sábado, 14 de julio de 2012

Entre libélulas


La sencillez con la que vivimos un día a día que promete ser igual de banal y monótono que el mismo día de ayer, pero que será totalmente diferente a la innovación y al cambio del mañana me obliga a replantearme varias veces si los momentos de impás en los que me encuentro sólo ante la inmensidad, no son si no premios que me otorgo inconscientemente y que los saboreo todo los conscientemente posible para recordarlos de forma íntegra.

Y me refiero a la inmensidad de los campos verdes que abundan e inundan aquella tierra seca que en verano el agua transforma y reconvierte.
El leve caudal del Segura es el eje vertebrador de la vida de éstos, contando con varias acequias que canalizan eficientemente el agua para cubrir de agua los brotes sembrados por las propias manos de los agricultores en varios jornales.
En cuestión de semanas, el color de la esperanza se hace fehaciente en todos los bancales y terrenos cultivables. Las primeras espigas de los campos de arroz saldrán la próxima semana, a finales de Julio.

Insectos desde pequeñas arañas que aprovechan cualquier rincón para mostrar sus artes con la arquitectura, hasta libélulas azules, rojas y amarillas que permanecen en los márgenes de los caminos moviéndose nerviosas. Los pájaros revolotean y aprovechan las fuertes corrientes de aire fresco que mecen las espigas y se hacen oír entre los zumbidos y silvidos del viento que ondean aquellos campos tan familiares.

Es tan súmamente indescriptible sentir el barro en tus pies y girarte completamente para no dejar de ver un inmenso océano verdeante, característico por sus olores y sonidos, pero único por la pureza que respiras en los días más calurosos del verano.