jueves, 13 de enero de 2011

Héroes

Allí estaba, mirándome de nuevo, casi ni podía creer que viniera, apoyado estaba con una pierna en la fachada antigua de aquella fábrica abandonada que los críos tenían miedo de entrar por si se encontraban algún fantasma y donde sus madres no les dejaban jugar, por si se clavaban algún cristal o alguna otra cosa. Era un buen lugar para meterse un chute o pillarse una buena sin que la policía apenas se enterase. Por dentro, las fachadas enteras con pintadas por niños que empezaban a en el mundillo del vandalismo robando 3 euros a sus padres para comprar un spray y poner cualquier gilipollez que se les ocurriera, o por jóvenes, que sin nada que meterse ni hacer, se disponían a ir poniendo sus firmas una encima de la otra. La fábrica, la verdad, estaba echa un asco, las ventanas estaban todas rotas, con peligrosos cristales a su alrededor, el techo agujereado, dejaba escapar miles de haces de luz que se filtraban por las tejas semidestruidas, suciedad y ratas y no era muy de extrañar que si te pasearas por allí durante un rato tocando las paredes o el suelo contagiaras más de una enfermedad.

Recuerdo a aquel tío, alto, con ojos marrones y penetrantes, con el pelo casi rapado y con una fuerza descomunal, son de los que piensan que no tienen ni una pizca de cerebro, y de los que casi gruñen al respirar. Aunque no pareciera ser muy de dineros, vestir, lo hacía bien, no era un Don Juan pero tampoco daba lástima verle por la calle.

Me dijo que qué es lo que hacía allí y yo con un respeto más que habitual y sin pecar de ignorancia le dije que paseaba. Aquel día nos encontramos cerca de la plaza circular, en una de las calles más estrechas que daban a la plaza y se ve que él con algún colega suyo tendrían algún que otro chanchullo entre manos y no querían que nadie los viese, droga, pensé.

Con un empujón y después cogiéndome de las solapas de la chaqueta se dirigió el descomunal a lanzarme un aviso un poco menos refinado que “por favor señor, le importaría irse”. No voy a decirles que no estaba asustado, pero todavía conservaba algo de mi ser valeroso y sublevativo para decirle que me dejara y que simplemente me daría la vuelta por donde había venido. A lo que me respondió, con sus buenas formas habituales que era un cabrón de mierda y que no sabía que hacía yo allí y que como abriese el pico se iba a encargar de que no pudiera ni abrirlo nunca más. Tranquilo, y ya con aires más calmados le dije que esperaba verle en aquella fábrica, a esta hora y que por favor trajera gafas de sol.

Ahora me tocaba enfrentarme a ese gorila una vez más.

-Buenas tardes.

-¿Qué es lo que querías imbécil?

-Simplemente quiero mostrarte algo, y por favor, llámame Telos.

-Qué gilipollez de nombre.

-¿Quién ha dicho que ese sea mi nombre?

-¿No has oído antes?¿Que qué quieres? Estás haciéndome perder mi tiempo.

-Sin duda es el tiempo lo más preciado que tiene el ser humano y sin embargo nadie investiga sobre él, sólo en unos cuantos papeles con numeritos y círculos de diferentes tamaños. Escucha, ¿trajiste las gafas?

-Sí.

-Póntelas.

-¿Para qué?

-Hoy tenemos eclipse solar.

-A mi no me interesa esa mierda. Dime ya qué es lo que querías.

-Creo que esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

Agucé la mirada en las gafas que tenía en la mano y obligué a que se las pusiera, en un segundo ya las tenía puestas.

-Ahora mira al sol, pronto empezará.

Como controlado por mí, se giró y de frente al sol comenzó a mirarlo.

-Comprendo ahora lo que dices. Dijo pausado.

La voz le había cambiado y parecía más sumiso a lo que le fuera diciendo.

-¿No crees que todo es mejor ahora?

Lo que le decía le hacía eco en la cabeza.

-No, no lo entiendes.

-¡Sí! Exclamé a apenas 10 centímetros de su cara.-Estás destrozado, tu madre murió, tu hermana ya no sabes donde está y Gary cada vez se está metiendo más y más. ¿Es eso lo que quieres tú? ¿Quieres seguir metiéndote toda esa mierda con esos imbéciles? Madura y encuentra a tu hermana, búscala, ella te necesita, o ¿no pasabais buenos momentos juntos?

-Sí, es cierto… Dijo con voz quebrada casi inocente.

Cada vez estaba más cerca de lo que quería.

-Mírame. ¡Mírame!. Le dije. –Sólo tienes que dejar de mirar al sol. Sólo eso.

-No puedo…

-Deja de mirar al sol. Dije con paciencia una vez más.

-No…no puedo…

-¡Maldita sea! Hazlo de una puta vez.

Y cerró los ojos y se derrumbó en mis brazos. Respiraba entrecortadamente, estaba entero sudado, las retinas volvían a su color natural poco a poco. Allí lo dejé.

-Ahora sólo estás tú. Al menos ten el valor de servirte de tu propio entendimiento.

A veces necesitamos a alguien que nos encamine sobre el qué hacer en nuestra vida. A veces necesitamos golpecitos en la espalda para avanzar, y otras muchas, empujones enteros. Lo que hacemos seguimos viéndolo bien. Seguimos refugiándonos en las drogas o la bebida y nos hacemos amigos de gente que como nosotros ha perdido toda esperanza de tener un mundo mejor. Son los llamados héroes de la cocaína.

3 comentarios:

  1. Alguna vez has tratado de fijarte en tu forma de escribir para ver si se corresponde con algún estilo artístico?
    :)

    (Esto de estudiar el Realismo me afecta demasiado)

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  2. joder, que no cuesta tanto hablar sin decir tantas putas palabrotas, coño.

    jajajajaja

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Ecos del pasado