miércoles, 28 de noviembre de 2012

Niebla, casi bruma

Una mañana en la que te levantas más cansado de cómo te acostaste y ves cómo aún ni el sol había salido.
A tientas buscas la puerta de tu habitación y las escaleras. No te gusta encender las luces del piso de arriba para no despertar a nadie.
Abajo, tus ojos se han ya acostumbrado a la escasez de luz.

En la cocina oyes un ronroneo. Tu gata te espera cariñosa en la puerta, esperando a restregarse con tu mano y en tus pies. Me da miedo pisarla. Siempre voy mirando al suelo.

Tu desayuno sabe a poco. Echas de menos los fines de semana y esas tostadas con queso que más bien son verdaderos almuerzos.

Lo demás es rápido. Lavado de dientes, ducha caliente y rápida, avisar de que me marcho y mochila sobre la espalda.

Fue una sorpresa encontrar aquella niebla ante mí.
Era casi bruma.

Observé con cautela la calle desértica. Mi tempranera incursión me aseguraba soledad, aunque aún estando acompañado me hubiera sido difícil notar la presencia de cualquier otra persona.

Caminé despacio, aún con la farolas encendidas y el mirarlas me recordó a algún cuadro impresionista. En realidad los pintaban tal como era la realidad habiendo densas brumas.

Busqué a algún mañanero, personal de limpieza, quizá algún coche. La curiosidad de observarlos a través de aquel denso cristal me inquietaba.

Me sentí observado. Quizá porque los grandes crímenes en Lóndres se provocaron con ambientes similares, o porque las sombras podrían esconder cualquier cosa. No me sentí seguro hasta colocarme bajo una de aquellas angostas farolas que alumbraban sólo lo que había bajo ellas. A mi derecha le vi. Se apoyaba sobre un muro y los cuellos de su abrigo me impedían ver su cara. Cuando le miré se levantó y se fue. Desapareció entre la niebla, casi bruma.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Palabras al viento

Cae la lluvia y quedo frente a la ventana mirando cómo las gotas resbalan sobre el cristal. Cuando era pequeño hacía carreras con ellas. Siempre ganaba la que elegía.

El cielo es de un gris uniforme. Es algo que me hace sonreir, pues las lluvias aún durarán. Insistes en que el mal tiempo no es lo que más aprecias, pero a ti te gusta. Lo sé.

El viento nunca lo soportaste. Te resulta incómodo, demasiado frío quizás.

Cómo me gustaría poder protegerte de ese viento enfermizo. Abrazarte fuerte sobre mi pecho. Sentir como si desaparecieras junto a mí. Respirar flores silvestres en tu pelo.  Una caricia por tu mejillas encendidas.

Me gusta como me miras.

El viento es nuestro confidente.