viernes, 26 de noviembre de 2010

Mais ça serait très jolie si elle decide m´aimer.

Parece que hayan pasado dos siglos y un día cuando ella (Tú) y él (Yo) se encontraron por primera vez.

Era por la mañana sí, y hacía frío, como en la gran mayoría de las mañanas de Oslo. Recuerdo estar nervioso ese día y no fue porque iba a verte, yo me sumía en pensamientos algo más complejos que tu mirar. Mi primera impresión de ti no pudo ser mejor, tal y como pensé que sería, así fue. (Y así eres). Es curioso el apenas acordarme de algo (algo raro en mí) aquel día, quizá porque tenía otras cosas que hacer, quizá no le hice mucho caso hasta que le hablaste, quizá ni siquiera estuvo él allí.

Me aventuraría a decir que desde un principio le gustó, pero que gracias a mi egoísmo he tenido que compartirte. Incluso, preguntarte cosas, que más bien deberías habérmelas preguntado tú a mí.

Recuerdo su paciencia, a veces ha llegado a estar tardes enteras hablándome de ella, hablándome de ti y pensándote. Él es paciente en sus decisiones pero a la vez me dice que no siempre ha tenido la oportunidad de tenerla y que no puedo ni imaginar a veces lo que la desea.
Bastante llegaba a ser a veces el tener horarios, siempre después del té y antes del anochecer. Sí, la vida en el siglo XVIII era dura, pero un déspota cuan caballero y firme galán se comporta. Pues imaginad que existirá allá por los siglos venideros: Un controlador de emociones, un guarda recuerdos o quién más sabrá…

Si ya es bonito soñar, menos saber, que moriré sin su amor.

Si ya ayer te quería, imagina cómo podré quererte ahora, más ni puedes imaginar cuanto te querré mañana.

[Mais ça serait très jolie si elle decide m´aimer]


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Ecos del pasado