Nuestra vida
ha estado siempre llena de interrogantes. Nunca hemos tenido nada claro, salvo
que éramos inseparables.
Desde jóvenes estuvimos ligados en nuestro destino. Tú te fijaste en mí y yo ni
siquiera podía verte y ahora, incluso cuando cierro los ojos, soy
incapaz de dejarte marchar.
Nuestra primera casa se situó en las montañas. Ambos adoramos el frío, quizá yo
tenga una mayor debilidad por la lluvia, pero tú la tenías por las velas
perfumadas y las cabañas de madera.
Así pues, entre árboles y humedad aprendimos a enamorarnos. Respirábamos
vainilla, incienso y canela e incluso escuchamos acordes de guitarra mientras
mirábamos cómo el tiempo y las gotas pasaban por la ventana
Vivíamos sin preocupaciones, sin obligaciones, solos tú y yo.
Nos rendíamos a nuestros instintos una y otra vez y las velas se apagaban con
nosotros, al amanecer.
Dormíamos acalorados, no queríamos separarnos el uno del otro y despertábamos
con hambre de besos y galletas de chocolate. Paseábamos descalzos sobre el
parquet y desprovistos de rencor y odio.
Nos queríamos, nos amábamos. Nos fundíamos en noches interminables rodeados de
tumbas. Tumbas de luciérnagas.
domingo, 29 de septiembre de 2013
jueves, 19 de septiembre de 2013
Me visto de ángel cada vez que estoy contigo
Ninguna
criatura, salvo otra como tú, podría tolerar tu presencia. Te observo
ensimismado, memorizo cada parte de tu cuerpo perfecto. Cómo me gustaría poder
tocarlo, poder sentirlo, hacerlo mío.
Te rodea un aura que me encanta, me deja a tu merced y decisión. Casi no puedo dejar de pensar cómo has llegado a ser como eres. Tan perfecta a mis corrompidos ojos. Eres una especie de perdición.
Tus súplicas las escucho como órdenes irrompibles. Me siento un ser quebradizo y vulnerable ante ti, como si fuera un vulgar mensajero de cartas sin sello.
Pero cuando me miras con ojos de fuego, enciendes mi alma y mis sentidos. Me fortaleces, me alzas, me llevas al cielo, contigo, donde se encuentran los ángeles y nos enredamos entre miradas persuasivas.
Tengo incrustado el color de tus ojos en mi mente, tus labios mojados, tus pómulos calientes. Tengo guardados los mejores momentos de mi vida en recuerdos con olor a flores y perfume.
Tengo la suerte de tenerte.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Tiempo
Has decidido preocuparme.
Harás que me mantenga en vela de nuevo noches interminables, sin saber qué decir, qué pensar o qué llorar. Las mejillas me saben a sal y la sal me recuerda a ti.
Me recordarás las ganas que tengo de volver a un castillo, un castillo en el que no haga ni frío ni calor, pero que esté junto al mar y que desde él se pueda ver un faro y el puerto.
Me volverás solitario, más solitario que nunca. Y tomaré las noches con melancolía y tristeza, notando tu ausencia en la distancia y cómo crecen mis penas.
Tú me haces cerrar los ojos para que pueda imaginarla. Casi ya no recuerdo su rostro por las mañanas dormida entre las sábanas.
Me castigas y me enfadas, me pones de los nervios, maldito. No me dejas tranquilo, no haces más que molestar y estar presente cuando lo único que quiero es hacerte desaparecer para volver a abrazar a mi otro corazón que espera paciente la transfusión de mis sentimientos.
Necesito que me abrace de nuevo, aunque fuera sólo una vez más, pero en esta ocasión párate, no avances más, déjame saborear sus labios con dulzura o con violencia, pero deja de estar presente.
Romperé tu mecanismo, tiempo dichoso.
Te fumaré como en Momo.
Harás que me mantenga en vela de nuevo noches interminables, sin saber qué decir, qué pensar o qué llorar. Las mejillas me saben a sal y la sal me recuerda a ti.
Me recordarás las ganas que tengo de volver a un castillo, un castillo en el que no haga ni frío ni calor, pero que esté junto al mar y que desde él se pueda ver un faro y el puerto.
Me volverás solitario, más solitario que nunca. Y tomaré las noches con melancolía y tristeza, notando tu ausencia en la distancia y cómo crecen mis penas.
Tú me haces cerrar los ojos para que pueda imaginarla. Casi ya no recuerdo su rostro por las mañanas dormida entre las sábanas.
Me castigas y me enfadas, me pones de los nervios, maldito. No me dejas tranquilo, no haces más que molestar y estar presente cuando lo único que quiero es hacerte desaparecer para volver a abrazar a mi otro corazón que espera paciente la transfusión de mis sentimientos.
Necesito que me abrace de nuevo, aunque fuera sólo una vez más, pero en esta ocasión párate, no avances más, déjame saborear sus labios con dulzura o con violencia, pero deja de estar presente.
Romperé tu mecanismo, tiempo dichoso.
Te fumaré como en Momo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)