jueves, 26 de abril de 2012

Miradas indiscretas


-¡Claro que me resulta abusivo! ¿A ti no?
-Pues no.
-No lo entiendo, ¿no dijiste que el disimulo es una ciencia que pronto desaparecería?
-Sí, pero estamos hablando de mirar a una persona cuando pasa a tu lado, no de hacer señas estúpidas al espectador mientras un periodista informa del tiempo atmosférico con rachas de hasta 80 km/h.
-¿Y qué es lo que propones entonces?
-¿Yo? ¡Si eres tú la que se ha ofendido!
-¡Pero si se paró en medio de la calle y abrió los ojos y no pestañeó hasta que le escocieron las retinas!
-Venga, no seas exagerada, si sólo le miró de refilón.
-Claro, por eso sabía el color de la ropa interior que llevaba.
-¿Ves? Sólo te fijas en detalles banales e insignificantes.
-Le faltó babear, ponerse una correa imaginaria y empezar a ladrar y a restregarse en su pierna.
-Hubiera sido muy gracioso, la verdad. Lo estoy viendo ahora mismo a la perfección.
-No seas tan irónico, anda.
-Y tú no seas tan supérflua, que no es para tanto.
-Le miró todo el culo.
-Sí, ¿pero de qué le sirvió? Las cosas esenciales no se pueden ver.
-Tú y tus tópicos estelares.
-¿Sabes qué?
-Dispara.
-La verdad es que el color crema del tanga que llevaba era realmente bonito.
-¿Qué? ¡Tú también!.
-Yo sí que no miré de refilón.
-Capullo insolente.
-¿Y lo sexi que te pones cuando te indignas?
-Tu aire de autosuficiencia es incluso más fuerte que tu ego, chaval.
-Ya, por eso no puedes dejar de mirarme.
-Ni tú tampoco a mí.
-¿Ahora sonríes con malicia? Qué malo es conocerse.
-Ay querido, si sólo fuera eso.



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Ecos del pasado