martes, 27 de marzo de 2012

Sombras que muerden


Pues claro que me desconcierta.
Me desconierta siempre, y no sé por qué.

Es normal. Es una chica normal, con su pelo, sus ojos, sus dos piernas y sus dos brazos.
Sencilla, como tantas otras y amable, como otras muchas.

No puedo aguantarlo.
A veces la miro furioso y después espero algo de serenidad y compasión que venga de alguna parte de dentro de mi cuerpo. Pero nada, acabo encontrándome yo, con mi yo más confuso y haciéndonos compañía a ambos, mi yo más idiota.

¿Qué tiene?
Nada, si la cosa es que no tiene absolutamente nada.

Qué mentiroso eres.
Mi yo que miente sabe hacer bien su trabajo, pero mi yo razonable sabe cuál es la auténtica verdad.

¿Qué pasa si no te miro cuando me cruce contigo?
¿Qué pasa si decido evitarte como tantas veces he hecho?
¿Por qué? Por el miedo a hablarte, a saludarte, a tener una conversación corriente contigo. Una conversación de amigos. Entre amigos. Donde contarnos cómo nos va yendo la vida, dónde hemos estado este último fin de semana y el trabajo que tenemos que entregar para el próximo viernes. ¿Ves? ¿Fácil? Pues no, nada de eso.

Te seguiré. Te seguiré de cerca y te observaré. Conozco tus gestos, tus movimientos.
Cómo te recoges el pelo cuando lees, cómo pasas frío cuando el viento te azota, cómo utilizas siempre la pierna izquierda para cruzar un paso de peatones.

No puedes escapar. Tampoco yo te dejaré.
Pero cuando esté ante ti, sabré, que otra vez me he vuelto a equivocar y balbucearé preguntas azarosas e improvisadas hasta librarme de tus garras que me oprimen.

Sólo después de haber huído pienso que...



lunes, 19 de marzo de 2012

Viator


Atrás dejamos aquellos portones de madera vieja y hierros oxidados que protegían la ciudadela por su parte norte.
Eché un vistazo para despedir la hospitalidad que recibimos y me fijé en lo hinchada que me pareció la muralla. “Fue una buena fortaleza en su momento”. Pensé.

Retomamos el rumbo.
Yo, con mi útiles, maderas y lienzos. Ella con su agradable sonrisa y con el aprovisionamiento.
Una inscripción en un pequeño pilar nos mostró nuestro nuevo destino. Apenas quedaría a 3 noches de aquí. Sabíamos que podíamos hacer parada en una de las 4 tabernas que aparecían a la orilla del camino y eso nos daba cierta seguridad.

Los pies nos dolían.
Nos gustaba nuestra vida, aunque siempre fuera dura.
A medio día hicimos una parada. Ella se acercó a un manzano y recogió un poco de fruta para la comida. Mientras, me dispuse a preparar un nuevo marco de madera a partir de una sólida rama que había partida en el camino.
En una hora ya lo tenía listo, y ese mismo día comimos queso y pan de ayer, y cerezas. Todo un lujo en comparación con otros días, que ni siquiera comíamos, ya fuera por falta de hambre o de comida.

El cielo era azul. Un azul claro manchado por algunas blancas nubes.
Se notaba que el tiempo iba yendo cada vez a peor, pero aún disfrutábamos de buenas temperaturas.

Subimos una colina. El viento soplaba tímidamente.
La miré interesado. Ella entornaba los ojos y se recogía el pelo para que no le golpeara en la cara. Tenía una flor azul entre su cabello a modo de tocado. Me gustó verla así.

Saque mis lienzos, seleccioné mis pinceles y mis colores. Pedí que no se moviera. Ella lo hizo encantada.
Mi mano se movía ágilmente pintando los rojos que se tornaban en el cielo. Su vestido blanco.
Cambié de pincel, su fina silueta no merecía un trazado tan grueso.
Dibujé un hombre a su lado. Alto, con pelo largo y con camisa abierta y desgastada. Él sonreía a su lado.

Tal y como hago yo, al recibir tus cartas secretas.


jueves, 15 de marzo de 2012

Vainilla


Estoy tirado en la cama, apoyado en un cojín algo más grande que mi cabeza. Conozco aquel lugar a la perfección desde hace poco. Una mezcla oriental y hippie, con algunos detalles de animales y de piso universitario. Menos por el orden, en eso no se parece en nada a un piso universitario.
Me asomo a la ventana, aquella que nos da las mejores vistas de toda la ciudad, donde un manto de pequeñas luciérnagas iluminan las calles y los comercios. Los faros de los coches se mueven lentos y tímidos y la luna acaba de salir de una densa nube.

-Está llena la luna esta noche. Musito.

Y ella me regala una sonrisa de las que tanto me gustan. Está ocupada, intenta sorprenderme con una buena cena y yo me río de su cuidado en silencio. Intento ponerla nerviosa. La abrazo por detrás, huelo su pálido cuello y la beso en la mejilla. Ella protesta:

 -Así es imposible hacer la cena. Si no quieres que cenemos y hagamos otra cosa, puedes decírmelo. Dice insinuante

Se ha revuelto y me ha pillado desprevenido, ahora estamos el uno con el otro, frente a frente y lo peor es que me tiene el cuello rodeado con su brazos. No puedo escapar.

 –Ahora qué, ¿me vas a dejar hacer la cena?.

Odio cuando me mira así, levantando las cejas,  no puedo hacer nada y ya sabe cómo controlarme. Intento contraatacar.

–Que sepas que tengo mejores expectativas de la cena que de ti esta noche, así que, bonica, se te va a pegar la pasta.

Estamos más cerca que antes, nos rozamos tímidamente con la nariz.

–¿Sí? susurra sonriente.
– Sí. Alcanzo a decir.

Nos vamos a besar, nuestros labios casi se tocan entre sí, cierro los ojos, respiro lentamente.

-Pues tienes razón. Dice separándose de golpe. –Será mejor que siga con la pasta, acabará pegándose.

La miro enfadado, ella me mira divertida. Me guiña un ojo y me saca la lengua.
Vuelvo a tirarme en la cama y la observo  Me gusta su espalda. Me gusta su pelo.




martes, 6 de marzo de 2012

Percepciones VII


Bienvenidos todos a marzo.

Nuestro mes primaveral.
Lluvioso, según algún que otro refrán.

Comienzan las floraciones de almendros y los campos se tornarán rosados y blancos.
Ceremonias religiosas, allá por sus finales, tendrán lugar en las ciudades, donde la antigüedad, el respeto, la humildad, el rezo y la esperanza serán los protagonistas de aquellas procesiones.

Os pondré esta vez, una frase Nietzsche que me dio mucho que pensar cuando la vi. Al menos fue la primera vez que pensé así en la esperanza:

La esperanza es el peor de todos los males, pues prolonga el tormento de los hombres


Como siempre, decir, que este es un espacio donde prima la palabra o la opinión sobre cualquier otra cosa. Donde no hay necios, ni sabios.
Cualquier momento que os recuerde, lo que os pueda suscitar, lo que queráis comentar, sois libres de hacerlo.

Estaré encantado de escuchar vuestros interiores.