Las llanuras oscuras de mi fiel
solemnidad, se retuercen y me abandonan. Me dejan en un estado moribundo y
debilitado. Derrotado.
Mi resistencia, se agota, o empieza, pero es algo que no sé si ahora mismo es algo que pueda saber.
La noche sabe a salado y entre
un mar y la música, mis ojos enrojecen.
Las preguntas me abarrotan, me
abordan y no sé cómo defenderme. En combate perdí mi espada, o por petición, la
regalé, pero sin ella, libre e inofensivo me vuelvo.
No son bosques lo que en la lejanía
diviso, no son montes, ni pantanos. Me acerco a los páramos. Ellos me
comprenderán, ellos me tragarán y me olvidarán, y pasaré ante mi desgracia
indemne, pues satisfecho quedaré de mi penitencia.
Olvidaré el mapa y las
provisiones a bordo, a fin de aguantar y aquí permanecer.
A la espera quedaré, de saber si
bien podré mantenerme, pero caer en la desventura, hará que fuertemente quede
espacio para juzgarme, y allí seré yo el inclemente.
Me pregunto si realmente se puede ser inclemente con uno mismo...
ResponderEliminar;-)
se justo
ResponderEliminarsin más
No te juzgues. Tus sentimientos no se lo merecen.
ResponderEliminarDéjalos vivir...
Mañana volvemos. Hazte a la idea. ¡Hazte a la idea por mí, que me parece estar aún de vacaciones!!
:)
Precioso, aunque escribes en lenguaje del alma. Así lo hacía yo antes, para desahogarme...ahora intento escribir para que todo el mundo entienda, pues la palabra tiene un gran poder ante las inclemencias...no seas inclemente ante ti mismo, se claro y comprometido ante las inclemencias del mundo.
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