jueves, 9 de abril de 2015

Honey

Cuando estás acostado frente a sus ojos, lo único que puedes hacer es callar y dejarte llevar.

Viví con esa sensación incluso en el momento en que tuvo que marchar. Y después de ese instante, cuando te alejas de algo tan intenso, te das cuenta de lo mucho que ha quemado su impronta sobre tu piel.

Era un misterio poder descubrir sentimientos tan profundos a través de una mirada y una caricia de sus dedos. Como si nuestras almas fueran transparentes y supiéramos leer lo que necesitaban para revolverse de agitación.

 No sabía que algo así pudiera existir, ni que pudieran conocerse tan sutilmente las emociones con sólo mirar su iris al sol. Y me sorprendía porque ella lo veía todo con esos ojos de miel, me descifraba como yo hacía con los versos y las poesías.

Esa chispa abrumadora que me sacudía se sobredimensionaba con cada beso. Me sentí inconformista, atrevido, egoísta. No se puede engañar al corazón, ni se puede ocultar una fuerza tan consentida.

Todavía conservo el olor, el sabor y el tacto en la penumbra.
Todavía me perdería en cualquier parte, si tú quisieras acompañarme.


1 comentario:

  1. Yo también soy de las que creo que tras una mirada se encuentra la historia de cada persona. El problema es que hay personas que se saben esconder muy bien, y aunque lo deseemos, es difícil encontrarlas.

    Un placer volver a pasarme por aquí :)

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Ecos del pasado