martes, 3 de abril de 2012

Ballare


Aprieta los ojos lo más fuerte posible. No quiere aún ver nada.
Imagina las veces que ha hecho lo que está a punto de hacer, recuerda las horas de práctica, los esguinces, las lágrimas de dolor.

Se siente preparada.
Alarga los brazos. Los mueve con delicadeza. Pliega sus rodillas. Estira su pierna izquierda y relaja las manos.

Toca su frente con el dedo índice y lo hace recorrer todo su rostro. Se entretiene en los labios de sabor carmín. Sigue acariciando su cuello blanco, su pecho escondido, hasta terminar en su vientre.

Un grito exterior acelera su corazón. Cada vez conoce mejor cómo acaba la pieza que está sonando.

La respiración la controla, pese a todo ello, a la perfección. La practicó durante meses.
La utiliza con cuidado. El oxígeno es lo que le permite moverse, saltar y emocionar.

Respira una última vez, como si fuera a ser todo el oxígeno que necesitara para salvarse del naufragio de un galeón, como si fuera a ser  la última vez que el oxígeno se mezcla con aquel perfume de fantasía, como si fuera la única vez que respirara.

El silencio deja entreveer su extraña calma.
Hay aplausos que lo interrumpen.

Ella anda bien erguida, imponiendo la belleza de su andar.
Sigue aún con los ojos cerrados. Sabe cuántos pasos ha de dar hasta colocarse en posición.

Suena la música. Huele a maquillaje.
Los ojos se le abren. El teatro está rebosante.

Su cuerpo se mueve lentamente. Sus pies le obedecen.
Empieza la función.

4 comentarios:

  1. No he querido evitar ver esta imagen representada por Natalie Portman (Cisne negro). Cómo si viera una escena de película, excelente detallismo.

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  2. Nunca imaginé que fuese a leer algo tan bonito acerca de lo que he estado haciendo durante años.

    La delicadeza que desprendes con tus palabras es sublime.

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  3. Los bailarines le ponen palabras a la música, y música al silencio.
    Precioso (:

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Ecos del pasado