martes, 29 de noviembre de 2011

Noches de arena

Como todo sábado, despertarme temprano no era cosa de la casualidad.
Mi capacidad para dormir por las mañanas se remite a los largos viajes y a los largos encuentros en los que más que dormir podríamos hacer cualquier otra cosa.

La semana fue completa, cuanto menos agotadora.
Madrugones de mañana y madrugones de noches para estar descansado por el día.

Mi rendimiento es bueno, quizá mejor de lo que me propuse, pero no mejor de lo que espero de mí. Es curioso ver y observar casi a diario cómo vamos rompiendo palabras y promesas que nosotros mismos nos hacemos con la simple intención de llevar nuestra vida si no más cómoda, simplemente llevarla.

El pronóstico para el fin de la semana indicaba lluvias y tormentas. Era una de las pocas veces en las que llover podría fastidiarme un plan. Sin embargo, no sé si por cortesía de Zeus o por aquella borrasca en altura que estuve estudiando justamente el pasado jueves en mi clase de Geografía Física, las lluvias no llegaron y aterricé en tierra de gaviotas con una manga corta y una brisa de verano.

La lluvia no llegó ni llegaría durante el fin de semana, sólo un frío nocturno que helaba tus pies por muchos calcetines que llevaras encima.

Como era costumbre por las fechas, hogueras inundaban la playa abarrotada. Música de todos los tipos, (bueno, absténgase piano y cuerda frotada), tiendas de campaña y el humo de las hogueras que no se desprendió de mi ropa hasta que la lavadora hizo su trabajo.

La verdad es que la arena de la playa sólo le restamos importancia en verano, en invierno, en cuanto tenemos un poco en algún sitio estamos venga a quitarla.
Mis zapatos acabaron llenos y no me molesté en vaciarlos porque poco tardarían en volver a llenarse.


La noche caía, se hizo larga, sí, y poco a poco podías ver cómo la gente iba dejando su consciente para abandonarse a su subconsciente. Todos parecían tan felices.

Cuando decidí dormir más por mi cansancio o pensando en el día anterior que por el sueño que tenía, no lo conseguí. El viento azotaba la tienda con furia y alguna vecina salió volando.
La música y la fiesta, que no entendía de horarios, tampoco me dejó mucho respiro y mi balance de descanso fue prácticamente nulo, apenas, media hora.

Me quedo, eso sí, con la experiencia de una playa abarrotada, hogueras de estrellas, un cielo más claro del que pensaba, y un frío que te hacía temblar.
El mar, lo bueno que tenía, es que parecía ajeno a todo lo que pasaba, y él seguía con sus olas intentando penetrar en la arena de la costa.


13 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Sorprendente lo que una noche puede inspirar.

    ResponderEliminar
  3. que gustico el fuego cuando hace frío, y frío hacia...

    iremos a Castillitos, tranqui :)

    ResponderEliminar
  4. Y siempre lo hace, siempre penetra. Fíjate en los secretos que guarda la orilla.
    Las olas tienen la clave.

    ;)

    ResponderEliminar
  5. ¿Y no te bañaste?
    En invierno, el agua está más caliente. O eso me pareció a mí cuando lo hice.
    Cuánto echo de menos la playa... y el mar. (Aunque no la arena).

    ResponderEliminar
  6. Justo hoy tuve el examen de lo que tú estabas estudiando hace seis días. (estás estudiando 2º bach?)
    Suena bien una noche así. La playa, no sé por qué, tiene un encanto especial.

    Respondiéndote a mi comentario: Sí, ahora me paso más de vez en cuando por el blog porque estoy bastante liada con los exámenes y le dedico menos tiempo.
    Así que no te gusta ser bohémico... A mí pensarlo me causa cierta nostálgia, pero no estaría mal tener una etapa de mi vida así, sin sentido, sin reglas, sin normas...
    Carpe diem!

    ResponderEliminar
  7. que linda entrada, me encanto tu forma de expresarte. hermoso blog sin duda:)

    ResponderEliminar
  8. Una noche de arena, mar y hogueras siempre invita a quemar todo eso que pesa, para olvidar y así empezar a la mañana siguiente más livianos y tranquilos. Que bonito sería si fuese tan fácil dejar en la hoguera lo que nos arrastra por el peso hacía el suelo y no nos deja volar. Por cierto, gracias por tus comentarios, me animan a seguir con mi blog, aunque sea en momentos complicados.

    ResponderEliminar
  9. Como hubiera estado yo no habrías pasado frío Javi...
    P.D: sigo leyéndote :)

    ResponderEliminar
  10. Ohhhhh!, interesante el úlitmo comentario de "Anónimo". ¿Quién será ese tal anónimo?... A mí la entrada me ha encantado. Esta muy bien escrita, apetece estar allí sólo leyéndola.
    J.S.Gaviota

    ResponderEliminar

Ecos del pasado