podría ser una explosión volcánica. Tus labios queman pero no a mí. La temperatura corporal, inmedible, quema la ropa, quema nuestro alrededor. Mi corazón bombea lava, se mueve por terremotos que tú provocas y ante tanta desidia sigo acercándome a ti. Suelto una llamarada que quema tu garganta, respondes con otra que quema todo mi cuerpo. Fuego es lo que recorre mis venas, de ahí su color rojizo, amor el que recorre las tuyas, de ahí ese color de fuego. Soltaría una bocanada de humo que nos recubriera a ambos, así, solos. El sismógrafo se dispara, la aguja tiembla, la tierra tiembla, tiemblo, tiemblas.

Mi mar, tu tierra, subduciendo a escasos centímetros de una explosión volcánica.

viernes, 4 de marzo de 2011

Un poco de aquí, un poco de allá.

Que me miras con esos ojos que lamentablemente puedo ver de tantos colores diferentes, sí, tengo un alma negra y no fumo, oscura y no he matado a nadie, quizá vaya a matar un poquito a todos, pero eso será en unos meses, cuando tenga coche.

Intento apaciguarme con un Fa, un La, un Do y otro La, tocados dos veces y encadenados a un Do, un Mi, un Sol y otro Mi…también dos veces tocados. Todo repetido 20, 30, 40 veces, hasta respirar un poco más despacio.

Sí, es fácil tocar a oscuras esas 16 notas y cierras los ojos aunque no veas nada.

Hay silencio, cuando no lo desearías que estuviera si está ella.

Dicen que hay miradas que enamoran…en la oscuridad no puede haberlas, pero, ¿quién quiere ver, oír, escuchar, cuando su sentido del gusto te dice a voces que probar esos labios te va a gustar tanto? ¿y el tacto, que puede ser tan delicado o tan brusco? (De ahí la expresión “Que poco tacto tienes”)

Sí, sigo imaginando mientras, tardes de brisa y sal en aire en los ojos, el sol no brilla, no, porque eso será señal de que no estamos solos, por eso estará nublado, hará calor, pues será verano, y la lluvia amenazante, cercana o inminente no nos preocupará, porque el mismo resultado sería si nos metiéramos al mar.

Recordaré (Me acordaré) de una tarde bajo el árbol, hará buen día, sí, porque eso significará que estamos desocupados, pero no habrá gente, no, porque estaremos aislados, tu en mi costado, yo en tu pelo, huele bien, como siempre, rosas no, azahar ardiente, helado no, porque hace calor, ardiente sí, porque quererte es mi misión.

Puedo decir (te) que la estoy cumpliendo, de momento y espero que no, sin bajas enemigas, más preocupante sería que la única baja posible, fuera la amiga, pues eso significaría estar fuera de combate. Yo, como luchador victorioso, que acepta la derrota con amargura y recibe el logro con humildad, no perderé una sola guerra después de haber leído ya sobre otras que duran 100 años.

Soy un soldado extraño, ni espadas, ni escudos, ni sangre derramada, ni baluartes, ni banderas, ni estandartes, ni guerras, ni navíos ni galeras, tu piel, sólo seda.

Son ya muchas las noches, que en vela o en luces de farola intento dormir por un recuerdo tuyo que me merezca vivir, y aunque sean duros los tiempos, ya acompañen o no, y parezca que envejecemos seguimos siendo carbono, agua, hidrógeno…

Somos sencillos por fuera y complejos por dentro, sabiendo esto último desgraciadamente demasiado bien, y no deseo ahora mismo otra cosa que poder controlar el tiempo. Pero como todos somos arrogantes, posesivos y avariciosos y si tuviera un reloj que controlara el tiempo, es posible que me aprovechara de él, prefiero no inventarlo. Con lo que confórmate con lo que tienes, sal fuera que hace un día esplendido (hoy llovía) y confía en que mañana puedas despertarte de nuevo.

jueves, 3 de marzo de 2011

Contexto histórico

Frustrado y casi diría engañado, otra vez he de enfrentarme a otro reto que se ponga frente a mí. (Otro de muchos). Parece que queréis matarme o ahogarme entre tanto comentario “ingenioso” o con tanta insistencia en temas absurdos, mas sólo fraude e indecencia es lo que acabáis consiguiendo.

Sí, os desafío a ti y a todos los que directamente tiráis piedras en mi camino o inundáis ríos con vuestros comentarios que, no en vano, hacéis inconscientemente pues vuestra diminuta capacidad craneana no podría pensar por sí misma tales atrocidades. (Posiblemente ni esto lo hubierais entendido)

Pero como lo comprendo y no soy rencoroso con vosotros, inteligentes amigos, os invito a venir conmigo y conseguir aquello que yo intento proponerme, para así, reírme de ti y de tus compañías de Premio Nobel. Insisto en mi carácter rencoroso, al igual que insisto, a quien sea que me controle, que no lo está consiguiendo y que deje de intentarlo para fracaso el primero, el segundo y tercero.

Sin embargo y no obstante, pese a mi pesar por tanto y tan poco que sólo yo soy capaz de dar importancia, mejor, como siempre, olvidar y guardar, es decir, ni darle más vueltas a lo que algo más inteligente que una piedra diga ni a lo que responda la mancha de dicha piedra. Al final, dejaré esta experiencia como una más en mi negativa agenda de infortunios a lo largo de ya casi 17 primaveras…