-¿Tanto se me notan las ojeras que no quieres ni mirarme?
-No es eso es sólo que…no sé…
-Vamos, no puedo soportar que una chica tan guapa como tú esté triste.
-No, tienes que irte, es tu sueño, es tu futuro, es…llevas años estudiando y haciendo proyectos pare este viaje, para poder estudiar Historia en Italia, no puedo dejar que te quedes…
Nos quedamos en silencio así como un minuto
-Por cierto, toma
-¿Un walkman?
-Sí, el disco lleva tus canciones favoritas y dos nuevas piezas que compuse.
-Gracias, lo escucharé todas las noches antes de acostarme…venga prepárate que el tren ya ha llegado y en 5 minutos se irá.
-Sabes que no tengo prisa, que desearía que este momento nunca tuviera fin.
Nos levantamos y miramos el tren, después ella desvió la mirada y se fijó en sus pies, el pelo le tapaba la cara y no podía verla.
-Pro…prométeme que me escribirás, aunque sea una vez al mes, y que aprovecharás cada oportunidad, prométeme que conocerás Italia como la palma de tu mano, que llevarás cuidado con las duchas y las chicas, que tu tiempo allí no será un desperdicio, que viajarás en góndola, que aprenderás a tocar el acordeón, que te acordarás de dormir y de descansar…promételo…
Caroline apretaba los puños con fuerza y ya había empezado a llorar, la abracé, quería contagiarme de ella antes de irme y que ella se contagiara de mí.
-Te lo prometo… -le susurré-.
-No pienso echarte de menos, ¿sabes?
Sabía que aunque me apoyase, deseaba que me quedara con ella, que me necesitaba y que yo la necesitaba a ella.
-Sabes que yo lo haré en el momento en que me suba a ese tren.
Y la besé, la besé con dulzura, quizá el último hasta dentro de seis meses y porque era nuestra despedida…
Caroline me metió un papel en el bolsillo y me apretó la mano con fuerza…
-Ábrela en el tren – dijo, y me abrazó un poco más fuerte-.
Yo, simplemente, le devolví el abrazo, poco a poco me separó de ella y me indicó que fuera al tren. Se enjugaba las lágrimas para poder ver. Cogí las maletas y la miré, intentó sonreírme, para que no me preocupara, para que todo fuera bien. Tenía cara de niña buena, pensé.
Me monté en el tren y ocupé el asiento que daba a la ventana, ella seguía mirando al suelo, cogí la nota que me había dado, había una palabra escrita… Recordé lo que significaba esa palabra para nosotros…
El tren empezó a moverse, me sentí atrapado, como si llevasen a cualquier sitio, vi a Caroline mirarme tal y como me miró la noche en la que nos conocimos y con ese recuerdo, la perdí…
Ella no se movió de la estación hasta que no escuchó todas las canciones.
Yo, sin embargo, una semana después cogía un tren de vuelta a casa, mi vida no estaba en Italia, estaba con ella…
