domingo, 19 de mayo de 2013

Salvaje


No eras consciente, en absoluto, de la mitad de cosas que hacías. Te movías por el instinto y eso te hacía ser independiente y no necesitar a nadie cerca de ti.

La naturaleza te protegía. Era tu amparo. Tu cuidabas tus árboles milenarios y sus frutos del cielo y del paraíso. En ocasiones, hasta me dejabas oír cómo le hablabas al bosque.

Tu corazón paseaba desnudo, casi como tu cuerpo. No sabías hablar mi lengua y sólo podíamos entendernos por signos.

Los lobos te seguían a donde fueras. Eran los guardianes del bosque. Cuando acercabas tu cabeza a la suya eras la única que podía saber lo que pensaban.

El sol no ha desgastado aún tu piel y el verdor de tus ojos contrasta con la pasión que te inunda las arterias. Eras una guerrera peligrosa.

Nunca me dejaste acercarme demasiado a ti. Pasabas horas observándome desde los árboles. Hasta que desaparecerías y no volvías en varias semanas.

Me intrigaba ver el mar violento de tus ojos, por eso nunca me fui.
Eras una salvaje. Pero eras mi salvaje.

[Kedvesem]




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Ecos del pasado