lunes, 10 de octubre de 2011

Mare Nostrum

Observar es algo que me asusta.

Porque no sólo estás tú, no sólo te veo a ti…

El muelle es grande, nublado y de tonos grises.
Hay barcos ráidos por el tiempo, madera que ha aguantado mil y un viajes e innumerables ocasos, otros, en cambio, brillan blancos y apenas han conocido las aguas.

Algún tempranero pasea con su perro. La excusa perfecta para bajar a ver el mar y los barcos. Él pasea con más gusto que el animal.
Las cafeterías emanan un suave olor a tostadas, chocolate y café y cuando paso cerca de alguna de ellas, me envuelve un
calor reconfortante que me ayuda con el frío de la calle.


Voy dejando el muelle atrás soplando los guantes que calientan mis manos en un afán de que entren en temperatura. La playa queda ahora a mi derecha.
La arena, mojada por la condensación de la noche, apenas brilla.

“En verano apetece mucho más pisarla” –
Pienso.

Me dejo parar en uno de los ensanches del paseo marítimo donde puedo sentarme tranquilamente en el borde de la construcción. Un metro más abajo tengo la playa.

Miro el reloj y me tranquilizo.

Nunca llevo reloj, sólo en ocasiones especiales, importantes. La sensación de que vas tarde a todos sitios me incomoda, y eso es lo que pasa siempre que llevo uno.

Dejo caer mis hombros hacia delante y dejo mis brazos colgando, después subo el izquierdo para poder apoyar mi barbilla en él.
Miro el horizonte y casi aprecio la curvatura del planeta.

Me incorporo y trato de encontrar algún velero, algún pescador o alguna barcaza, pero mi búsqueda finaliza pronto.

Apesadumbrado vuelvo a la posición anterior y miro las espesas nubes. Ni blancas, ni oscuras, son grises. “Ya se nota el invierno” –Me digo en voz baja. “Pero hoy no lloverá”

Soy bueno adivinando la meteorología.

Noto una mano helada en mi hombro y me sube un escalofrío desde el coxis hasta la médula espinal y tiemblo resoplando.

-Eso no te lo crees ni tú. Me dice una cálida voz.

Sonrío vengativo.

-No me des esos sustos que llevo esperándote desde pasadas las 8.

-Ya, pero ese es problema tuyo, porque quedamos a y media y yo he llegado puntual.

Entorno los ojos y con una media sonrisa y con un odio infinito le suelto un “vendetta”

-Venga, no sigas pareciendo malvado porque no te sale.

Nos abrazamos con gusto y acompañándola con mi mano le ofrezco sentarse en frente de mí. Coge mis manos, sopla en ellas para calentarlas y levanta la mirada.

Tengo ganas de morirme cuando me mira así, eso no puede ser humano.

Repito el mismo ritual y ella sonríe.

Nos acercamos un poco más.
Sigo teniendo sus manos entre las mías y le mantengo la mirada.

No necesitamos más, nos estamos comiendo el uno al otro por dentro.

Nos estamos, queriendo.

Hay tantas cosas para fijarme en ti, que nunca me quedo con ninguna.
No recuerdo tu rostro, sí tu sonrisa.
No recuerdo tus ojos, si tus puilas
.

Llévame hasta donde tú quieras, yo te dejaré

12 comentarios:

  1. Resumiendo
    ¡¡Toma ya!!
    A veces no es lo que se escribe ni el como se escribe. Es la sencillez de la sutileza de lo escrito. Eso siempre me pareció genialidad.
    ;-)

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  2. es un piélago privado....

    a lo sumo solo se puede observar

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  3. ... o.O Javi, enserio que me enamoras con estas cosas. Debería dejar de leer tu blog, pero no puedo, además ni quiero intentarlo...
    Sabrás quien soy si te digo que ojala y te dejaras llevar un poco ;)

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  4. Haces que tiemble,

    An.

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  5. Tantas cosas que decir, tan pocas palabras.
    Me ha gustado mucho, gracias.

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  6. "Tengo ganas de morirme cuando me mira así, eso no puede ser humano".

    Me quito el sombrero y hago una reverencia... Es precioso.

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  7. Y no se necesita más que eso, dicen.

    Hermoso texto plagado de imágenes encantadoras.

    Abrazo.

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  8. Y por fin sentir las alas atadas a mi espalda y el oxígeno haciendo explotar mis pulmones, al dejarme morir en sus ojos tristes.

    PD: Cuando parece que se extinguió la inspiración, vuelves a encender el fuego, maldito.

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  9. Hola Javier. Me he sorprendido gratamente por una cosa, me has evidenciado que las personas crecen, que crecen y que dejan de necesitarnos porque piensan, evolucionan. Y que han crecido bien, siguen creciendo bien, con buenos horizontes. Quizá, mas que las letras, lo que yo necesitaba escuchar hoy es la música que tan bien las acompaña. Que en ti hay un mundo interior que lucha por salir, eso ya lo sabía. Solo me queda felicitarte y disculparme porque los demás debemos no estar a la altura de tus pensamientos. Cuenta con una lectora más, profe de literatura, eso sí.

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  10. Inclínome ante lo que puede ser... Barcelona?

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  11. Que bonita entrada y además del mismo lugar en el que habito, porque surco el Mare Nostrum cada día y me siento en el Paraiso.

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Ecos del pasado