lunes, 19 de marzo de 2012

Viator


Atrás dejamos aquellos portones de madera vieja y hierros oxidados que protegían la ciudadela por su parte norte.
Eché un vistazo para despedir la hospitalidad que recibimos y me fijé en lo hinchada que me pareció la muralla. “Fue una buena fortaleza en su momento”. Pensé.

Retomamos el rumbo.
Yo, con mi útiles, maderas y lienzos. Ella con su agradable sonrisa y con el aprovisionamiento.
Una inscripción en un pequeño pilar nos mostró nuestro nuevo destino. Apenas quedaría a 3 noches de aquí. Sabíamos que podíamos hacer parada en una de las 4 tabernas que aparecían a la orilla del camino y eso nos daba cierta seguridad.

Los pies nos dolían.
Nos gustaba nuestra vida, aunque siempre fuera dura.
A medio día hicimos una parada. Ella se acercó a un manzano y recogió un poco de fruta para la comida. Mientras, me dispuse a preparar un nuevo marco de madera a partir de una sólida rama que había partida en el camino.
En una hora ya lo tenía listo, y ese mismo día comimos queso y pan de ayer, y cerezas. Todo un lujo en comparación con otros días, que ni siquiera comíamos, ya fuera por falta de hambre o de comida.

El cielo era azul. Un azul claro manchado por algunas blancas nubes.
Se notaba que el tiempo iba yendo cada vez a peor, pero aún disfrutábamos de buenas temperaturas.

Subimos una colina. El viento soplaba tímidamente.
La miré interesado. Ella entornaba los ojos y se recogía el pelo para que no le golpeara en la cara. Tenía una flor azul entre su cabello a modo de tocado. Me gustó verla así.

Saque mis lienzos, seleccioné mis pinceles y mis colores. Pedí que no se moviera. Ella lo hizo encantada.
Mi mano se movía ágilmente pintando los rojos que se tornaban en el cielo. Su vestido blanco.
Cambié de pincel, su fina silueta no merecía un trazado tan grueso.
Dibujé un hombre a su lado. Alto, con pelo largo y con camisa abierta y desgastada. Él sonreía a su lado.

Tal y como hago yo, al recibir tus cartas secretas.


3 comentarios:

  1. Espero no pierdas el estilo porque tu delicadeza y ritmo es...es...como la suave brisa del mar en una atardecer de primavera, sí, algo así.
    ;-)

    ResponderEliminar
  2. Cuando un día soleado, al borde de un camino de tierra seca coja una fruta para sustentar el camino al atardecer, detendré las pinceladas un momento para pensar que ya Javi antes transitó este camino, comió de esta fruta, y portó un lienzo en blanco dejando huellas varias que ahora sirven de guía al cartel de "Has dejado huellas donde Javi pisó".

    Y esa pincelada pospuesta un instante, la diferencia de color en la puesta de sol del lienzo marcada por un momento sin pintar, será tu firma en un lienzo ajeno, si tú estás de acuerdo.

    ResponderEliminar

Ecos del pasado