En efecto no debería
sorprendernos leer, una vez más sobre una actualidad que se antoja residual
cuando no desalentadora o terriblemente pesimista. Y es que en apenas unos años
el giro del mundo ha sido tan sumamente radical que no hay nada ya que pueda
sorprendernos.
Somos tendencias que seguimos a las tendencias.
Somos tendencias que seguimos a las tendencias.
El ser humano se ha acostumbrado a seguir la imitación y ser por tanto imitación del imitado.
El criterio propio se ha perdido en detrimento de unas valoraciones que no son nuestras, pero que las imponemos como si lo fueran. Los cerebros se secan y no consideran realizar un trabajo que revierta en último término en una deducción personal primigenia, propia, que podrá ser compartida o debatida, pero al fin y al cabo innovadora y única.
Me refiero a ser objetivos con nosotros mismos y subjetivos por ende al resto de la sociedad. No se puede pretender que se extienda una limitación enfermiza que afecte en el razonamiento de los más pasivos. Sin embargo parece ser que la vida contemplativa está de moda y es modelo y causa de todas las envidias, mientras que el sacrificio y el trabajo marchan hacia la esfera del amargor y de la destrucción progresiva, quedando relegados a un comportamiento inusual que debería tomarse con menor perspectiva y mayor descanso.
Sería irónico que nuestra destrucción fuera fruto del trabajo y del compromiso de otros.
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Ecos del pasado