lunes, 9 de abril de 2012

Como quieras


Me levantaba dolorido, aún golpeado por las lágrimas que me colgaban de las mejillas. Devastado, alcé la mirada. Una mirada de angustia y seguridad. Una mirada vieja y débil, pero ante todo, una mirada segura. Apretaba las manos. La boca rehuyó mis palabras en un par de ocasiones. Me costaba coger aire, la atmósfera era densa y pesada. Tome aliento, mientras observaba el asombro en sus ojos profundos.
Apreté los puños. Noté cómo mis uñas se clavaban en la carne y cómo la desgarraban.

-Puedes llamarme caprichoso. Caprichoso por haber querido mantener mi promesa de poseerte durante tantos años, pese a que me diste razones suficientes para dejar de seguir tus pasos. Ingenuo por no pensar en la maldad que tú y tantas otras me dísteis a cambio de sonrisas de complicidad y noches de placer mal pagado. Imbécil por querer arreglar mis problemas en tugurios, con mala bebida llena de arrepentimientos, sudores fríos de insomnio y camisas sin planchar. Iluso por ver a través de tus ojos la autenticidad de nuestros besos, la belleza en nuestros ojos, la verdad de nuestras palabras, todas falsas. Exigente por obligarme, cada uno de los días en que mi mala consciencia se apoderó de mi, a seguir convenciéndome de lo buena que, en todos los tiempos pasados, presentes y futuros, serías para mí. Olvidé el subjuntivo. Insistente por nunca querer creer que nuestras vidas se cruzaron sin hacer ruído, que entre ellas explosionaron átomos y partículas en millones de minúsculos fragmentos. Mentiroso por decir que mi paciencia sería infinita por ti, y que mis lágrimas no bañaran mis mejillas si no es por tu escandalosa figura. Puedes… puedes humillarme, puedes pisotearme, puedes insultarme, pegarme, rebajarme. Pero lo que nunca consentiré que me digas será “cobarde”. Porque un cobarde desistiría y abandonaría. Huiría y engañaría. Tendría miedo, temor, traicionaría y mentiría. Un cobarde recorrería países, cambiaría su aspecto y sus formas, empezaría a fumar o lo dejaría, en un afán de querer esconder los indicios de su cobardía. Un cobarde no es capaz de mantener una mirada, no es capaz de alzar la voz estando en desventaja, ni tampoco de evitar que otros se aprovechen de su ingenuidad. Un cobarde observaría las circunstancias, pero nunca participaría en ellas. Las memorizaría y durante décadas las olvidaría. A fin de borrar su oscuro y avergonzante pasado.

Si me quitas la valentía, me quitas la vida. Y si me quitas la vida, nunca podré enfrentarme a ella. Me estancaría y lentamente provocarías mi agonía hasta morir.
El sufrimiento es humano. Desearlo, no lo es.
Si aún con todo esto te consintiera dar un paso más al frente, me dispararía a mí mismo, pero creo que no estoy en condiciones de negociar. Por eso, hoy, acabaremos antes que de costumbre. Antes de lo que nunca hubiera imaginado.

Cuando regresé a aquella fábrica silencié mi pasos.
Aún me pareció escuchar el eco de esos dos disparos. El olor a pólvora, impregnado en esos dos muertos.



5 comentarios:

  1. Un final más habitual de lo que se piensa

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  2. Un blog muy interesante, Javi, llegué por casualidad, pero me quedo por decisión.
    Un abrazo.
    HD

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  3. Has acertado, Javi, eres genial. ¿Sabes? Yo sí que echaba de menos que me comentases, como siempre, *sonrisa*.
    Me encantó el primer párrafo sobretodo, es como cuando tengo ganas de llorar y estoy triste y frustrada a la vez. Vamos, un caos de sentimientos.
    Por cierto, tienes twitter o tuenti?
    Carpe diem! :3

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  4. Y yo agradezco las tuyas, de verdad *.*
    Mira, este es mi Facebook: Anapy Antón Ogando (Con "Anapy" ya soy un poco menos común que tú, creo *risa*)
    Bueno, yo también tengo muchas, aunque las que más uso son tuenti (por las fotos, que tengo unas cuantas) y twitter (la mejor red social en la que he estado, yo te la recomiendo :D)
    Y a ver si por fin veo una foto tuya, que no tengo ni idea de cómo eres físicamente. :3

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Ecos del pasado