viernes, 25 de mayo de 2012

Residual


Hoy tengo ganas de ser irónico, de embargar alguna que otra vida.
Reirme de los complejos, de los tacones, el maquillaje, las gafas antiguas y los sudores de gimnasio; de los prejuicios, de las camisetas ajustadas, de los peinados modernos, los cuchicheos y los probadores rebosantes de indecisiones vestidas; de la hipocresía, de los ajustes, reformas o recortes, de los paracetamoles diarios, de la abundante falta de tiempo y la escasez de horas de redes sociales; reirme de los adultos, que creen que no sabemos nada; de los jóvenes, que creen lo saben todo; de los niños, que cada día aprenden algo. ¡Qué casualidad, al igual que los adultos y los jóvenes!, ¿no será que tendremos cierto parentesco mental?

Me gustan las preocupaciones contemporáneas. Las inquietudes de los adolescentes. Ropa, música, colaboración social, diversiones, alcohol, estudio, cuerpo escultórico, mínimo esfuerzo. ¿Dónde quedan las aspiraciones personales? Desde luego, lejos de un banco de pesas o de una bicicleta estática quedan.

La energía que los jóvenes tenemos se nos va a ir yendo conforme crezcamos y, sin embargo, ahí seguimos, parados, en nuestro mundo telemático y de visiones borrosas que los polvos nos crean. Dormimos por la mañana y vivimos por la noche. Comemos a mesa puesta, pero no nos preocupamos por mucho más.

Tengo ganas de ver cómo el mundo puede ir cambiando, y cómo las aspiraciones personales se van cumpliendo. Tengo ganas de ver cómo las decisiones se toman, y cómo las preocupaciones, con excelencia se resuelven. Necesito ver cómo las quejas de la sociedad se revierten en un compromiso de la misma por mejorar, pues ¡qué sencillo nos parece hablar!, pero ¡qué dificil nos resulta actuar!
Yo no me libro de este montón de mundo, pero no puedo ser muy objetivo conmigo mismo, soy hombre, y en tanto a eso, cierto egoísimo me inunda.

Debemos reinventar este mundo que se nos antoja, feo, injusto y residual.



6 comentarios:

  1. Aplausos.
    Excelente forma de expresar una opinión tan generalizada, y a la vez, tan oculta.

    Jaime

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  2. Me parece que va a haber cambios, debido a una revolución igual que la rusa, pero... Sólo, cuando tengamos 80 años, veremos de verdad cómo ha cambiado el mundo (para bien o para mal...).

    Saldiness!

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  3. Recuerda, vampiro: "Somos enanos a hombros de gigantes", Bernardo de Chartres.
    Y, como enanos que somos (ancianos y jóvenes y niños), nos caemos, a poca altura, sí, porque jamás llegaremos tan lejos como el viento o el mar (la Naturaleza, en definitiva), pero nos caemos.
    Hay quien se levanta. Hay quien prefiere arrastrarse por el fango.

    ¿Qué quieres que te diga, Javi? Si miras a tu alrededor, no hay paisaje que no esté interrumpido por cables de teléfono. Siempre nuestra necesidad obsesiva de comunicarnos, de no estar solos... Como si aceptarse en soledad fuese algo diferente.


    Me gusta que te quejes. Me gusta que te quejes del mundo.



    María

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    1. Mientras sepamos levantarnos cuando caigamos y limpiarnos cuando nos ensuciemos, quizá quede algo de humildad y esperanza.

      Todo el mundo, María, necesita especialmente, pequeñas dosis de soledad.

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  4. Que asco da el mundo cuando nos paramos a pensar en él, ¿verdad?
    Que asco damos nosotros, que formamos parte de él. Somos tan asquerosos que tenemos que lavarnos para que nuestro cuerpo no se pudra, para no oler mal y sentirnos "civilizados". Vaya.

    Somos tan detestables que le sonreímos a la gente aunque en ese mismo instante estemos pensando lo mal que nos cae. Cuánta hipocresía. ¿Y todo para qué? Para aparentar ser sociables y no caer en la más profunda depresión al ver que todo y cuanto nos rodea está patas arriba, en que lo importante es la apariencia, la ropa, el gimnasio y el maquillaje, como tú dices. Ya han quedado obsoletos los sentimientos, y las lágrimas en ocasiones son una fuente de risa, como para los maltratadores, los violadores... esa gente que se alimenta del sufrimiento. Triste.

    Para odiar el mundo hay que abrir bien los ojos en los lugares públicos. Mirar a las personas por detrás es entender la pequeñez del hombre: sus espaldas ciegas, los lóbulos torpes de las orejas, la nuca inútil, la cabeza ignorante de lo que pasa por la vida detrás suyo. Al menos los búhos no tienen ese problema. Pueden girar libremente su cabeza 180 grados y ver lo que les dice el mundo a sus espaldas. Son felices con sus pequeños sueños, el televisor nuevo, el microondas, los pagos a plazos…

    Lo único que siento es lástima por la condición del mundo, lástima por mi ciudad, por mí misma, y moriré siendo insignificante, pero feliz de darme cuenta y no seguir a la gran masa social. Aunque la humanidad no me quita el sueño, pues tampoco es cuestión de mirar en todo momento al mundo con lupa. A veces... a veces hay que dejarse llevar.

    Carpe diem, Javi!

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    1. Gandhi dijo: "Hagas lo que hagas en la vida será insignificante, pero será muy importante que lo hagas"

      La originalidad es un signo distintivo.

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Ecos del pasado