miércoles, 19 de mayo de 2010

Mi pequeña amiga Phoebe

Phoebe era una chica que conocí en uno de mis viajes, creo que la vi en todos y cada uno de ellos, lo único que os puedo decir que os puedo decir es lo que recuerdo de ella…

Así era Phoebe:

Ella era una chica sencilla, amable e interesante que creí conocer, pensaba que era, guapa, un poco altruista, generosa y para nada impulsiva. Le gustaba bailar, que le mirasen a los ojos, ver estrellas y cantar bajo el agua. Acostarse en la arena, los acantilados, las radios antiguas, imaginar que tocaba el piano y leer libros que te hagan cerrar los ojos cuando los terminabas.

Phoebe era inteligente, siempre tenía buenas ideas, le gustaba el naranja y marrón del otoño y el blanco del invierno. Las tortugas gigantes, le encantaba mirar los peces cuando nadaban en acuarios y poner caras en el espejo. Le gustaba llevar bailarinas, escribir en las clases aburridas, ver el mar y respirar el aire fresco. Los dados, apagar despertadores y clavar agujas a su muñeco budú. Le gustaba lo hippie, guardar sus mejores recuerdos, coleccionar monedas de todo el mundo y hacer fotos al cielo y a las nubes.

A Phoebe le gustaban mucho las libretas pequeñas, los lápices afilados, le gustaba el polvo y los caramelos de fresa y de naranja. Tomar leche fría con cereales hasta quedarse sin leche, mascar chicles de menta y oler azahar y albahaca. Los vestidos de seda, pensar boca arriba y el olor a canela. Recoger conchas en la playa, sentarse en precipicios, porque decía que es donde mejor se veía todo, ir descalza por su casa, y dormir con calcetines.

Phoebe siempre pensaba que no servía de nada la vida si con ella no vivías experiencias, que la inocencia acrecentaba tu ser y que los océanos eran continuaciones marinas de nuestros ojos. Que una gota de vida se acababa con el último grano de arena de su reloj.

Ella había viajado a un montón de sitios, que yo recuerde, a Nepal, donde me dijo que encontró su paz interior, a la selva amazónica, donde se encontró con un poblado y le enseñaron a curarse sus heridas, a los fiordos noruegos, donde pudo respirar el aire más puro que jamás había respirado, a Nauru, donde observó el mundo infinito que se extendía bajo los arrecifes de coral y…bueno, no me juzguéis por mi mala memoria.

Todos los martes iba al parque y se sentaba en el primer banco libre que encontraba, subía los pies y mordisqueaba como nerviosa su lápiz pensando en la próxima experiencia que escribirá. Los días de lluvia eran sus favoritos porque no había cosa que más le gustase que acostarse en el césped y notar las gotas resbalar por su cuerpo, mojarse y llegar a casa empapada.

Antes de desaparecer me dijo..."Las huellas dactilares no de borran de las vidas que tocamos"...quizás tuviera razón...quien soy yo para desmentirla...pues nunca la conocí.


Creeréis que es una obsesión pensar en esta chica, creeréis que alguna vez la habréis visto o incluso que vosotros habéis sido ella alguna vez en vuestra vida.
No penséis más en ella, pues Phoebe no existió, no existe y nunca existirá.



[Ilusinistas...]

4 comentarios:

  1. Phoebe tiene rasgos de alguien que conozco.. Cómo guardar sus mejores recuerdos :)

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  2. Cada vez me sorprendes más =)

    Un texto muy personal... para tí y para mí

    Un abrazo =)

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  3. Seguro que no? hasta yo creía haberla visto en el futuro ^^

    Pues... supongo que fue casual mi llegada, no me arrepiento =)

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  4. Poor Phoebe, she doesn't exist, or may be yes.

    Nobody knows.

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Ecos del pasado