domingo, 18 de septiembre de 2011

Mitos y leyendas

En mís días de egoísmo fui Diosa del Olimpo y no lo supe.
Como egoísta que fui mi superioridad más aún se hizo notar no sólo entre mortales y semidioses, si no en los compañeros de mi misma condición.

Un mortal, tan vulnerable y necio. Apenas rival para una divinidad.

Con arte y sutileza, volcanes de lava y magma se hizaron sobre ciudades enteras para deleite el mío de su completa destrucción.

La fragilidad que reflejaban poco podía importarle a una deidad de lo cielos que incluso lluvia era capaz de controlar. Tormentera fortuna la que hizo salvar de aquella hecatombe a un solo mortal. Ser que más tarde ocuparía mi lugar.

Fui titán en mi época de máxima crueldad. La destrucción, valorada entre pocos, no tardó en convertirse en el motor que movía mis ganas de exterminar, mi única razón de ser.

Fuerza sobrehumana la mía y alaridos ensordecedores hacían extremecer al más valiente de los héroes, mientras mi oscuro fin, moría por dentro con cada víctima de mi violenta locura.

La culpa, organizada en la cabeza y sin indício alguno de su cese, acabó por carcomer la poca coherencia que me quedaba y el haz de destrucción que dejé y dejaba, se convirtió en una explosión que apenas dejó cuerpo mío sobre la faz del Mundo de los Mortales.

Fueron los navegantes los únicos supervivientes de la maldición de aquellos que rencor y malicia sólo contenían en su interior. En un ademán de perder el miedo fue el navegante quien se asomó a cubierta a ver los cielos ardientes y las nubes de odio y maldad que ascendían verticalmente hacia el agujero de los cielos.

El mar, azul e intacto, impoluto tras los estragos que llevaron a la desaparición de aquellos que habitaban la tierra. Brindó oportunidad a cada uno de sus fieles de pedir un deseo. Y no fue más que su bondad impregnada de sal y frescor, la que hizo recomponer aquel estado de aflicción, que se cernió sobre los vivos y que recompuso las vidas de hasta los muertos.

Por esto y aquello, recuerdo, que no fui diosa, ni titán, si no humilde pescador, marinero de la mar.

4 comentarios:

  1. Al inflar el pecho, nuestras propias narices nos impiden ver que las ansias de poder y destrucción de lo inferior son precisamente las que acaban por enterrarnos.

    Como nada pasa en balde, al funeral tan sólo asisten pájaros viajeros, perros callejeros y algún viento lejano.

    Me ha gustado mucho. La mitología siempre me ha gustado, y es que explica (siendo tan antigua) cosas que hoy día siguen quebrándonos la cabeza.

    L.

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  2. eso es lo fundamental...tener los pies en el suelo o en este caso sobre la superficie del mar

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  3. Ésta ha estado mejor.

    Highlight: "Y no fue más que su bondad impregnada de SAL y frescor..."

    No tengo nada más que decir ;D

    PD: ¿Por qué no fuiste fauno, o Cerbero? Oo

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  4. Aaaay, Javi, que ya dice Jum que fauno debió la fortuna haberte encomendado ser.

    Pocas historias cómo ésta, plagadas de truenos y leyendas, flotan ya sobre la mar, para deleite de aquellos intrépidos lectores de lo bueno por conocer.

    Aguardo a la próxima vez que tus palabras iluminen con su fugaz luz las páginas de éste, tu blog.

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Ecos del pasado