jueves, 21 de octubre de 2010

Fall in te mountain (I)

Moví los pies tímidamente, los tenía helados. Prácticamente me comía la almohada. Abrí un ojo bruscamente con cara de susto, eché las sábanas para atrás y me senté en la cama.

-¿Qué hora es? ¿Qué hora es? Dije ansiosa. Suspiré y respiré.
-Menos mal, las 8:00… Me tiré de espaldas de nuevo a la cama y cerré los ojos.
-¡Espera! ¡Las ocho!

Me desperté rápidamente y abrí las cortinas sin cuidado alguno. Miré por la ventana.

-Jim…Dije en voz baja. -¡Jim! ¡Oh no!¡Oh no!¡Oh no! Me quejé pegando saltitos en el sitio de lo nerviosa que estaba. –Soy un desastre…

La camioneta de Jim se acercaba hacia la casa levantando esa nube de polvo que tapaba todo el camino. Me puse las zapatillas, cogí el monedero y bajé corriendo las escaleras.
Ya estaba aparcada cuando abrí la puerta de casa y me acerqué a él corriendo. Jim reía.

-¡Hola pequeña!
-No se ría Sr. Rödinger! Dije jadeando
-Veo que has dormido bien. Dijo fijándose en mi pelo mientras habría las puertas de la camioneta y se ponía unos guantes.
-Lo siento, me quedé dormida. Dije cabizbaja.

Jim rió con fuerza.

-Los jóvenes de hoy en día, nunca estáis en lo que tenéis que estar. Dijo revolviéndome aún más el pelo. Puse cara de mala. –Anda Nanallie, ayúdame con estas cajas.

Jim era un tipo alto, grande y muy fuerte y tenía también un bigote tremendo. Papá dice que su bigote tiene que guardar o esconder algo, pero siempre que se lo miro nunca encuentro nada…sea lo que sea debe tenerlo muy escondido y ser muy valioso. También era una persona muy sencilla y graciosa, siempre se ríe por todo.
Él cargaba 4 cajas mientras que yo apenas podía con una. Papa dice que si él quisiera podría cortar una secuoya con un hachazo, pero yo nunca lo he visto, sólo sé que puede cortar fácilmente árboles más pequeños, pero con lo fuerte que es seguro que puedo cortar tres o cuatro secuoyas todas juntas de una vez.

Nanallie, ven!. Gritó Jim
Ups!. Exclamé. Me había quedado embobada mirando los árboles de la montaña. Corrí de nuevo a la furgoneta y cogí la última caja que quedaba. Debió echar otro viaje más sin que me diese cuenta.

-Gracias por venir Sr. Rödinger. Dije educadamente con una sonrisa.
-¡No hay de qué! Exclamó soltando otra de sus sonoras risas.
-Tome dije extendiendo mis manos sobre la suya.
-¡Oh! Es más que de costumbre, ¿a qué se debe tanta generosidad?. Preguntó alegremente.
-Las molestias, supongo y el que tenga que aguantarme en pijama, bata y zapatillas.

Jim cogió mi mano y la encerró entre las suyas dejando caer en ella la mitad de las monedas que le había dado.

-Es bueno ver gente joven de vez en cuando, tenéis una vitalidad contagiosa.

Sonreí

-Eso sí. Dijo bajando la voz y agachándose un poco mirando hacia sus lados. –Que no se entere tu padre. Y me guiñó un ojo.

-¡Gracias Ji..gracias Sr. Rödinger! Dije con entusiasmo
-¡Adiós pequeña!. Rió

Estaba contentísima. Abrí la puerta de casa de nuevo y saludé a Jim por la ventana antes de que se perdiese por el camino. La verdad era mucho dinero y no pensaba gastarlo ni en un millón de años.


2 comentarios:

  1. Jim.. mm.. me gusta el nombre :)

    Qué es exactamente lo que hace?

    ResponderEliminar
  2. La imaginación es un arma muy potente,¿no?
    Utilízala WinterStar para imaginar qué hace :)

    ResponderEliminar

Ecos del pasado