jueves, 29 de diciembre de 2011

Tinta


Llámate extraña si te atreves a hablar conmigo.

 A veces, las personas que dejamos de existir por momentos, cuando la vida nos absorbe de aquella manera tan súbita, imaginamos el por qué nuestra falta de tanto.

Sólo profundizando en mí podrás darte cuenta que no soy nada más que lo que precisamente querías que fuera, aquel loco obsesionado por rescatarte todas esas noches en las que te escondías.

Mis marcas en las manos me delatan. Las palabras de preocupación no pueden ir ahí escritas con tal nitidez y precisión.
La tinta negra penetra por los poros de mi piel, cerrándose tras de sí, llegando y pasando a la epidermis y a la dermis para volcarse con el rojo más pasional y lujurioso que antes pude imaginar.

Noto que se me entumecen los dedos, ennegrecidos por aquella oscura circulación sanguínea, paralizados por la desdicha y maldición de su maniático manipulador.
Aquel quien cree mirarse en el espejo como fue y no como el que es.

Y aunque me queden unas horas de vida hasta que la infección se extienda por todo el cuerpo y la parálisis me deje inutilizado e indefenso, seguiré y pensaré si es que esta situación no merecerá de tu presencia.
Los prototipos son aquellos primeros, modelos, selectos, lujosos y ostentosos, pero nada realistas. Ellos nunca serían como los demás, porque los demás nunca serían como ellos.

Siento la debilidad en mis extremidades, un titubeo y una desarticulación de las palabras, ojos hinchados, enrojecidos y húmedos y la memoria en plena recapitulación.

 Enfermé en la enfermedad y ahora me fijo en los estragos de la misma.

 [Siempre gusté de tratar con enfermos, enfermos de amor]


sábado, 24 de diciembre de 2011

Mundano


Cuando las hojas de los árboles caían siempre en otoño, ahora, es el invierno quien las recoge.
Poco nos fijamos en ellas, pues en épocas calurosas o suaves suelen haberlas por miles, mientras que en épocas secas y frías suelen desaparecer.
No somos muy observadores, bueno, no al menos en la naturaleza. Está claro que preferimos salir a conocer gente que salir a conocer árboles, pero todo debe tener su término medio.

Me gusta pensar, cuando camino por antiguos paseos de reyes emblemáticos de siglos atrás de tu ciudad y observar.
Reconozco que no hago caso a las hojas hasta que se caen, que es cuando realmente captan mi atención.

En el suelo, rojas o marrones y desgastadas, tan secas que pueden romperse si apenas pisándolas con nuestros elegantes zapatos nuevos.

Y os aseguro que no, que ni mucho menos son todas iguales, que las hojas son como los copos de nieve, todas únicas e irrepetibles.

Soy muy inconformista, y a veces, para mis cosas, algo egoísta, y no contentándome con coger una o dos, cojo alguna más por si las circunstancias o las situaciones no me son favorables.
Así escojo las que más me gustan, aquellas que están enteras, sin agujeros ni bordes arrancados, simétricas y de un color uniforme, a ser posible con bordes puntiagudos y con un tallo redondo.

Mis exigencias son pocas, pero la naturaleza es la única que me las cubre todas.

Es diciembre y el frío invernal no llega, sólo resquicios de un viento oceánico que hiela por las noches. Al final me obligaréis a abrigarme.

La insignificancia de la vida hace grandes a los pequeños detalles.




sábado, 17 de diciembre de 2011

Decálogo

El aroma a menta, a canela y a orégano son especiales. Así que ya sabes de qué sabor deben ser tus chicles cuando quedes conmigo, qué poner en tus natillas y que añadir en nuestras pizzas.


Cuando las gotas caigan por millones prueba a acordarte de mí, cuando el sol brille, puedes probar a dejar de hacerlo. Sé que es difícil dejarlo, por eso nunca te pediré que lo dejes.

Para enamorarme no necesitas mucho, pero no tendría sentido si aquí y ahora te lo dijera. Demasiado fácil.

Si te apeteciera dormir cerca de mí, esta o cualquier noche, lo único que tienes que hacer es moverte disimuladamente a la izquierda hasta que puedas rozarme los pies.

Cuando dejes de querer que viva y prefieras provocarme espasmos cardíacos, haz cosas inesperadas, como coger mi mano o besarme despacio.

El día que me canse de ti, prométeme que me recordarás todo lo que te quería para volver a tenerme a tu lado.

Si en alguna ocasión quisieras un abrazo, sólo te bastará fingir que tienes frío. No creo que pueda resistirme.

Puedes jugar a ser mala, para ello prueba a gastar bromas y sonríeme pícara, pero en la realidad quiero que seas buena, por eso dejo que seas tú.

Para no estropear nuestras noches de estrellas, pediré controlar el clima a la próxima estrella fugaz que vea.

Y cuando no deje de hablar y ya no puedas soportarme más, cállame de la forma más dulce y directa que sepas, dejándome respirar tu respiración y beber de ti.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Pearl Harbor

Las guerras, lejos de satisfacer al humilde, nunca han dejado huellas para recordar.

Las batallas, donde el egoísmo de pocos, se convierte en la desdicha de tantos.

Ante la felicidad y un lema, “Vive y deja vivir”, la destrucción impone el suyo propio, “Vive para sobrevivir”


Aquel 7 de diciembre de 1941, Pearl Harbor cayó.

Un poco más de 70 años después, parece que todos supimos lo que pasó.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Percepciones IV

Diciembre, un mes, quizá el más frío, lluvioso y nevado.
Diciembre es un mes familiar, entrañable, donde el calor de las estufas avivan nuestras ganas de mejorar año tras año, donde los problemas intentan ser olvidados y reemplazados por esperanzas y propósitos.

Este mes quisiera mostraros una frase muy reveladora que me gusta mucho decirme a mí mismo cuando veo que sobrepasa la vida.

“Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”

Como siempre, os invito y más bien, deseo, que compartiérais conmigo vuestras opiniones, ideas, recuerdos, que os pueda suscitar dicha frase.
Espero que os haga bien, al igual que a mí me lo hace.