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cuando viajábamos juntos en tren.
Tú siempre querías un asiento pegado a la ventana. Aunque fuera también mi
preferido, siempre me lo quitabas, y me sacabas esa burla infantil que me hacía
reír, esa que añoro, esa que tanto gustaba.
Pasábamos por lugares recónditos y escondidos. No importaba que fuera mar o
montaña lo que visitáramos, igualmente todos los paisajes eran coloridos. Y
aquel pueblo de pescadores que no salía ni en los más explícitos libros, lo
recorrimos expectantes entre salinos y marinos sonidos.
Las horas de viaje las pasabas siempre durmiendo. En cambio yo, incansable
junto a ti, las pasaba siempre despierto. Me dejabas libertad en tus horas de
sueño y experimentaba insomnios que se hacían eternos. No quería perderme de ti
ni un solo momento, ni tan solo un leve gesto. Eras voz y poesía. Eras luz en
firmamento.
Qué lindo sentir así el amor. Qué hermoso que por ti sientan ese amor.
ResponderEliminarEsa sensibilidad tan de aquí. ;-)
ResponderEliminarEl asiento de la ventana es el más cercano a la calefacción. ¡Es lista!
ResponderEliminarQué bonito ese tipo de insomnio (: