miércoles, 11 de agosto de 2010

Día 1, 2 de agosto del verano de 1996

Sentado en la arena fría de la noche, me toca meditar acerca del día de hoy y del día de mañana. La noche, silenciosa, callada sólo por el incesante sonido del mar promete ser tranquila. Las nubes cubren el cielo pero no por eso me eximen de poner en práctica mis vagos conocimientos de astronomía. Todo parece más fácil estando donde estoy.

Esta mañana llegué a este lugar, después de no se cuántas horas en la carretera y dos o tres cafés. Habría hecho una parada en una estación de servicio para poder reponerme del esfuerzo que era estar atento a que no te matase algún pirado. Cuando llegué, pensé que habría poca gente, pues parecía un sitio apacible y tranquilo y su accesibilidad no era del todo fácil, sin embargo me equivoqué.

Paré la furgoneta en la entrada, una volkswagen del ´63 y fui a pedir un mapa para poder ver cuáles eran las parcelas que se encontraban a mi disposición para poder ser ocupadas. Al final elegí la B-37. Era no muy grande, alejada de los aseos y cerca de la playa. Allí los eucaliptos cubrían de sombra la mayor parte de mi humilde nuevo hogar y proporcionándole también un agradable olor. Me tomé con calma el montar la tienda. Antes quise lavar un poco la lona y quitar la resina que los árboles han ido dejando sobre la tienda a lo largo de los años, pues tiempo atrás no tuve las suficientes ganas de hacerlo. Me pareció triste no haberlo hecho antes.
Terminé mi trabajo sobre la una, montar la tienda no fue una ardua tarea, pues, como ya os dije, era pequeña

Comer, bueno, más bien saborear lo poco que pudo soportar mi escaso apetito, un sándwich y una manzana. Cuando terminé, me metí en la tienda y me dispuse a leer, al cabo de 10 minutos caí vencido en el colchón por el sueño.

Desperté un poco más tarde, a las 16:30.
Tenía ganas de ver el mar y por ello cogí la toalla y un poco de agua. Tendréis que reconocer que siempre entra sed cuando se está en la playa. Me asomé a la arena, hacía viento y era pues la tarde perfecta para que aficionados de los deportes acuáticos practicaran lo que más les gustaba. Me impresionó ver a tanta gente practicando kitesurf y windsurf. El cielo se tiñó de infinidad de colores. Gran parte de mi tarde transcurrió mirándolos. Ya cuando el viento arreciaba fue cuando decidí marchar de nuevo a mi nuevo ”hogar”.

Cené, esta vez algo más consistente y encendí la radio para escuchar algo de música. Mi enfado fue notable al no poder sintonizar mi emisora favorita porque la onda de radio no tenía la misma señal aquí que donde normalmente solía escucharla. Por eso resignado recogí los platos y dada mi curiosidad habitual quise ver como otras personas, aventureros o familias habían decidido venir aquí.

Me sorprendí, miraba a mi izquierda y a mi derecha y sólo veía personas viendo la televisión, programas basura en sus tiendas de campaña, no noticias o algo por el estilo, veía familias con uno o dos ordenadores sobre sus mesas, haciendo cualquier cosa y jóvenes que al parecer no pueden vivir sin aparentar tener vida social, no fue esto lo que más me sorprendió, me chocó mucho comprobar cómo una familia no sólo se conformó con traerse a este lugar una televisión y un ordenador, también tuvo que traerse la antena de su casa, una antena que habían atado a un árbol para no perderse ni un solo canal y ver toda la programación. No os diré que mi resignación fue notable, pues quizá me tomaríais por exagerado, sin embargo yo soy un aventurero que se embarcó a la deriva a buscar una paz que en su lugar natal aún no ha podido encontrar, para estar en contacto con la naturaleza y sentir un poco como esa opresión que la ciudad intenta aplicarte desaparezca.

Me descompuse de mi asombro, necesitaba pensar, era ya de noche y fui a la playa. El viento no soplaba tan fuerte como antes, aún así hacía notar su presencia. Miré a mi alrededor, a un lado 4 chicos intentaban superar su miedo a un baño nocturno, a otro lado 3 chicas, se hacían fotos de diferentes maneras, supuse que sería para lo que todos sabemos y más allá unos 15 chicos y chicas todos de blanco hablaban en un corro, perdón, miento, gritaban en un corro. Vencido por los hechos sólo me quedaba volver a mi tienda y acostarme. Aproveché para pensar acerca de lo que hoy había visto. ¿Acaso pensaba de forma tan extraña?. ¿Acaso soy tan contrario a la sociedad? Lo siento pero ayer no encontré mi sitio en este mundo. Mañana sería otro día. Apagué la luz y me acosté.

3 comentarios:

  1. La sociedad cambia y, en muchos aspectos, no para mejor. :S

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  2. por eso a veces es mejor pasar del mundo, porque si no termina amargándote la vida (y las vacaciones...;)

    un besoooooo ^^

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  3. Una de las que se echaba fotos podría ser perfectamente mi hermana. jajaa

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Ecos del pasado