domingo, 23 de octubre de 2011

Luces de Noviembre (Parte I)

Los últimos rayos de sol llegan tímidos a mí.

El lago refulge brillante en una explosión de colores rojizos y anaranjados.
Los árboles dejan pasar haces de luz, que van perdiendo intensidad cada minuto que pasa.

No puedo ni recordar cuánto tiempo he podido pasar bajo aquel robusto árbol mirando las aguas. Las aguas me tranquilizan, las aguas me calman.

Observé una de las cortezas que de aquel arbol arranqué. Estaba tallada.
Con esmero y paciencia conseguí
poner en ella su nombre.


Gabrielle –Dije en voz alta y miré hacia el cielo, cada vez más en oscuridad, cada vez menos ilumindado. Su recuerdo no se va, áun me persigue.

Me incorporé con cuidado y crucé el viejo puente de piedra. Las luces de los candiles iluminaban la ciudad. Regresaba de un pequeño mundo casi perfecto.

Pensaba por el camino qué sería de mí esa
noche. Últimamente estaba de gran humor, el frío siempre ha sido de mi agrado y con la llegada de los vientos del norte tenía el gozo asegurado. Sin embargo, mi vida cojeaba, y es por esa falta que tanto extrañaba.

Gabrielle es una joven de apenas 21 años. Su figura, lejos de compararla con cualquier otra, suscitaba las miradas de los hombres y, aunque ella prefería pasar desapercibida sí le gustaba sentirse bella.

Hablar de ella me da escalofríos, pero sólo con su recuerdo me bastó para pasar las noches más invernales.


Suerte he tenido de haberla podido ver exenta de su encorsetada figura. Nada me provoca tanto placer como mis labios rozando su nívea y suave piel, apenas tocada por ningún otro, cómo sus labios carmín, recorrían mi gastada piel. Respirar su pelo, largo, ondulado y de tonos arbóreos me entrecortaba la respiración, más aún, cuando tanteando su delicado cuello, olía su perfume prohibido, aquel por el que caería en locura todos los días de mi vida.

Ella ya estaba prometida desde los 19 . El afortunado
, un varón, casi 10 años mayor que ella, pero con una vida próspera y sin aparentes problemas gracias a su negocio en la industria textil. Su matrimonio nunca ha tenido problemas, sin embargo las largas ausencias de éste tras sus viajes, despertaron en Gabrielle aquella necesidad imperiosa de amar con la que nos conocimos.


Nuestros encuentros son casuales, bueno, o no lo son tanto. No puedo ser visto y con sumo cuidado mido mis movimientos para verme con ella. Esta es la razón por la que me encontraba en la puerta de su caserón, tocando la empedrada fachad
a cuya antigüedad se dejaba notar en las enredaderas y musgos que la cubrían.


La medianoche se dejaba oír en un repiqueteo eclesiástico y el corazón se me aceleró.
Con ella me encontraría de un momento a otro. La volverí
a a ver.


Una mano, tocó mi espalda. Mi distracción y mis pensamientos lejos de cualquier realidad me habían jugado una mala pasada y había bajado la guardia. Me
giré y vi un encapuchado, algo más bajo que yo que me sonreía.

Se descubrío y dejó entrever el rostro más hermoso que de no haberlo visto antes no lo hubiera podido imaginar.

Se inclinó para besarme el cuello y respiré profundo, disfrutando .

6 comentarios:

  1. Tú estás muy, muy, muy enamorado. ¿Quién será...?. J.S.Gaviota

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  2. Es justo lo que necesitaba leer ahora, gracias por haberlo escrito.

    Jaime - 17:17 24/10/11

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  3. Javier,al final la pude pasar(6 páginas),y a mis amigos y a mi profesora les ha encantado.Les he recomendado el blog.El párrafo final es lo mejor,prefiero no decirlo.Gracias.

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Ecos del pasado