martes, 17 de agosto de 2010

Día 2, 3 de agosto del verano de 1996

Segundo día de mi tormentosa vida en este lugar. Después de una noche difícil donde apenas pude conciliar el sueño sólo me quedaba ser madrugador y observar el claro amanecer. He de decir que los que puedo contemplar aquí son maravillosos, pues no hay árbol ni montaña que tapen tu visión y lo único que empiezas viendo es un fulgor naranja sobre las nubes de la mañana y la línea del horizonte.
Estar ahí me sirvió para serenarme y sacar justo las conclusiones que quería.

Mi desayuno esa mañana fue modesto, un vaso de leche con Nescafé y una tostada. No tenía mucho que hacer y, por suerte, la playa la tengo a escasos dos minutos de aquí. Pasee por ella todavía sin albergar tanta gente como lo haría al cabo de un par de horas, lo que me relajó notoriamente. El mar estaba revuelto y el viento soplaba con fuerza en la costa moviendo todas las banderas de la playa.

Mientras paseaba por la fría y húmeda arena recogía los cadáveres de los mismos habitantes del mar tras una noche de tormenta. Me chocó encontrar cosas tan curiosas como una cáscara de sandía o un garbanzo, y no tan curiosas como bolsas, botellas de plástico o colillas. Pienso si es que no sirven las papeleras que puedes encontrar en la playa cada 50 metros a lo largo de no se cuantos kilómetros.
Pese al viento empecé a sentir calor, me quité la camiseta y me descalcé para ducharme y empezar un nuevo día en aquel lugar.

Terminé temprano y aún me quedaba media mañana a hasta poder comer, el calor se iba apoderando de mí y poco le faltaba al sol para alcanzar su cenit. En la costa se está demasiado a gusto. Siempre corre una brisa que calma tu sofoco y allí es donde acabé. No me senté en la orilla si no en las dunas del final de la playa, allí se podría observar a todo el mundo, apenas alguien te podría observar allí y la mañana no sería tan aburrida.

Resultaba curioso ver tan despacio lo que hacía tanta gente a mi alrededor. Puesto que el mar no estaba en calma los chicos de la Cruz Roja avisaban a algún despistado o alguno no tanto del peligro del oleaje e insistían en que fueran más hacia la orilla. A mi derecha un padre volaba una cometa mientras que otro niño, supuse que era su hijo, volaba no muy lejos de él, una más pequeña. Delante, dos niños se revolcaban por la arena, otros hacían agujeros para encontrar agua o castillos y la mayoría de los adultas leían revistas, libros, charlaban o se limitaban a vigilar a sus pequeños monstruitos. Poco a poco las familias se fueron marchando para preparar la comida de hoy y yo me dispuse a hacer lo mismo. Raro que la playa no me diese hambre y fue por eso por lo que simplemente me hice una tortilla francesa (mi especialidad) y una rebanada de pan con tomate y queso. Dormí la siesta, sí, lo reconozco, puede que sea algo perezoso después de comer, pero si no después no se rinde. Desperté a media tarde, quizá fueran las 17:30. Necesitaba comprar lo indispensable para que mi establecimiento aquí sea aguantable y algo de comer para no morir de hambre. El supermercado no estaba demasiado lejos. Me pasee despacio por las estanterías llenas de comida porque si hay algo que me guste es ver eso, eso y las ajetreadas madres comparando precios y vigilando a sus niños. Por desgracia también vi a dos chicas jovencísimas mirando las bebidas para esta noche, al parecer tendrían algún botellón o alguna fiesta (Aunque descarto la segunda opción).

Al fin llegué a mi hogar así como a las 20:00. Cuando compro, normalmente se me va el santo al cielo y el tiempo pasa dos o tres veces más rápido. No os diré lo que cené esa noche simplemente por respeto.

Cuando hube terminado fregué los platos y los cubiertos de la más que evidente suciedad y coloqué todos y cada uno de los alimentos que pude comprar esa misma mañana. Ya con un poco de sueño y pesadez en el cuerpo me dirigí a la playa, bostecé, me desperecé y volví a bostezar. Esta vez no había nadie en la playa. Comment se dit en français, j´ai suis seul. Cogí un poco de arena, la metí en un tarro y fui a mi pequeña tienda. Preparé las sábanas y el saco de dormir. Me acomodé, apagué la luz y me dormí.



2 comentarios:

  1. me gusta :)
    espero que sigas con esta historia! :D

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  2. Tengo curiosidad por saber qué ceno. jajja

    Pd. Lo del tarrito de arena me suena ;)

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Ecos del pasado