Mis marcas en las manos me delatan. Las palabras de preocupación no pueden ir ahí escritas con tal nitidez y precisión.
La tinta negra penetra por los poros de mi piel, cerrándose tras de sí, llegando y pasando a la epidermis y a la dermis para volcarse con el rojo más pasional y lujurioso que antes pude imaginar.
Noto que se me entumecen los dedos, ennegrecidos por aquella oscura circulación sanguínea, paralizados por la desdicha y maldición de su maniático manipulador.
Aquel quien cree mirarse en el espejo como fue y no como el que es.
Y aunque me queden unas horas de vida hasta que la infección se extienda por todo el cuerpo y la parálisis me deje inutilizado e indefenso, seguiré y pensaré si es que esta situación no merecerá de tu presencia.
Siento la debilidad en mis extremidades, un titubeo y una desarticulación de las palabras, ojos hinchados, enrojecidos y húmedos y la memoria en plena recapitulación.