viernes, 3 de enero de 2014

Cicatrices

La paciencia me ha acompañado a lo largo de la vida pero aquel viaje estaba acabando conmigo.

Olvidé el cansancio, el sueño, el dolor de cabeza y me acomodé en pensamiento de sosiego y calma. No paraba de repetir en mi mente “sólo debes esperar a ver el mar cuando mires hacia el este”, pero las estaciones pasaban y el mar no llegaba.

Estaba nervioso. No dejaba de imaginar e imaginar, de pensar en los próximos días, en las emociones, las miradas, las sonrisas y los viajes. Llegué algo confuso, preguntándome qué hacía yo allí y por qué estaba tan lejos de casa.

Mi mente se quedó en blanco cuando me sorprendiste en el andén mirando tus fotos. Te noté mucho más mayor, pero aún con los rasgos de niña traviesa que siempre te acompañan.

No dijiste absolutamente nada, permaneciste dos segundos mirándome con gravedad y después te precipitaste contra mi pecho como si hubieras perdido una parte de tu interior que necesitabas recuperar. Nos abrazamos en secreto.

Las fotos, los cementerios, las playas y las canciones, las prisas, los billetes de autobús, las luces y los mercadillos, los jabones, las tarjetas, las idas y las vueltas fueron detalles que nunca olvidaré.

Me sigues a todas partes, estás en mi mente y en mis pensamientos, eres mi idea y mi único argumento, un diálogo inacabado, que yo te buscaré un final junto a mí.
Tus caricias siguen grabadas como cicatrices en mi piel.




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Ecos del pasado